Post by realeagle on May 22, 2008 13:17:14 GMT -5
Champions
Carlitos se apoderó de la Orejona, a la que recibió con la camiseta de la Selección. Olé lo siguió paso a paso en una noche histórica. Ahora sólo le falta el Mundial...
EZEQUIEL COGAN | ecogan@ole.com.ar
(Carlitos fue el único que se puso la casaca de su país.)
Florencia está en sus brazos. Está en brazos de papá y no de un papá cualquiera. Florencia besa la medalla y él sonríe. También las besa. A Florencia y a la medalla. No contiene su alegría. Camina de un lado al otro, mirando, grabando imágenes y convenciéndose de que esto no es un sueño. Es que ni los sueños son tan perfectos. Recorre la pista de atletismo cuando no queda ni un compañero cerca. Ya hace rato se metieron en el vestuario campeón, pero él no, él, con la camiseta de la Selección Argentina, con la 11, inflando el pecho y poniéndola en lo más alto, sigue girando, dando vueltas, como es su costumbre, y se dirige hacia esos fans que vuelven, una vez más, a estallar con el "¡Argentina! ¡Argentina!".
Carlitos Tevez los saluda con el brazo en alto, con el puño crispado, y se va alejando de esa tribuna que jugó detrás del arco de los penales. Arranca la retirada con una llamativa música de carnaval carioca de fondo. Un final que parece guionado para él, para ese corazón argentino que fue ídolo en Brasil y lo es en Inglaterra. Deja a Florencia con la mamá, ahí donde la familia Tevez se ensancha de orgullo por este nene que a los 24 pirulos ya consiguió todo a nivel clubes y acumula diez títulos en apenas siete años de carrera. Es el último ganador en abandonar la tierra de la gloria y es el único argentino campeón de la Copa Libertadores, de la Intercontinental y de Europa. Es un Champions.
Pasó casi una hora desde que Van der Sar le tapó a Anelka el penal que valió una Champions League. Esa apasionante definición, Carlitos la vivió distinto al resto. Como todo el partido. Fue el primero en patear (y en meter con suficiencia) y también el primero en consolar a Cristiano Ronaldo cuando parecía que el mundo se venía abajo. Todos los jugadores del Manchester estaban abrazados en la mitad del campo y él un metro apartado, caminando, llevándose las manos a la boca, mordiendo la camiseta, siempre arengando. Cuando Terry patinó en el penal que podría haber cambiado la historia, Carlitos se paró en frente de todos y, agitando las dos manos, envió la señal de "vamos ahora" o "come on", da igual. Y la locura llegó, esa corrida furiosa, exaltada, hasta machucar al arquero holandés contra los carteles. Vidic revoleó al argentino, lo sacudió de lo lindo. Ferdinand, en una pata, lo abrazó, le dijo algo al oído, y más tarde a Olé: "Para mí Tevez fue el mejor, el punto más alto del equipo, porque dio otra muestra de coraje". Sir Alex Ferguson también tuvo un reconocimiento especial hacia el Apache, tanto en la caricia paternal de la celebración como en la decisión de sacar a Rooney antes que a él y, además, darle la responsabilidad del primer penal. "El técnico sabe cómo pateo, me tiene mucha confianza y, la verdad, en ese momento estaba tranquilo. ¿O parecí nervioso?", soltó Carlitos en zona mixta y ya con la remera de Parque que Ramón Maddoni, su descubridor, le envió a través de Olé. "No le mando las mías del partido porque una es para el museo y la otra para mi tío que está luchando contra una enfermedad", explicó el Apache. Y entre tanta pregunta mediática, él metió la suya: "¿Y Boca?", le consultó a este enviado. Otra sonrisa grande se le dibujó al conocer el 3-0 a Atlas.
