Post by realeagle on Apr 20, 2005 9:25:40 GMT -5
Menotti se fue de Independiente (mi segundo equipo en la argentina), acá una m uy buena reflexión sobre el adiós del flaco y su inevitable comparación con Bilardo, al final como que el destino los une.
Saludos
realeagle
El fin de los dinosaurios
Con la pitada final del Flaco Menotti, pese a líricos defensores y tacticistas detractores, indefectiblemente llega el final de un ciclo. Y va más allá de este Independiente que no jugó como decía el librito. El DNI delata 66 años, un carnet de socio que no habilita a otro mandato, un Central querido que lo despidió para levantarse con uno de la otra vereda del sol (Russo), más historias en blanco y negro en Boca y River... Lejos de la irrespetuosidad, no se ven lugares para él en el fútbol grande. Suena más real dejarlo en la galería de los próceres, disfrutar de palabras bonitas que no van a juicio los domingos.
Justamente, como si uno pudiera vivir sin el otro, ese camino ya es recorrido por el Narigón Bilardo. Aunque prefería cantar por TV en vez de ser full time del fútbol, aceptó darle su corazón a Estudiantes. Durmió en el country, llevó sus tics a la cancha, se tocó para evitar la mufa, pero el equipo, paso a paso, recién miró la tabla de arriba cuando Merlo llegó a La Plata. Se van a cumplir 19 años del Mundial, también acusa 66 años, ya no Pincha, Macri no lo recontrataría y en River nunca lo desearon. Quizá por eso, convertido en un personaje mediático, tiene una ¿comedia? propia. Ser un prócer se lo permite.
Así, los campeones, los de las polémicas con felpudos y rabanitos, empiezan a vivir de los intereses de su nombre y a esperar ofertas de selecciones tipo Libia. Aunque ellos sean dueños de su destino —y de su retiro— parece que llegó el fin de los dinosaurios.
Saludos
realeagle
El fin de los dinosaurios
Con la pitada final del Flaco Menotti, pese a líricos defensores y tacticistas detractores, indefectiblemente llega el final de un ciclo. Y va más allá de este Independiente que no jugó como decía el librito. El DNI delata 66 años, un carnet de socio que no habilita a otro mandato, un Central querido que lo despidió para levantarse con uno de la otra vereda del sol (Russo), más historias en blanco y negro en Boca y River... Lejos de la irrespetuosidad, no se ven lugares para él en el fútbol grande. Suena más real dejarlo en la galería de los próceres, disfrutar de palabras bonitas que no van a juicio los domingos.
Justamente, como si uno pudiera vivir sin el otro, ese camino ya es recorrido por el Narigón Bilardo. Aunque prefería cantar por TV en vez de ser full time del fútbol, aceptó darle su corazón a Estudiantes. Durmió en el country, llevó sus tics a la cancha, se tocó para evitar la mufa, pero el equipo, paso a paso, recién miró la tabla de arriba cuando Merlo llegó a La Plata. Se van a cumplir 19 años del Mundial, también acusa 66 años, ya no Pincha, Macri no lo recontrataría y en River nunca lo desearon. Quizá por eso, convertido en un personaje mediático, tiene una ¿comedia? propia. Ser un prócer se lo permite.
Así, los campeones, los de las polémicas con felpudos y rabanitos, empiezan a vivir de los intereses de su nombre y a esperar ofertas de selecciones tipo Libia. Aunque ellos sean dueños de su destino —y de su retiro— parece que llegó el fin de los dinosaurios.