Post by realeagle on Jun 12, 2007 14:22:09 GMT -5
Y San Lorenzo grito Campeon, el equipo de Ramón Díaz desterrado de River armo un equipo con jugadores de mediocre papel en anteriores torneos y logro su decimo titulo
Aca las reacciones
MIREN HACIA EL BANCO, ALLÍ ESTÁ LA DIFERENCIA
JUAN PABLO VARSKY
PARA LA NACION
Todos miraban al banco ese día. Sábado 2 de diciembre de 2006. San Lorenzo empataba 2-2 con Arsenal por la 18» fecha del Apertura y se retiraba insultado por los hinchas. Vale la pena repasar la formación: Saja; Tula, Quatrocchi, Méndez, Bottinelli; A. González, Husain, Rivero, Ferreyra; Lavezzi, Silvera. Comparándola con la de ayer, hay cinco cambios: Orion por Saja, Bianchi Arce por Méndez, Hirsig por A. González, Gastón Fernández por Quatrocchi y Ledesma por Husain. Sólo Gata y Lobo llegaron a principios de este año. Los restantes ya estaban en el grupo del campeonato pasado, donde San Lorenzo sacó 16 puntos en las primeras siete fechas y nada más que 9 en las últimas once (el match con Racing se jugó este año). Ese colapso le costó el cargo a Ruggeri, antecesor al campeón como ocurrió con Manuel Pellegrini hace seis años, un número talismán. En la historia reciente, San Lorenzo ha festejado sus títulos con simetría temporal: Clausura 95, Clausura 01 y Clausura 07.
El 23 de diciembre de 2006 fue presentado Ramón Díaz como nuevo DT. Tras cuatro años y medio de viajes, campo y muchos asados, el riojano más famoso (¿hay otro?) regresaba al fútbol argentino. No era la primera opción para el presidente Savino, quien prefería el perfil bajo de Leo Astrada. De entrada, Ramón absorbió toda la expectativa, cargó todo el peso en su mochila y liberó a los futbolistas. Méndez se quería retirar, Lavezzi se quería ir a River, a Ferreyra lo querían linchar Hasta Sebastián Saja, el más "cuervo" de todos, aceptó la propuesta de Gremio y se marchó rumbo a Porto Alegre.
Nadie se imaginaba que, a seis meses de aquella decisión, todo iba a salir tan bien. A Saja, finalista de la Libertadores, le ha ido muy bien sin San Lorenzo. Y a San Lorenzo le ha ido muy bien sin Saja. Nunca lo dirá públicamente, pero el DT ya había elegido a Orion por su estilo de anticiparse a las jugadas, dominando el arco y el área. Saja llena el otro formulario y se destaca por sus reacciones que incluyen potencia de piernas y atajadas espectaculares. El entrenador ya había pasado por una situación similar en el último River que le tocó dirigir (temporada 2001-2002). Entre Costanzo y Comizzo, eligió a este último. Por la misma razón: le gusta más un arquero que se anticipe a las acciones de juego.
En la pretemporada de verano, Ramón vendió humo y jugó con refuerzos estelares: Ayala, Sorín, Solari Siguió divirtiéndose afuera, pero el gran aporte lo hizo para adentro. Anunciar grandes nombres (que no iban a llegar) motiva a un plantel que empieza a sentirse importante, individual y colectivamente. La sensación del grupo es: "El que venga deberá ser demasiado bueno para ocupar nuestro lugar ". Para un plantel golpeado por los resultados y triturado por los aficionados, la confianza del DT se parece mucho a un tesoro. Por supuesto que llegaron refuerzos, pero para atender necesidades del equipo y no para cortar cabezas. "Que se vayan todos", gritaban los hinchas en diciembre de 2006.
