Post by Fenomeno on Aug 10, 2004 17:58:11 GMT -5
Me gusto este articulo aunque es un poco sentimental. Hay me dicen si los hizo llorar.
¡Navidad, la época más feliz del año. Tiempo de regalos, reuniones familiares, fiestas, posadas, despedidas de año en los lugares de trabajo, abrazos, besos, mucho guaro y harta comida. Bolos fondiados en las calles, incendios, y uno que otro cipote quemado por los cuetes.¡Como extraño las navidades en El Salvador! La nostalgia y la melancolía me embarga cuando recuerdo las navidades de mi niñez. Cuando mis papás me llevaban al centro de San Salvador a ver en las vitrinas los juguetes que Santa Closh o el Niño Diós me traería si me portaba bién. Empezábamos nuestro recorrido nocturno de las "Noches de Compra" por los almacenes París Volcan, Schwartz, Kismet, Siman, Bigit Hnos., Sears y muchos otros que ya no recuerdo los nombres. En todos ellos se oía música navideña, como "Blanca Navidad", en la voz del Crooner Bing Crosby.
Luego pasábamos comprando la canasta navideña a la Abarrotería "El Cochinito", llena de toda clase de abarrotes importados, uvas y manzanas, y sin faltar-por supuesto- un par de botellas de licor para el brindis navideño. También pasábamos a los puestos de adornos navideños que ponían frente al Hula-Hula para comprar aserrín de colores, pellejo y musgo de árbol; cabello de ángel, y alguno que otro pastorcito; o viejito de barro con la cabeza de algodón, para adornar el nacimiento que ponía mi abuelita todos los años en el patio de la casa debajo del palo de guayabas. Le quedaba bién bonito, pués le ponía toda clase de adornitos. Hacía una ciudad de Belén completa. Con su laguito hecho con un espejo de pared; sus casitas de cartón pegadas con engrudo, sus soldaditos romanos, sus ovejitas, sus Reyes Magos con sus camellos-medio tembeleques de las patas, que ya solo eran los puros clavos-; el burrito y su buey con un solo cacho, San José y la Virgen María, y su Nino Diós que se lo habían traído bendito desde Tierra Santa.
La víspera de Navidad ya estaban listos los tamales, el ponche, el arroz a la valenciana, el hielo para los tragos, las Cocacolonas, las botellas de Vermout Cinzano para los cipotes, el Rompope para la abuelita, el pan de caja Pullman de la Lido, la ensalada rusa, y por supuesto, un enorme bote de curtido y de escabeche para los panes con chumpe. Mi mamá y todas las mujeres se iban al salón de belleza desde temprano por la mañana, para hacerse un peinado estilo "Bomba". Al regreso del salón ellas pasaban recogiendo el chompipe de la panadería a la que lo habían mandado a hornear.
Yo empezaba a reventar mis cuetes desde temprano con un tizón de leña de la cocina. Mi papá estaba muy atento a que no fuera a encender los cuetes con algún cigarro, o que fuera a agarrar un trago, o cerveza a escondidas. Ya a la hora de la cena de Navidad todo era risas y alegría. Y que más comida para el compadre. Y que le sirvo otro traguito tío Luís. Y que vamos a seguir bailando. Y que andá decile a tu táta que se quemó un foquito de la guía del chiribisco. Que lo venga a cambiar. Y que poné el disco de la ensalada a la Paquito Palaviccini de la Orquesta Internacional Polío.
Y que el chucho está metido debajo de la cama porque le tiene miedo a los cuetes. Y que ya no le den más guaro a Don Toño porque ya se fondió. Y que todavía no pongan el Niño Diós en el nacimiento porque todavía no ha nacido. Hasta las doce. Y que hay que llevar a la abuelita a Catedral para la Misa del Gallo.Y que no le vayás a dar fuego a la casa del vecino con los silvadores, muchachito. Y tené cuidado con los carros porque hoy todos andan manejando bolos. Y que mañana nos vamos al puerto a quitárnos la goma. Y que no le vayás a quemar las trenzas a tu prima con las estrellitas. Y que poné la radio para saber que horas son. Faltan cinco pa´las doce.
