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Post by aguiluchomayor on Mar 26, 2006 16:27:31 GMT -5
En un partido que River pudo liquidar con solvencia por cosas del destino (y de un super clasico) termino empatando a 1. A boca este triunfo le sabe a victoria por que la saco barata, deja la mesa servida para cuando les toque ir al monumental.
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Post by realeagle on Mar 27, 2006 9:07:11 GMT -5
A river le falto ganas para liquidar el partido, le falto eso que a Boca le sobra. Pero siendo sinceros antes del golazo de Farias, la banda roja no habia hecho nada para mercer el gol. Cuando estaba Boca con 9, me extraño que Pasarella les pidiera esperar atrás, de ahi entro el Mellizo y la zaga de River no supo que hacer. Bien el arbitro, en las tres expulsiones y el penal, ademas hay que decir que nuevamente el super clasico quedo a deber. saludos
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Post by aguiluchomayor on Mar 27, 2006 11:33:18 GMT -5
De acuerdo en algunos puntos. River en los ultimos 10 minutos domino a placer y sino fuera por la mala punteria y una vez el poste. El marcador habria terminado 3 a 0. Creo que Boca no tiene mucho para aspirar a dar la vuelta este torneo. La consistencia de Pasarella se esta sintiendo en el Millo.
Para mi que se viene otra vuelta mas para el Millo
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Post by realeagle on Mar 27, 2006 12:34:51 GMT -5
"Debo ser el jugador más odiado por los hinchas de River": Guillermo Barros Schelotto
Vibrante: Boca festejó el empate como un triunfo Perdía 1 a 0 y llegó a jugar con dos menos por expulsiones; River no supo definir de contraataque y Barros Schelotto, un viejo zorro de los clásicos, fue el protagonista al provocar el penal para la igualdad 1 a 1
Hay partidos que no necesitan una explicación futbolística, porque ésta queda minimizada por las circunstancias. Se debe recurrir a lo simbólico para entenderlos. Esa es la mejor manera de enfocar este clásico. Un encuentro que, más allá de su multifacético y vertiginoso final, pasará a la historia como el que sirvió para elevar definitivamente a Guillermo Barros Schelotto a la dimensión de patrono de Boca y del superclásico. Ese cierre, en el que el mellizo fue paseado en andas como un gran campeón, casi como una deidad, tuvo una fuerte carga simbólica.
En su peor momento, Boca había sido rescatado por su ídolo, en quien su gente tiene confianza ciega y absoluta. Por más que esté gastando sus últimos cartuchos, que esté en el crepúsculo de su carrera, que el técnico lo confine por largos ratos al banco de los suplentes. Y seguramente todo lo citado es cierto; Barros Schelotto ya no está para los grandes trotes, pero sí para hacerse valer por picardía y personalidad.
El Mellizo es el talismán de Boca, y más si enfrente está River, víctima repetida de sus ocurrencias. Los hinchas de Boca pidieron por su ingreso como si estuvieran invocando a un salvador, y él les respondió como el gestor de una igualdad que en la Bombonera se festejó con el mismo éxtasis que una victoria.
Si Boca celebró el 1 a 1 como una hazaña se debió a que de por medio estuvo su héroe favorito. El hombre al que le bastó con ingresar en los últimos diez minutos para ser recordado por mucho tiempo. Quizá sea exagerado afirmar que Boca no perdió gracias al Mellizo, pero no se pueden desconocer sus poderes especiales para los grandes acontecimientos.
Se impone recorrer el clásico de atrás hacia adelante. Boca estaba al borde del abismo. No sólo perdía, sino que se exponía a recibir más goles porque se habían ido expulsados Abbondanzieri y Krupoviesa, ambos de manera justificada. En el arco debutaba Migliore y River encontraba amplios espacios para sus contraataques. Sólo un milagro o la desidia de River podían evitar la caída xeneize. Hubo algo de las dos cosas. De la primera se encargó el personaje de la tarde; la segunda se reflejó en las tres ocasiones que desperdició River -dos con Farías y una con Gallardo- para liquidar el pleito.