Se fueron pocos: Saja, Quatrocchi y Husain. Llegaron sólo tres nuevos. El paraguayo Torres no pasó de pieza complementaria. Pero los otros dos resultaron fundamentales. Lobo Ledesma organizó el equipo y le dio sentido a la tenencia del balón, idea a la que San Lorenzo sólo renunció cuando el rival lo apretó contra su propio arco. Gata Fernández aportó goles y talento en los metros de la verdad, ahí donde el campeón se equivocó muy poco. Según Datadistic, San Lorenzo es el undécimo equipo del campeonato a la hora de crear situaciones de gol con un promedio de 4,8 por encuentro. Pero es el primero del ranking, por lejos, cuando hablamos del aprovechamiento de esas chances. Por ejemplo, Silvera no rompe pechos de arqueros y mira los palos para definir. Es el delantero que menos oportunidades necesita para hacer un gol.
Cada vez que San Lorenzo jugó mejor que su rival, pudo cristalizarlo en el marcador. Eso se llama contundencia. No sólo por la precisión de sus atacantes, sino también por la calidad de sus llegadas. Muchos goles han incluido la vieja y querida fórmula del desborde con centro atrás. Definiciones de Gata, Lavezzi y Silvera han sido verdaderos pases a la red. Entre los tres mosqueteros, suman 18 de los 32 goles. No es casualidad. En los equipos de Ramón, los delanteros se llevan la mayor cantidad de festejos. San Lorenzo había terminado el campeonato pasado con 29 tantos a favor en 18 partidos, una cifra muy cercana a la de este Clausura. Pero había recibido ¡33! (7 ante Boca, 5 ante River, 4 ante Quilmes) contra los apenas 16 de este título.
¿Cómo se produjo semejante vuelco con los mismos jugadores? Primero, con rendimientos individuales superiores a los del Apertura. Tula, Méndez y Bottinelli se hicieron fuertes en el área propia y marcaron goles clave en la de enfrente. Orion mostró seguridad y transmitió tranquilidad. Sin embargo, el cambio más importante fue conceptual. Apostó a defenderse con la posesión del balón y, cuando no pudo, marcó por presión a los adversarios en la zona de gestación, bien lejos de su arquero. Algunos sufridos finales llenos de centros (Banfield, Lanús, Independiente) no representan la figura completa. Sólo Argentinos admitió menos situaciones de gol que el campeón en todo el Clausura. Le llegaron poco y cuando lo atacaron apareció su última línea para garantizar el resultado. Por eso ganó muchos partidos (10 de 13 triunfos) por la mínima diferencia. Marcó el primer gol en 14 juegos. Ganó 13 y sólo empató con Argentinos, que lo complicó muchísimo. Merecen una mención especial los laboriosos chicos de la casa que tanto colaboraron con la construcción del muro. Caso curioso el de las divisiones juveniles de San Lorenzo. Al final, los defensivos y silenciosos Alvarado, Bianchi Arce, Acevedo y Voboril perduraron y produjeron mucho más que los ofensivos y promocionados Pitu Barrientos, Montillo y Luna, atrapados en el post-Romagnoli. Quizás le falte brillo, pero le sobra justicia a esta consagración. Ningún campeón de torneo corto pasa a la historia grande. Sólo entra en los libros si se trata de un ciclo exitoso.
Domingo 10 de junio de 2007. Orion; Tula, Bianchi, Bottinelli; Rivero, Ledesma, Hirsig, Ferreyra; Fernández, Lavezzi, Silvera. San Lorenzo le gana 4-2 a Arsenal y se consagra campeón del Clausura. El equipo se retira ovacionado por los hinchas. Para encontrar la increíble diferencia con el Apertura, todos miran hacia el banco.
UN EQUIPO MILLONARIO... DE ESPÍRITU
DANIEL ARCUCCI
DE LA REDACCIÓN DE LA NACION
Ya son tantos los ejemplos en los últimos tiempos que debería aceptarse como una máxima de esta ciencia inexacta que es el fútbol: la rabia y el sufrimiento se han convertido en el principal combustible para conseguir las victorias.
Rabia y sufrimiento que surgen de sentirse agredidos, rabia y sufrimiento que surgen de sentirse menospreciados. Rabia y sufrimiento que surgen y en el camino se transforman en unión, en ganas, en convicción, en espíritu ganador.
