Post by aguiluchomayor on Oct 8, 2006 17:24:45 GMT -5
River tuvo su tarde soñada ante Boca
Le ganó 3 a 1 en el Monumental, donde hubo casi 65 mil personas. Higuaín metió dos golazos y otro fue de Farías. Palacio había empatado con un derechazo alto. Belluschi la rompió y Silvestre fue expulsado. El equipo de Passarella quedó a sólo un punto del actual campeón y le dio emoción al Apertura.
La pelota empezó a rodar y terminó la partida de ajedrez entre Daniel Passarella y Ricardo La Volpe. Que juega Gallardo, que juega Ferrari. Que va Dátolo, o Franzoia. Domingo o Jesús. Farías o Falcao. Hasta pocos minutos antes del comienzo del Superclásico los dos técnicos habían jugado a las escondidas durante toda una semana, como siempre, cargada de tensiones y declaraciones cruzadas: la previa al Superclásico del fútbol argentino.
Los locales llegaban luego de perder puntos en los últimos minutos de sus dos últimos choques, contra Colón y Belgrano. Con la presión de la gente que exigía terminar con una racha adversa contra el eterno rival. Y con el agregado de la deserción de Ariel Ortega por problemas personales. Los visitantes, motivados luego de dar vuelta el partido contra Vélez. Y con la certeza de que un empate en El Monumental era un resultado aceptable, porque dejaría las cosas tal como estaban en la tabla: Boca con una ventaja de cuatro puntos.
De movida River perdió a uno de sus alfiles. Domínguez y Calvo chocaron fuertemente en la mitad de la cancha. El lateral izquierdo local quedó fuera de combate y Passarella tuvo que improvisar: entró el juvenil Abelairas para jugar por izquierda y Zapata tomó la posición lateral izquierdo que dejó Domíguez. En el ínterin Boca aprovechó la superioridad numérica por ese sector para llegar dos veces. Gonzalo Higuaín, una de las torres sobre la que se viene apoyando la producción del equipo de Núñez, había anunciado antes con un disparo fortísimo que pegó en el palo, con Bobadilla vencido. El delantero seguía sufriendo de sequía goleadora.
Los dos técnicos poblaron el mediocampo de peones. Allí, entendían, estaba la clave para abrir el partido. El que ganara la pulseada en ese sector, el que consiguiera sacar la mínima luz de ventaja, podía torcer la historia a su favor. Curiosamente los dos equipos conseguían desequilibrar por el sector derecho. Neri Cardozo se le empezó a escapar a Zapata y complicaba al fondo local con sus veloces corridas. Ferrari e Higuaín se encontraban para exigir a Morel Rodríguez. Gago aparecía muy solo en el círculo central y Passarella le pedía a gritos a Belluschi que lo encimara para evitar que naciera el fútbol de Boca.
Seguían tablas, cuando lentamente Boca empezó a dominar el juego. River, que había empezado con más ímpetu, se fue diluyendo y no conseguía hilar una jugada colectiva. Pero un error de Bobadilla en una salida del arco generó en una falta de Silvestre a Farías. De la pelota parada, Belluschi buscó el centro del área. Hubo una serie de rebotes, e Higuaín, de taco, se amigó con el gol después de cuatro fechas. Y estalló El Monumental.
La alegría les duró exactamente dos minutos a los locales. Porque aparecieron los caballos de La Volpe: Gago y Palacio, una combinación repetida en los últimos tiempos. El volante encontró en el área al delantero, que se sacó de encima a Nasuti para pegarle alto, al segundo palo de Carrizo, y poner la igualdad. El empate estaba más acorde con lo que había sucedido hasta entonces en la cancha.
Los goles le hicieron bien al partido porque los dos equipos empezaron a cambiar ataque por ataque y el Supeclásico se abrió. Con más ganas que fútbol, más lucha que juego asociado, como suele ser en estos choques. Higuaín siguió desequilibrando por derecha. Palermo y, sobre todo, Palacio complicaban a la defensa de River. Gago, peligrosamente descuidado en el medio por los volantes locales, clarificaba el juego para Boca. El tercer gol podía caer antes de que se terminara la primera mitad. Pero se fueron a los vestuarios igualados.