¡La campanas de todas las iglesias empiezan a sonar. ¡Talán, talán,...talán! Son las Doce en punto de la noche ¡FELIZ NAVIDAD! Y empiezan los abrazos, los besos,... Las lágrimas...
Y empieza la tronazón de los cuetes por todos lados: ¡Ratata..tán, pén pén. Pún pún. Psssttt. Ratata..pún pén, retetetetpénpénpén... pún . Y uno que otro saca su pistola para disparar al aire ¡Pón, pón...pón! Todos nos abrazamos haciendo un solo cuerpo. ¡El país entero está unido en un solo abrazo! Se oye el ¡Ring ! del teléfono. Es mi hermano desde Los Angeles que nos llama para darnos el "Feliz Navidad". Mi madre corre apresuradamente al teléfono para saludar al hijo ausente y darle su bendición. De repente, la música deja de sonar y en la radio se escucha... "El Brindis del Bohemio"
La risa se ha vuelto llanto. Sin querer queriendo las lágrimas empiezan a rodar sobre mis mejillas, y se me hace un gran nudo en la garganta que no me deja hablar. La mujeres chillan a moco tendido, y los hombres tratan de ocultar sus emociones. ¡El poema ha llegado hasta lo más recóndito de nuestro ser! Ya solo queda el olor a pólvora. El montón de papel periódico regado. Se ve gente en las calles caminando a paso acelerado que van a dar el abrazo navideño a parientes y amigos. A lo lejos se oye el ruido de una ambulancia que lleva algún quemado a la Cruz Roja. Los carros van pitando y corriendo a toda prisa. Un par de chichipates en la esquina cantan desentonados
Y vuelve la música a la radio. Y empiezan de nuevo las cumbias, y el Rock and Roll. Regresa la alegría al rostro de todos, y sigue el baile hasta el amanecer. Y que deme otro pancito con pavo Niña Alicia. Me le echa bastante recaudo, por favor. Y sírvame otro trago de Bacardí, Don Neto, pero échemele menos porque el primero me lo dió bién fuerte. Y que el treinta y uno hacemos la cena en mi casa. Y vamos a abrir los regalos que están debajo del arbolito. ¿A ver, que te trajo el Niño Dios? Y empiezan a aparecer juguetes, muñecas, ropa, y demás regalos. Las caritas de todos los niños se iluminan. ¡Mirá mamá. El carrito de bomberos que le pedí al Niño Diós me lo trajo! ¡Si mi hijito, pero no lo vayás a destruir muy luego, porque a tu táta, digo, a Santa Closh, le costó bién caro!
¡Dios mío, como extraño las navidades en mi país! Quién me iba a decir que esos días serían los más felices de mi vida. Y que hoy lejos de mi querida patria los recuerdo con melancolía. Hoy vivo con mi esposa, mis hijos, mis nietos y mi papá en los Estados Unidos. Aquí las navidades son muy diferentes . No se puede hacer mucho ruido porque los vecinos y la policía te van a callar. Tampoco se pueden reventar cuetes porque es prohibido. Todo es quietud y silencio, pues es "Silent Night". Nosotros tratamos de pasarla lo más alegre posible, y reunimos a toda la familia. Pero definitivamente no es el mismo ambiente que las navidades en El Salvador. Mi madrecita ya no está en este mundo para hacerme mis pancitos con chumpe. Pero yo se que está conmigo siempre, y que desde el cielo me cuida junto a Papá Chús. Ojalá algún día pueda celebrar otra navidad como las de mi infancia, allá en mi querido "Pulgarcito". Pero por ahora, solo puedo recordar como fueron "Aquellos Diciembres que nunca volverán".
Así como "El niño del Tambor" no pudo darle otro regalo al Niño Diós más que su ¡Ratatán, tán... Ratatán, tán...de su tamborcillo, por ser muy pobre. De igual manera, este relato es mi regalo de Navidad para todos mis hermanos salvadoreños regados por todo el mundo, para que se acuerden de como fueron las navidades en El Salvador.