Fue entonces cuando entró en acción Barros Schelotto. Empezó a manejar todo, hasta los efectos especiales, porque provocó la expulsión de Tula, en una decisión exagerada de Pezzotta, que quizá se sintió condicionado por las dos tarjetas rojas mostradas a Boca. Nueve contra diez, al equipo de Basile le volvió el alma al cuerpo. Y el Mellizo se sintió en su salsa para fabricarse una situación. Porque le podrá faltar velocidad, pero en el área no le tiemblan las piernas y la cintura aún le responde. Inventó un jugada de potrero entre Ahumada, Ferrari y Cáceres, que cayó en la trampa que le tendió Barros Schelotto: le hizo penal. Su viejo socio Palermo, que había estado toda la tarde a contramano, reverdeció laureles de otros clásicos con la conversión del penal.
El empate le dejó un sabor amargo a River. Como ocurrió en otros clásicos en la primera etapa de Passarella, no supo resolver en situación ventajosa. Como si no supiera despojarse de ciertas fatalidades. Paradójicamente, no supo rematar el partido cuando Boca era un descalabro, pero en el primer tiempo se había puesto al frente sin ser superior. Se defendía con orden y sorprendió con el golazo de Farías desde fuera del área.
Boca era empuje sin ideas. Trataba de cubrir la falta de juego y serenidad con infinidad de pelotazos. A Palacio no lo acompañaban y Gago veía jugadas que sólo él entendía. Con un punzante Montenegro, River podía desnivelar de contraataque. Boca estaba peligrosamente expuesto y era cuestión de que River ajustara el último pase o remate.
El partido entró en un remolino por las expulsiones, y el visceral aliento de la gente de Boca era un canto contra la adversidad. El partido se disputaba a corazón abierto. Llegó el increíble empate y las posiciones del Clausura -eso tan importante que estaba en juego- dejaron de importar. Una oleada sentimental recorrió la Bombonera. No había nada más fuerte que el entrañable afecto que une a Boca con Barros Schelotto. En un fútbol cada vez más falto de referentes, la felicidad de Boca era doble por obra de su símbolo favorito.
Guillermo, un clásico guionista Juan Pablo Varsky Para LA NACION Se terminaba un clásico idéntico al del Clausura 04: 1-0 River en la Bombonera, con gol de su número 9 en el arco de las bandejas polémicas y el arbitraje de Pezzotta que había expulsado a dos futbolistas locales y a uno visitante. Las coincidencias asombraban en ese final inevitable. Pero el ídolo que no se rinde salió del banco a pedido del público y se animó a cambiar el guión. Como en el Clausura 03, cuando un doblete suyo transformó en empate una derrota segura. A pura gambeta, Barros Schelotto fabricó una jugada modelo 98 e inventó el penal con esa astucia sin fecha de vencimiento. Palermo, invisible durante todo el partido, renovó su credencial de goleador en el clásico y consumó un auténtico milagro futbolero. Guillermo se llevó el paseo en andas, en una imagen melliza de aquel tributo palermitano en la Libertadores 2000.
Alfio Basile, Mr. Equipo de Memoria, frente a Daniel Passarella, Mr. Rotación. La madre de todas las batallas tuvo en el banco a dos ex seleccionadores nacionales. Ninguno pudo cantar victoria en el duelo de ayer. Aferrado casi caprichosamente a su principio de los mismos once, cueste lo que cueste, Coco no mostró sus reflejos marca registrada mientras el partido aún no se había roto con las expulsiones. La permanencia del goleador y la entrada del ídolo resultaron decisivas, pero no corresponde acreditarlas en la cuenta corriente del DT que explicó sus decisiones en la conferencia de prensa. “Para eso tengo jugadores que pueden cambiar el partido”, dijo sobre el suplente que nunca pone y que ayer lo salvó de mayores cuestionamientos.
El ex Káiser se pasó de rosca con la rotación. Si bien su estrategia de mover permanentemente el plantel funcionó muy bien durante el año, en el segundo tiempo el equipo le dio señales para no tocarlo, gobernando con autoridad. Sin embargo, eligió el pasado de Gallardo para reemplazar al promisorio presente de Higuaín. Más allá de la provocada expulsión de Abbondanzieri, Muñeco eligió mal y ejecutó peor en sus 30 minutos de acción. Passarella prefirió criticar a Pezzotta y chicanear: “Festejaron como equipo chico” .