Muchos de estos jugadores de San Lorenzo, la mayoría de ellos, que hoy festejan y son adorados por su público, ayer nomás, hace una rueda, lloraban y eran literalmente agredidos por sus propios hinchas. Después de perder 7 a 0 con Boca y 5 a 1 con River, habían tocado fondo.
Algunos de estos jugadores de San Lorenzo, los suficientes como para ser parte de una columna, que hoy celebran y son considerados decisivos, no hace mucho, en diferentes tiempos y circunstancias, fueron menospreciados por un club. Por distintas razones, alguien había evaluado que no eran aptos para ponerse la camiseta de River.
Al frente de todos estos jugadores de San Lorenzo se puso un hombre que, paradójicamente, podía hacerse cargo de los prejuicios que pesaban sobre cada uno de ellos por haberlos sufrido en carne propia: de Ramón Díaz se decía que sólo era capaz de ganar con un plantel de estrellas; a Ramón Díaz se lo dejó ir de River sin que se interpusiera un solo gesto para evitarlo y tampoco se hicieron demasiados esfuerzos para que volviera.
Fue él, seguramente, quien le hizo creer a Tula que es un verdadero Káiser con presencia en las dos áreas y no la sexta alternativa dentro de un plantel; al Malevo Ferreira, que puede volver a ser un jugador de selección como lo era antes de exiliarse en Rusia y que no merecía que se le cerraran puertas al volver; a la Gata Fernández, que podía ser importante en cualquier equipo de la Argentina; al Lobo Ledesma, que podía pensar en relanzar su carrera en vez de aceptar un declive que parecía natural, y a Lavezzi, finalmente, lo convenció de que estaba en un equipo grande, realmente grande, y que no necesitaba irse a otro para sentirlo.
Fueron cada uno de ellos y todos los demás -porque en este equipo las figuras son todos y es nadie al mismo tiempo- que San Lorenzo se transformó en millonario de espíritu. Capaz de transformar la rabia y el sufrimiento, las agresiones y el menosprecio, en una triunfal alegría para jugar.
Aca las reacciones
MIREN HACIA EL BANCO, ALLÍ ESTÁ LA DIFERENCIA
JUAN PABLO VARSKY
PARA LA NACION
Todos miraban al banco ese día. Sábado 2 de diciembre de 2006. San Lorenzo empataba 2-2 con Arsenal por la 18» fecha del Apertura y se retiraba insultado por los hinchas. Vale la pena repasar la formación: Saja; Tula, Quatrocchi, Méndez, Bottinelli; A. González, Husain, Rivero, Ferreyra; Lavezzi, Silvera. Comparándola con la de ayer, hay cinco cambios: Orion por Saja, Bianchi Arce por Méndez, Hirsig por A. González, Gastón Fernández por Quatrocchi y Ledesma por Husain. Sólo Gata y Lobo llegaron a principios de este año. Los restantes ya estaban en el grupo del campeonato pasado, donde San Lorenzo sacó 16 puntos en las primeras siete fechas y nada más que 9 en las últimas once (el match con Racing se jugó este año). Ese colapso le costó el cargo a Ruggeri, antecesor al campeón como ocurrió con Manuel Pellegrini hace seis años, un número talismán. En la historia reciente, San Lorenzo ha festejado sus títulos con simetría temporal: Clausura 95, Clausura 01 y Clausura 07.
El 23 de diciembre de 2006 fue presentado Ramón Díaz como nuevo DT. Tras cuatro años y medio de viajes, campo y muchos asados, el riojano más famoso (¿hay otro?) regresaba al fútbol argentino. No era la primera opción para el presidente Savino, quien prefería el perfil bajo de Leo Astrada. De entrada, Ramón absorbió toda la expectativa, cargó todo el peso en su mochila y liberó a los futbolistas. Méndez se quería retirar, Lavezzi se quería ir a River, a Ferreyra lo querían linchar Hasta Sebastián Saja, el más "cuervo" de todos, aceptó la propuesta de Gremio y se marchó rumbo a Porto Alegre.
