Post by realeagle on May 20, 2010 8:34:15 GMT -5
Funes acelera su propio ajedrez
Lafitte Fernández
Con la irrupción del Movimiento Ciudadano por el cambio, el presidente Mauricio Funes mueve, por primera vez, durante su administración gubernamental, sus propias fichas en el ajedrez político salvadoreño. Aunque durante su discurso insistió en que la fundación no es el preludio de un movimiento político, de muchas maneras su episodio del sábado tendrá importantes repercusiones frente a todas las agrupaciones políticas partidarias salvadoreñas. La instalación del nuevo movimiento tiene un primer significado frente al FMLN. De alguna manera, el gobernante les hace ver a los más importantes dirigentes de esa agrupación de izquierda, que cuenta con su propio caudal de gente, ciudadanos y hasta electores dispuestos a defender las conquistas de su gobierno. Aunque él le llamo base social que necesita el gobierno para empujar esos cambios, el FMLN quedaría notificado, de aquí en adelante, que Funes se siente en posición de no ocupar las bases, ni los militantes del Frente, si el distanciamiento y las disputas crecen, como hasta ahora se ha visto. Por el contrario, si en muchísimas actividades públicas el FMLN le ha lanzado, en contra suya, a las bases de su partido, Funes ya tendría un muro de contención que desagravie sus actos gubernamentales. El gobernante habría dado su grito de independencia no solo personal, y en pensamiento, sino también respecto a una organización que soportaría y alentaría su praxis gubernamental. Y, quizá sin pretenderlo, Funes hasta se atrevió a cuantificar su fuerza de apoyo. Públicamente dijo que detrás de su movimiento estarían 500 mil personas que le dieron el voto en la pasada campaña electoral. De esa manera certificó que, frente a las fuerzas de izquierda o derecha que le levanten la voz, tendría medio millón de personas que sí creen en todos sus esfuerzos por promover un cambio social y económico en el país. El acto del sábado también pudiese interpretarse que el Presidente envía una señal al FMLN en el sentido de que, cualquier quiebra en las relaciones del poder que comparte con ellos, podría tener un nuevo colchón social construido por gente que cree en él y, no necesariamente, en el partido a que está afiliado. El hecho de que Funes llamara al nuevo movimiento, como un proyecto político profundamente democrático, nadie podría descartar que nace una plataforma que, en el futuro, podría servir de portaviones para todos aquellos que posean un pensamiento socialdemócrata como el que hasta ahora muestra el gobernante.
Las orientaciones de su gobierno hacia la profundizacion de reformas sociales, alejados de modelos chavistas o cubanos, y más retiradas aun del viejo conservadurismo, marcan un nuevo trecho conceptual para el nuevo movimiento. Sin duda, si el pensamiento y la praxis del presidente Funes se mueven sin dogmatismos, hacia la construcción de una nueva realidad social como lo hacen los socialdemócratas, al nuevo movimiento se le podría tener como una nueva sede de ese tipo de orientación. De acuerdo con eso, Funes le ha dicho al FMLN que su gobierno no necesita de su base social porque ya tiene la propia, y lo necesario, para empujar su gobierno. Tampoco necesitaría de sus adhesiones del Socialismo del Siglo XXI porque no necesita abandonar su línea socialdemócrata para tomar acciones como eliminar la cuota voluntaria en los hospitales, darle uniformes gratuitos a los escolares, apoyar el agro o introducir a las empleadas domésticas en el regimen de seguridad social. Al conservadurismo y a la derecha también le lanzó el sábado otro mensaje. Si su nuevo movimiento está comprometido con el cambio, no renunciará a las transformaciones sociales que siempre incluyó en su programa de gobierno. El enigma que todavía no acaban de descifrar algunos es si ese movimiento era el antecedente de un nuevo partido político. Funes dice que no. Asegura que tampoco buscan el poder. En esa medida, los anhelos de algunos sectores en el sentido de que Funes rompa con el FMLN, funde una nueva agrupación política, estaría desechado, por lo menos en la actualidad. Funes abre su idea del cambio a todas las agrupaciones políticas que quieran empujar las transformaciones más apropiadas. Eso representaría un adelanto de que su marcha hacia el cambio no está ceñida a los propósitos exclusivos del FMLN. La agenda y las adhesiones las dejaría abiertas.