No le carguemos deudas ajenas: fueron sus jugadores quienes perdonaron a Boca. Con errores y polémicas, el clásico dejó mucho material desde el juego para enterrar una triste semana previa en la que Mauricio Macri y José María Aguilar interrumpieron con palabras inoportunas un interesante vínculo entre presidentes. Pero el personaje de la semana fue Javier Castrilli. Su “extraordinaria” decisión de retirar las butacas de la primera bandeja visitante para que ingresen 1500 hinchas más le quitaron definitivamente credibilidad a su pasado de árbitro y autoridad a su futuro de funcionario. Adiós Sheriff. En la Argentina, evidentemente, la cuestión de la seguridad sólo importa después de una tragedia.
Pato Abbondanzieri se suma a las víctimas del clásico. Sus dos únicas intervenciones influyeron en el resultado: salió innecesariamente en el gol de Farías y le agregó un capítulo a su intensa rivalidad con Gallardo, devolviendo aquel arañazo con un topetazo en el círculo central. Mostró carácter Pablo Migliore, de quien nadie podrá decir que tuvo miedo escénico. Tecla Farías se reivindicó. Su delicioso toque para el 1-0 en plena supremacía de Boca se convirtió en ese gol importante que todos le reclamaban. Aún lejos de su mejor nivel, Rodrigo Palacio también merece su lugar entre los destacados. Encaró mil veces y nunca renunció al partido. Gonzalo Higuaín y Fernando Gago demostraron que la buena técnica es compatible con el imprescindible carácter para jugar clásicos. Daniel Díaz y Julio Cáceres demostraron con su firmeza por qué ejercen de Basile y Passarella respectivamente dentro de la cancha.
No nos podemos quejar: el clásico tuvo de todo. Se nutrió de escenas sacadas de episodios anteriores y resultó muy original. Un veterano y exitoso guionista de la serie cambió la trama a último momento y con el giro del final demostró que está vivo y vigente. Desviar la atención no es bueno Por Martín Castilla De la Redacción de LA NACION
El primer provecho que el técnico de River, Daniel Passarella, puede sacarle al empate con sabor amargo de ayer es una lección vieja y simple: el fútbol hoy es demasiado duro y exigente como para desperdiciar las oportunidades y las ventajas que se presentan para quedarse con una victoria. Salvo escasas excepciones, los partidos no se ganan con una prestación concentrada en algunos minutos y el piloto automático en otros.
Tanto el técnico como los jugadores reiteraron en sus expresiones que "Boca festejó como un equipo chico" o que "el árbitro se apresuró en la expulsión de Tula". Desviar la atención a la hora de analizar por qué se escapó el triunfo no es saludable. River se equivocó feo: no aprovechó la superioridad numérica y los varios contraataques que tuvo para dar el golpe de knock-out. Y lo pagó caro.
Tan lejos se vio a Boca del triunfo en algún momento del partido, que ahora, con los hechos consumados, se entiende por qué festejó como una proeza. Y Passarella, un hombre de muchas hazañas en el fútbol, debe reconocerlo.
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Post by realeagle on Mar 27, 2006 12:35:34 GMT -5
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Post by georgerotten on Mar 27, 2006 22:21:53 GMT -5
boca kle hizo wevos ayer. por la forma en que se desarrollo el partido en su primer tiempo en el que boca fue superior en volumen de juego y en llagadas a river, y las condiciones que sucedieron en el segundo tiempo no me queda mas que decir que le hicieron wevos. a river le paso, lo que le ha pasado al aguila ultimamnete, perdono y la cago. passarella deberia de reconocer que el rival que tubo enfrente lo supero por momento y mostro algo que todos los equipos deben tener (wevos).
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Post by penguintejada on Apr 3, 2006 8:22:06 GMT -5
Y que le paso este finde a la gallina pues? , jijijiji!; no pudieron los de Nuñez contra Lanús!!! Tamos igual en la punta!, pero que viva el Aguila mejor!!!
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