Nadie se imaginaba que, a seis meses de aquella decisión, todo iba a salir tan bien. A Saja, finalista de la Libertadores, le ha ido muy bien sin San Lorenzo. Y a San Lorenzo le ha ido muy bien sin Saja. Nunca lo dirá públicamente, pero el DT ya había elegido a Orion por su estilo de anticiparse a las jugadas, dominando el arco y el área. Saja llena el otro formulario y se destaca por sus reacciones que incluyen potencia de piernas y atajadas espectaculares. El entrenador ya había pasado por una situación similar en el último River que le tocó dirigir (temporada 2001-2002). Entre Costanzo y Comizzo, eligió a este último. Por la misma razón: le gusta más un arquero que se anticipe a las acciones de juego.
En la pretemporada de verano, Ramón vendió humo y jugó con refuerzos estelares: Ayala, Sorín, Solari Siguió divirtiéndose afuera, pero el gran aporte lo hizo para adentro. Anunciar grandes nombres (que no iban a llegar) motiva a un plantel que empieza a sentirse importante, individual y colectivamente. La sensación del grupo es: "El que venga deberá ser demasiado bueno para ocupar nuestro lugar ". Para un plantel golpeado por los resultados y triturado por los aficionados, la confianza del DT se parece mucho a un tesoro. Por supuesto que llegaron refuerzos, pero para atender necesidades del equipo y no para cortar cabezas. "Que se vayan todos", gritaban los hinchas en diciembre de 2006.
Se fueron pocos: Saja, Quatrocchi y Husain. Llegaron sólo tres nuevos. El paraguayo Torres no pasó de pieza complementaria. Pero los otros dos resultaron fundamentales. Lobo Ledesma organizó el equipo y le dio sentido a la tenencia del balón, idea a la que San Lorenzo sólo renunció cuando el rival lo apretó contra su propio arco. Gata Fernández aportó goles y talento en los metros de la verdad, ahí donde el campeón se equivocó muy poco. Según Datadistic, San Lorenzo es el undécimo equipo del campeonato a la hora de crear situaciones de gol con un promedio de 4,8 por encuentro. Pero es el primero del ranking, por lejos, cuando hablamos del aprovechamiento de esas chances. Por ejemplo, Silvera no rompe pechos de arqueros y mira los palos para definir. Es el delantero que menos oportunidades necesita para hacer un gol.
Cada vez que San Lorenzo jugó mejor que su rival, pudo cristalizarlo en el marcador. Eso se llama contundencia. No sólo por la precisión de sus atacantes, sino también por la calidad de sus llegadas. Muchos goles han incluido la vieja y querida fórmula del desborde con centro atrás. Definiciones de Gata, Lavezzi y Silvera han sido verdaderos pases a la red. Entre los tres mosqueteros, suman 18 de los 32 goles. No es casualidad. En los equipos de Ramón, los delanteros se llevan la mayor cantidad de festejos. San Lorenzo había terminado el campeonato pasado con 29 tantos a favor en 18 partidos, una cifra muy cercana a la de este Clausura. Pero había recibido ¡33! (7 ante Boca, 5 ante River, 4 ante Quilmes) contra los apenas 16 de este título.