Lafitte Fernández
Con la irrupción del Movimiento Ciudadano por el cambio, el presidente Mauricio Funes mueve, por primera vez, durante su administración gubernamental, sus propias fichas en el ajedrez político salvadoreño. Aunque durante su discurso insistió en que la fundación no es el preludio de un movimiento político, de muchas maneras su episodio del sábado tendrá importantes repercusiones frente a todas las agrupaciones políticas partidarias salvadoreñas. La instalación del nuevo movimiento tiene un primer significado frente al FMLN. De alguna manera, el gobernante les hace ver a los más importantes dirigentes de esa agrupación de izquierda, que cuenta con su propio caudal de gente, ciudadanos y hasta electores dispuestos a defender las conquistas de su gobierno. Aunque él le llamo base social que necesita el gobierno para empujar esos cambios, el FMLN quedaría notificado, de aquí en adelante, que Funes se siente en posición de no ocupar las bases, ni los militantes del Frente, si el distanciamiento y las disputas crecen, como hasta ahora se ha visto. Por el contrario, si en muchísimas actividades públicas el FMLN le ha lanzado, en contra suya, a las bases de su partido, Funes ya tendría un muro de contención que desagravie sus actos gubernamentales. El gobernante habría dado su grito de independencia no solo personal, y en pensamiento, sino también respecto a una organización que soportaría y alentaría su praxis gubernamental. Y, quizá sin pretenderlo, Funes hasta se atrevió a cuantificar su fuerza de apoyo. Públicamente dijo que detrás de su movimiento estarían 500 mil personas que le dieron el voto en la pasada campaña electoral. De esa manera certificó que, frente a las fuerzas de izquierda o derecha que le levanten la voz, tendría medio millón de personas que sí creen en todos sus esfuerzos por promover un cambio social y económico en el país. El acto del sábado también pudiese interpretarse que el Presidente envía una señal al FMLN en el sentido de que, cualquier quiebra en las relaciones del poder que comparte con ellos, podría tener un nuevo colchón social construido por gente que cree en él y, no necesariamente, en el partido a que está afiliado. El hecho de que Funes llamara al nuevo movimiento, como un proyecto político profundamente democrático, nadie podría descartar que nace una plataforma que, en el futuro, podría servir de portaviones para todos aquellos que posean un pensamiento socialdemócrata como el que hasta ahora muestra el gobernante.
Las orientaciones de su gobierno hacia la profundizacion de reformas sociales, alejados de modelos chavistas o cubanos, y más retiradas aun del viejo conservadurismo, marcan un nuevo trecho conceptual para el nuevo movimiento. Sin duda, si el pensamiento y la praxis del presidente Funes se mueven sin dogmatismos, hacia la construcción de una nueva realidad social como lo hacen los socialdemócratas, al nuevo movimiento se le podría tener como una nueva sede de ese tipo de orientación. De acuerdo con eso, Funes le ha dicho al FMLN que su gobierno no necesita de su base social porque ya tiene la propia, y lo necesario, para empujar su gobierno. Tampoco necesitaría de sus adhesiones del Socialismo del Siglo XXI porque no necesita abandonar su línea socialdemócrata para tomar acciones como eliminar la cuota voluntaria en los hospitales, darle uniformes gratuitos a los escolares, apoyar el agro o introducir a las empleadas domésticas en el regimen de seguridad social. Al conservadurismo y a la derecha también le lanzó el sábado otro mensaje. Si su nuevo movimiento está comprometido con el cambio, no renunciará a las transformaciones sociales que siempre incluyó en su programa de gobierno. El enigma que todavía no acaban de descifrar algunos es si ese movimiento era el antecedente de un nuevo partido político. Funes dice que no. Asegura que tampoco buscan el poder. En esa medida, los anhelos de algunos sectores en el sentido de que Funes rompa con el FMLN, funde una nueva agrupación política, estaría desechado, por lo menos en la actualidad. Funes abre su idea del cambio a todas las agrupaciones políticas que quieran empujar las transformaciones más apropiadas. Eso representaría un adelanto de que su marcha hacia el cambio no está ceñida a los propósitos exclusivos del FMLN. La agenda y las adhesiones las dejaría abiertas.