Att/
Ruben Rivas
¡Navidad, la época más feliz del año. Tiempo de regalos, reuniones familiares, fiestas, posadas, despedidas de año en los lugares de trabajo, abrazos, besos, mucho guaro y harta comida. Bolos fondiados en las calles, incendios, y uno que otro cipote quemado por los cuetes.¡Como extraño las navidades en El Salvador! La nostalgia y la melancolía me embarga cuando recuerdo las navidades de mi niñez. Cuando mis papás me llevaban al centro de San Salvador a ver en las vitrinas los juguetes que Santa Closh o el Niño Diós me traería si me portaba bién. Empezábamos nuestro recorrido nocturno de las "Noches de Compra" por los almacenes París Volcan, Schwartz, Kismet, Siman, Bigit Hnos., Sears y muchos otros que ya no recuerdo los nombres. En todos ellos se oía música navideña, como "Blanca Navidad", en la voz del Crooner Bing Crosby.
Luego pasábamos comprando la canasta navideña a la Abarrotería "El Cochinito", llena de toda clase de abarrotes importados, uvas y manzanas, y sin faltar-por supuesto- un par de botellas de licor para el brindis navideño. También pasábamos a los puestos de adornos navideños que ponían frente al Hula-Hula para comprar aserrín de colores, pellejo y musgo de árbol; cabello de ángel, y alguno que otro pastorcito; o viejito de barro con la cabeza de algodón, para adornar el nacimiento que ponía mi abuelita todos los años en el patio de la casa debajo del palo de guayabas. Le quedaba bién bonito, pués le ponía toda clase de adornitos. Hacía una ciudad de Belén completa. Con su laguito hecho con un espejo de pared; sus casitas de cartón pegadas con engrudo, sus soldaditos romanos, sus ovejitas, sus Reyes Magos con sus camellos-medio tembeleques de las patas, que ya solo eran los puros clavos-; el burrito y su buey con un solo cacho, San José y la Virgen María, y su Nino Diós que se lo habían traído bendito desde Tierra Santa.
La víspera de Navidad ya estaban listos los tamales, el ponche, el arroz a la valenciana, el hielo para los tragos, las Cocacolonas, las botellas de Vermout Cinzano para los cipotes, el Rompope para la abuelita, el pan de caja Pullman de la Lido, la ensalada rusa, y por supuesto, un enorme bote de curtido y de escabeche para los panes con chumpe. Mi mamá y todas las mujeres se iban al salón de belleza desde temprano por la mañana, para hacerse un peinado estilo "Bomba". Al regreso del salón ellas pasaban recogiendo el chompipe de la panadería a la que lo habían mandado a hornear.
Yo empezaba a reventar mis cuetes desde temprano con un tizón de leña de la cocina. Mi papá estaba muy atento a que no fuera a encender los cuetes con algún cigarro, o que fuera a agarrar un trago, o cerveza a escondidas. Ya a la hora de la cena de Navidad todo era risas y alegría. Y que más comida para el compadre. Y que le sirvo otro traguito tío Luís. Y que vamos a seguir bailando. Y que andá decile a tu táta que se quemó un foquito de la guía del chiribisco. Que lo venga a cambiar. Y que poné el disco de la ensalada a la Paquito Palaviccini de la Orquesta Internacional Polío.
Y que el chucho está metido debajo de la cama porque le tiene miedo a los cuetes. Y que ya no le den más guaro a Don Toño porque ya se fondió. Y que todavía no pongan el Niño Diós en el nacimiento porque todavía no ha nacido. Hasta las doce. Y que hay que llevar a la abuelita a Catedral para la Misa del Gallo.Y que no le vayás a dar fuego a la casa del vecino con los silvadores, muchachito. Y tené cuidado con los carros porque hoy todos andan manejando bolos. Y que mañana nos vamos al puerto a quitárnos la goma. Y que no le vayás a quemar las trenzas a tu prima con las estrellitas. Y que poné la radio para saber que horas son. Faltan cinco pa´las doce.