¿Cómo se produjo semejante vuelco con los mismos jugadores? Primero, con rendimientos individuales superiores a los del Apertura. Tula, Méndez y Bottinelli se hicieron fuertes en el área propia y marcaron goles clave en la de enfrente. Orion mostró seguridad y transmitió tranquilidad. Sin embargo, el cambio más importante fue conceptual. Apostó a defenderse con la posesión del balón y, cuando no pudo, marcó por presión a los adversarios en la zona de gestación, bien lejos de su arquero. Algunos sufridos finales llenos de centros (Banfield, Lanús, Independiente) no representan la figura completa. Sólo Argentinos admitió menos situaciones de gol que el campeón en todo el Clausura. Le llegaron poco y cuando lo atacaron apareció su última línea para garantizar el resultado. Por eso ganó muchos partidos (10 de 13 triunfos) por la mínima diferencia. Marcó el primer gol en 14 juegos. Ganó 13 y sólo empató con Argentinos, que lo complicó muchísimo. Merecen una mención especial los laboriosos chicos de la casa que tanto colaboraron con la construcción del muro. Caso curioso el de las divisiones juveniles de San Lorenzo. Al final, los defensivos y silenciosos Alvarado, Bianchi Arce, Acevedo y Voboril perduraron y produjeron mucho más que los ofensivos y promocionados Pitu Barrientos, Montillo y Luna, atrapados en el post-Romagnoli. Quizás le falte brillo, pero le sobra justicia a esta consagración. Ningún campeón de torneo corto pasa a la historia grande. Sólo entra en los libros si se trata de un ciclo exitoso.
Domingo 10 de junio de 2007. Orion; Tula, Bianchi, Bottinelli; Rivero, Ledesma, Hirsig, Ferreyra; Fernández, Lavezzi, Silvera. San Lorenzo le gana 4-2 a Arsenal y se consagra campeón del Clausura. El equipo se retira ovacionado por los hinchas. Para encontrar la increíble diferencia con el Apertura, todos miran hacia el banco.
UN EQUIPO MILLONARIO... DE ESPÍRITU
DANIEL ARCUCCI
DE LA REDACCIÓN DE LA NACION
Ya son tantos los ejemplos en los últimos tiempos que debería aceptarse como una máxima de esta ciencia inexacta que es el fútbol: la rabia y el sufrimiento se han convertido en el principal combustible para conseguir las victorias.
Rabia y sufrimiento que surgen de sentirse agredidos, rabia y sufrimiento que surgen de sentirse menospreciados. Rabia y sufrimiento que surgen y en el camino se transforman en unión, en ganas, en convicción, en espíritu ganador.
Muchos de estos jugadores de San Lorenzo, la mayoría de ellos, que hoy festejan y son adorados por su público, ayer nomás, hace una rueda, lloraban y eran literalmente agredidos por sus propios hinchas. Después de perder 7 a 0 con Boca y 5 a 1 con River, habían tocado fondo.
Algunos de estos jugadores de San Lorenzo, los suficientes como para ser parte de una columna, que hoy celebran y son considerados decisivos, no hace mucho, en diferentes tiempos y circunstancias, fueron menospreciados por un club. Por distintas razones, alguien había evaluado que no eran aptos para ponerse la camiseta de River.
Al frente de todos estos jugadores de San Lorenzo se puso un hombre que, paradójicamente, podía hacerse cargo de los prejuicios que pesaban sobre cada uno de ellos por haberlos sufrido en carne propia: de Ramón Díaz se decía que sólo era capaz de ganar con un plantel de estrellas; a Ramón Díaz se lo dejó ir de River sin que se interpusiera un solo gesto para evitarlo y tampoco se hicieron demasiados esfuerzos para que volviera.
Fue él, seguramente, quien le hizo creer a Tula que es un verdadero Káiser con presencia en las dos áreas y no la sexta alternativa dentro de un plantel; al Malevo Ferreira, que puede volver a ser un jugador de selección como lo era antes de exiliarse en Rusia y que no merecía que se le cerraran puertas al volver; a la Gata Fernández, que podía ser importante en cualquier equipo de la Argentina; al Lobo Ledesma, que podía pensar en relanzar su carrera en vez de aceptar un declive que parecía natural, y a Lavezzi, finalmente, lo convenció de que estaba en un equipo grande, realmente grande, y que no necesitaba irse a otro para sentirlo.
Fueron cada uno de ellos y todos los demás -porque en este equipo las figuras son todos y es nadie al mismo tiempo- que San Lorenzo se transformó en millonario de espíritu. Capaz de transformar la rabia y el sufrimiento, las agresiones y el menosprecio, en una triunfal alegría para jugar.