Empezó mejor River el segundo tiempo. Boca se retrasó peligrosamente y los locales empezaron a acercarse al área del arquero Bobadilla. Al minuto, el Cata Díaz despejó un centro atrás de Higuaín que esperaba por el centro, relamiéndose, Farías. Belluschi empezó a prevalecer en el medio y a encontrarse con Higuaín. A los 8, los dos armaron una pared fantástica y el delantero quedó solo frente al arquero. Lo eludió con un quiebre de la cintura y con un toque de zurda puso una vez más arriba a los locales. Otra vez estalló El Monumental.
Y también casi se repite la historia del primer tiempo. Porque Boca empezó a presionar y estuvo a punto de empatar en un tiro libre que derivó en una confusa jugada, en la que la pelota pegó dos veces en el travesaño de Carrizo. Volvió a encenderse el partido porque el equipo de La Volpe fue a buscar la igualdad con mucha gente y los de Passarella se pararon de contraataque. Farías estuvo a punto de marcar el tercero, pero Bobadilla lo impidió.
Si en el primer tiempo se había destacado la dupla Gago-Palacio por encima del resto, en el segundo sobresalió la pareja Belluschi-Higuaín. El volante de River fue el que mejor entendió cómo conservar la ventaja y buscar aumentarla. A los 22, habilitó con mucha precisión a Farías quien definió muy bien sobre la salida de Bobadilla. Ahora sí, jaque a Boca.
Entonces La Volpe movió las piezas. Con las entradas de Delgado y Bertolo, por Palermo (lesionado) y Calvo, el técnico intentó buscar las variantes que su equipo no encontraba. Belluschi, la figura de la cancha, seguía haciendo de las suyas, porque encontraba muchos espacios pasando la mitad de la cancha. Encima Silvestre protestó y Elizondo le mostró la segunda amarilla. El Cata Díaz jugaba gratis después de pegar su enésima patada. Con 10 jugadores y 1-3 en la chapa, la partida pintaba muy complicada para el líder del torneo, que dejaba en El Monumental un invicto de 22 partidos.
De ahí al final, los de Núñez estuvieron más cerca del cuarto, que los xeneizes del descuento. Tarde soñada para River. Con un Belluschi inspirado y un Higuaín imparable, dominó al equipo superganador de los últimos tiempos. Y le dio vida al Apertura 2006 con un jaque mate a Boca. Ni más ni menos.
Le ganó 3 a 1 en el Monumental, donde hubo casi 65 mil personas. Higuaín metió dos golazos y otro fue de Farías. Palacio había empatado con un derechazo alto. Belluschi la rompió y Silvestre fue expulsado. El equipo de Passarella quedó a sólo un punto del actual campeón y le dio emoción al Apertura.
La pelota empezó a rodar y terminó la partida de ajedrez entre Daniel Passarella y Ricardo La Volpe. Que juega Gallardo, que juega Ferrari. Que va Dátolo, o Franzoia. Domingo o Jesús. Farías o Falcao. Hasta pocos minutos antes del comienzo del Superclásico los dos técnicos habían jugado a las escondidas durante toda una semana, como siempre, cargada de tensiones y declaraciones cruzadas: la previa al Superclásico del fútbol argentino.
Los locales llegaban luego de perder puntos en los últimos minutos de sus dos últimos choques, contra Colón y Belgrano. Con la presión de la gente que exigía terminar con una racha adversa contra el eterno rival. Y con el agregado de la deserción de Ariel Ortega por problemas personales. Los visitantes, motivados luego de dar vuelta el partido contra Vélez. Y con la certeza de que un empate en El Monumental era un resultado aceptable, porque dejaría las cosas tal como estaban en la tabla: Boca con una ventaja de cuatro puntos.
De movida River perdió a uno de sus alfiles. Domínguez y Calvo chocaron fuertemente en la mitad de la cancha. El lateral izquierdo local quedó fuera de combate y Passarella tuvo que improvisar: entró el juvenil Abelairas para jugar por izquierda y Zapata tomó la posición lateral izquierdo que dejó Domíguez. En el ínterin Boca aprovechó la superioridad numérica por ese sector para llegar dos veces. Gonzalo Higuaín, una de las torres sobre la que se viene apoyando la producción del equipo de Núñez, había anunciado antes con un disparo fortísimo que pegó en el palo, con Bobadilla vencido. El delantero seguía sufriendo de sequía goleadora.