¡La campanas de todas las iglesias empiezan a sonar. ¡Talán, talán,...talán! Son las Doce en punto de la noche ¡FELIZ NAVIDAD! Y empiezan los abrazos, los besos,... Las lágrimas...
Y empieza la tronazón de los cuetes por todos lados: ¡Ratata..tán, pén pén. Pún pún. Psssttt. Ratata..pún pén, retetetetpénpénpén... pún . Y uno que otro saca su pistola para disparar al aire ¡Pón, pón...pón! Todos nos abrazamos haciendo un solo cuerpo. ¡El país entero está unido en un solo abrazo! Se oye el ¡Ring ! del teléfono. Es mi hermano desde Los Angeles que nos llama para darnos el "Feliz Navidad". Mi madre corre apresuradamente al teléfono para saludar al hijo ausente y darle su bendición. De repente, la música deja de sonar y en la radio se escucha... "El Brindis del Bohemio"
La risa se ha vuelto llanto. Sin querer queriendo las lágrimas empiezan a rodar sobre mis mejillas, y se me hace un gran nudo en la garganta que no me deja hablar. La mujeres chillan a moco tendido, y los hombres tratan de ocultar sus emociones. ¡El poema ha llegado hasta lo más recóndito de nuestro ser! Ya solo queda el olor a pólvora. El montón de papel periódico regado. Se ve gente en las calles caminando a paso acelerado que van a dar el abrazo navideño a parientes y amigos. A lo lejos se oye el ruido de una ambulancia que lleva algún quemado a la Cruz Roja. Los carros van pitando y corriendo a toda prisa. Un par de chichipates en la esquina cantan desentonados
Y vuelve la música a la radio. Y empiezan de nuevo las cumbias, y el Rock and Roll. Regresa la alegría al rostro de todos, y sigue el baile hasta el amanecer. Y que deme otro pancito con pavo Niña Alicia. Me le echa bastante recaudo, por favor. Y sírvame otro trago de Bacardí, Don Neto, pero échemele menos porque el primero me lo dió bién fuerte. Y que el treinta y uno hacemos la cena en mi casa. Y vamos a abrir los regalos que están debajo del arbolito. ¿A ver, que te trajo el Niño Dios? Y empiezan a aparecer juguetes, muñecas, ropa, y demás regalos. Las caritas de todos los niños se iluminan. ¡Mirá mamá. El carrito de bomberos que le pedí al Niño Diós me lo trajo! ¡Si mi hijito, pero no lo vayás a destruir muy luego, porque a tu táta, digo, a Santa Closh, le costó bién caro!
¡Dios mío, como extraño las navidades en mi país! Quién me iba a decir que esos días serían los más felices de mi vida. Y que hoy lejos de mi querida patria los recuerdo con melancolía. Hoy vivo con mi esposa, mis hijos, mis nietos y mi papá en los Estados Unidos. Aquí las navidades son muy diferentes . No se puede hacer mucho ruido porque los vecinos y la policía te van a callar. Tampoco se pueden reventar cuetes porque es prohibido. Todo es quietud y silencio, pues es "Silent Night". Nosotros tratamos de pasarla lo más alegre posible, y reunimos a toda la familia. Pero definitivamente no es el mismo ambiente que las navidades en El Salvador. Mi madrecita ya no está en este mundo para hacerme mis pancitos con chumpe. Pero yo se que está conmigo siempre, y que desde el cielo me cuida junto a Papá Chús. Ojalá algún día pueda celebrar otra navidad como las de mi infancia, allá en mi querido "Pulgarcito". Pero por ahora, solo puedo recordar como fueron "Aquellos Diciembres que nunca volverán".
Así como "El niño del Tambor" no pudo darle otro regalo al Niño Diós más que su ¡Ratatán, tán... Ratatán, tán...de su tamborcillo, por ser muy pobre. De igual manera, este relato es mi regalo de Navidad para todos mis hermanos salvadoreños regados por todo el mundo, para que se acuerden de como fueron las navidades en El Salvador.
Att/
Ruben Rivas