Post by realeagle on Oct 17, 2007 17:34:45 GMT -5
Javier Zanetti: El récord del hombre cualquiera
Por Cristian Grosso
De la Redacción de LA NACION
Lloraba desconsolado en un depósito lleno de cajas. Después de luchar contra decenas de trabas burocráticas, Javier Zanetti había conseguido inaugurar una fundación para ayudar a los pibes del barrio. Pero su emoción no se debía a la apertura de ese viejo galpón de la calle Bouchard, en Lanús, ahora reciclado, sino porque se había conmovido al descubrir las caritas de miedo de los chicos cuando llegó la hora de bañarlos. La ducha era algo desconocido para ellos; se abrazaban a las maestras, estaban aterrados. Javier, que atravesó una infancia de privaciones y zapatillas agujereadas, entendió que la tarea que les esperaba hasta incluiría incorporar a los chicos a la cultura de la higiene.
Zanetti fue siempre el mismo. En mayo de 1995, cuando Internazionale le pagó a Banfield 2.900.000 dólares por su pase, la propuesta de LA NACION Deportiva fue hacerle una entrevista y fotografiarlo luciendo un traje. Con estilo italiano , era la idea del título para aquella nota, teniendo en cuenta que en poco tiempo viviría en la cuna de la moda. Pero Javier no tenía un traje; siquiera recordaba si alguna vez se había puesto uno. Un tipo sencillo, que evoca con cariño las changas con Rodolfo, su padre albañil; los días al frente de la verdulería de un primo, y aquel Fiat 147 beige, su primer auto. Soñó con ser abogado, pero el destino quiso que fuera futbolista. Aunque, en la 9a división de Independiente, José Santoro y Ricardo Pavoni le dijeron a Violeta, la madre de Javier, que ya no lo llevara porque no tendría futuro en el fútbol.
Este hombre, que en Italia es más reconocido que aquí -hasta tiene una estatua en el museo del estadio Giuseppe Meazza-, anoche alcanzó el récord de presencias con 115 partidos en la selección. El mismo privilegio que en sus países lucen el brasileño Cafú, el inglés Peter Shilton, el francés Lilian Thuram, el alemán Lothar Matthäus y el italiano Paolo Maldini. Zanetti lo logró sin estridencias ni actitudes contestatarias, aunque lo hayan señalado con saña como la bandera de una generación de perdedores.
¿Qué impulsa a Zanetti para permanecer en la selección? No es el dinero. Ni siquiera el envión ególatra de alzar un trofeo como capitán, porque entre su edad (34 años) y el calendario internacional -el próximo Mundial llegará en 2010 y la nueva Copa América será en 2011- no habrá complicidad. ¿Entonces? Amor por la camiseta; auténtico orgullo. Cuando llegó a Internazionale, sin saber aún si se quedaría en Milán o lo cederían a un club menor porque el cupo de extranjeros estaba cubierto con los holandeses Wim Jonk y Bergkamp, el macedonio Darko Pancev y el uruguayo Sosa, Javier incluyó en el contrato una cláusula que lo autorizara a integrar la selección todas las veces que fuese citado. Entonces, esa declaración de prioridades ya denunciaba su sensibilidad. Tesón, compromiso y generosidad, virtudes que distinguen a Zanetti. Valores que también puede exhibir el fútbol, aunque en las últimas semanas hayan intentado demonizarlo.
Por Cristian Grosso
De la Redacción de LA NACION
Lloraba desconsolado en un depósito lleno de cajas. Después de luchar contra decenas de trabas burocráticas, Javier Zanetti había conseguido inaugurar una fundación para ayudar a los pibes del barrio. Pero su emoción no se debía a la apertura de ese viejo galpón de la calle Bouchard, en Lanús, ahora reciclado, sino porque se había conmovido al descubrir las caritas de miedo de los chicos cuando llegó la hora de bañarlos. La ducha era algo desconocido para ellos; se abrazaban a las maestras, estaban aterrados. Javier, que atravesó una infancia de privaciones y zapatillas agujereadas, entendió que la tarea que les esperaba hasta incluiría incorporar a los chicos a la cultura de la higiene.
Zanetti fue siempre el mismo. En mayo de 1995, cuando Internazionale le pagó a Banfield 2.900.000 dólares por su pase, la propuesta de LA NACION Deportiva fue hacerle una entrevista y fotografiarlo luciendo un traje. Con estilo italiano , era la idea del título para aquella nota, teniendo en cuenta que en poco tiempo viviría en la cuna de la moda. Pero Javier no tenía un traje; siquiera recordaba si alguna vez se había puesto uno. Un tipo sencillo, que evoca con cariño las changas con Rodolfo, su padre albañil; los días al frente de la verdulería de un primo, y aquel Fiat 147 beige, su primer auto. Soñó con ser abogado, pero el destino quiso que fuera futbolista. Aunque, en la 9a división de Independiente, José Santoro y Ricardo Pavoni le dijeron a Violeta, la madre de Javier, que ya no lo llevara porque no tendría futuro en el fútbol.
Este hombre, que en Italia es más reconocido que aquí -hasta tiene una estatua en el museo del estadio Giuseppe Meazza-, anoche alcanzó el récord de presencias con 115 partidos en la selección. El mismo privilegio que en sus países lucen el brasileño Cafú, el inglés Peter Shilton, el francés Lilian Thuram, el alemán Lothar Matthäus y el italiano Paolo Maldini. Zanetti lo logró sin estridencias ni actitudes contestatarias, aunque lo hayan señalado con saña como la bandera de una generación de perdedores.
¿Qué impulsa a Zanetti para permanecer en la selección? No es el dinero. Ni siquiera el envión ególatra de alzar un trofeo como capitán, porque entre su edad (34 años) y el calendario internacional -el próximo Mundial llegará en 2010 y la nueva Copa América será en 2011- no habrá complicidad. ¿Entonces? Amor por la camiseta; auténtico orgullo. Cuando llegó a Internazionale, sin saber aún si se quedaría en Milán o lo cederían a un club menor porque el cupo de extranjeros estaba cubierto con los holandeses Wim Jonk y Bergkamp, el macedonio Darko Pancev y el uruguayo Sosa, Javier incluyó en el contrato una cláusula que lo autorizara a integrar la selección todas las veces que fuese citado. Entonces, esa declaración de prioridades ya denunciaba su sensibilidad. Tesón, compromiso y generosidad, virtudes que distinguen a Zanetti. Valores que también puede exhibir el fútbol, aunque en las últimas semanas hayan intentado demonizarlo.