Los dos técnicos poblaron el mediocampo de peones. Allí, entendían, estaba la clave para abrir el partido. El que ganara la pulseada en ese sector, el que consiguiera sacar la mínima luz de ventaja, podía torcer la historia a su favor. Curiosamente los dos equipos conseguían desequilibrar por el sector derecho. Neri Cardozo se le empezó a escapar a Zapata y complicaba al fondo local con sus veloces corridas. Ferrari e Higuaín se encontraban para exigir a Morel Rodríguez. Gago aparecía muy solo en el círculo central y Passarella le pedía a gritos a Belluschi que lo encimara para evitar que naciera el fútbol de Boca.
Seguían tablas, cuando lentamente Boca empezó a dominar el juego. River, que había empezado con más ímpetu, se fue diluyendo y no conseguía hilar una jugada colectiva. Pero un error de Bobadilla en una salida del arco generó en una falta de Silvestre a Farías. De la pelota parada, Belluschi buscó el centro del área. Hubo una serie de rebotes, e Higuaín, de taco, se amigó con el gol después de cuatro fechas. Y estalló El Monumental.
La alegría les duró exactamente dos minutos a los locales. Porque aparecieron los caballos de La Volpe: Gago y Palacio, una combinación repetida en los últimos tiempos. El volante encontró en el área al delantero, que se sacó de encima a Nasuti para pegarle alto, al segundo palo de Carrizo, y poner la igualdad. El empate estaba más acorde con lo que había sucedido hasta entonces en la cancha.
Los goles le hicieron bien al partido porque los dos equipos empezaron a cambiar ataque por ataque y el Supeclásico se abrió. Con más ganas que fútbol, más lucha que juego asociado, como suele ser en estos choques. Higuaín siguió desequilibrando por derecha. Palermo y, sobre todo, Palacio complicaban a la defensa de River. Gago, peligrosamente descuidado en el medio por los volantes locales, clarificaba el juego para Boca. El tercer gol podía caer antes de que se terminara la primera mitad. Pero se fueron a los vestuarios igualados.
Empezó mejor River el segundo tiempo. Boca se retrasó peligrosamente y los locales empezaron a acercarse al área del arquero Bobadilla. Al minuto, el Cata Díaz despejó un centro atrás de Higuaín que esperaba por el centro, relamiéndose, Farías. Belluschi empezó a prevalecer en el medio y a encontrarse con Higuaín. A los 8, los dos armaron una pared fantástica y el delantero quedó solo frente al arquero. Lo eludió con un quiebre de la cintura y con un toque de zurda puso una vez más arriba a los locales. Otra vez estalló El Monumental.
Y también casi se repite la historia del primer tiempo. Porque Boca empezó a presionar y estuvo a punto de empatar en un tiro libre que derivó en una confusa jugada, en la que la pelota pegó dos veces en el travesaño de Carrizo. Volvió a encenderse el partido porque el equipo de La Volpe fue a buscar la igualdad con mucha gente y los de Passarella se pararon de contraataque. Farías estuvo a punto de marcar el tercero, pero Bobadilla lo impidió.
Si en el primer tiempo se había destacado la dupla Gago-Palacio por encima del resto, en el segundo sobresalió la pareja Belluschi-Higuaín. El volante de River fue el que mejor entendió cómo conservar la ventaja y buscar aumentarla. A los 22, habilitó con mucha precisión a Farías quien definió muy bien sobre la salida de Bobadilla. Ahora sí, jaque a Boca.
Entonces La Volpe movió las piezas. Con las entradas de Delgado y Bertolo, por Palermo (lesionado) y Calvo, el técnico intentó buscar las variantes que su equipo no encontraba. Belluschi, la figura de la cancha, seguía haciendo de las suyas, porque encontraba muchos espacios pasando la mitad de la cancha. Encima Silvestre protestó y Elizondo le mostró la segunda amarilla. El Cata Díaz jugaba gratis después de pegar su enésima patada. Con 10 jugadores y 1-3 en la chapa, la partida pintaba muy complicada para el líder del torneo, que dejaba en El Monumental un invicto de 22 partidos.
De ahí al final, los de Núñez estuvieron más cerca del cuarto, que los xeneizes del descuento. Tarde soñada para River. Con un Belluschi inspirado y un Higuaín imparable, dominó al equipo superganador de los últimos tiempos. Y le dio vida al Apertura 2006 con un jaque mate a Boca. Ni más ni menos.