Lo dicho, Tevez jugó un partido aparte. Incluso a la salida de la manga ya se lo veía distinto al resto. Mientras todos iban de la mano de un gurrumín, él lo llevaba abrazado. Al experiente Wes Brown lo insultó por tirar pelotazos. Lo mismo a Evra. Y más de una vez les gritó a todos que salieran del fondo cuando el Chelsea arremetía y él se quedaba muy alejado. Sin contar el penal ni el festejo final, en tres momentos lo ovacionaron desde la tribuna del United, siempre por su entrega, por su garra inagotable. No se achicó en ninguna. Y mientras ¡siete! jugadores curaban calambres al mismo tiempo y pedían penales, el ex Boca fue a jugarla rápido. Quería ganar. Siempre quiso. Porque es un ganador. Porque hizo doblete en su primer año en el Manchester. Porque... "No me quiero quedar con estos diez títulos. Ahora voy por más", le tira a Olé antes de subirse al micro. Y por cómo viene cumpliendo, habrá que agrandar la vitrina
Carlitos se apoderó de la Orejona, a la que recibió con la camiseta de la Selección. Olé lo siguió paso a paso en una noche histórica. Ahora sólo le falta el Mundial...
EZEQUIEL COGAN | ecogan@ole.com.ar
(Carlitos fue el único que se puso la casaca de su país.)
Florencia está en sus brazos. Está en brazos de papá y no de un papá cualquiera. Florencia besa la medalla y él sonríe. También las besa. A Florencia y a la medalla. No contiene su alegría. Camina de un lado al otro, mirando, grabando imágenes y convenciéndose de que esto no es un sueño. Es que ni los sueños son tan perfectos. Recorre la pista de atletismo cuando no queda ni un compañero cerca. Ya hace rato se metieron en el vestuario campeón, pero él no, él, con la camiseta de la Selección Argentina, con la 11, inflando el pecho y poniéndola en lo más alto, sigue girando, dando vueltas, como es su costumbre, y se dirige hacia esos fans que vuelven, una vez más, a estallar con el "¡Argentina! ¡Argentina!".
Carlitos Tevez los saluda con el brazo en alto, con el puño crispado, y se va alejando de esa tribuna que jugó detrás del arco de los penales. Arranca la retirada con una llamativa música de carnaval carioca de fondo. Un final que parece guionado para él, para ese corazón argentino que fue ídolo en Brasil y lo es en Inglaterra. Deja a Florencia con la mamá, ahí donde la familia Tevez se ensancha de orgullo por este nene que a los 24 pirulos ya consiguió todo a nivel clubes y acumula diez títulos en apenas siete años de carrera. Es el último ganador en abandonar la tierra de la gloria y es el único argentino campeón de la Copa Libertadores, de la Intercontinental y de Europa. Es un Champions.
Pasó casi una hora desde que Van der Sar le tapó a Anelka el penal que valió una Champions League. Esa apasionante definición, Carlitos la vivió distinto al resto. Como todo el partido. Fue el primero en patear (y en meter con suficiencia) y también el primero en consolar a Cristiano Ronaldo cuando parecía que el mundo se venía abajo. Todos los jugadores del Manchester estaban abrazados en la mitad del campo y él un metro apartado, caminando, llevándose las manos a la boca, mordiendo la camiseta, siempre arengando. Cuando Terry patinó en el penal que podría haber cambiado la historia, Carlitos se paró en frente de todos y, agitando las dos manos, envió la señal de "vamos ahora" o "come on", da igual. Y la locura llegó, esa corrida furiosa, exaltada, hasta machucar al arquero holandés contra los carteles. Vidic revoleó al argentino, lo sacudió de lo lindo. Ferdinand, en una pata, lo abrazó, le dijo algo al oído, y más tarde a Olé: "Para mí Tevez fue el mejor, el punto más alto del equipo, porque dio otra muestra de coraje". Sir Alex Ferguson también tuvo un reconocimiento especial hacia el Apache, tanto en la caricia paternal de la celebración como en la decisión de sacar a Rooney antes que a él y, además, darle la responsabilidad del primer penal. "El técnico sabe cómo pateo, me tiene mucha confianza y, la verdad, en ese momento estaba tranquilo. ¿O parecí nervioso?", soltó Carlitos en zona mixta y ya con la remera de Parque que Ramón Maddoni, su descubridor, le envió a través de Olé. "No le mando las mías del partido porque una es para el museo y la otra para mi tío que está luchando contra una enfermedad", explicó el Apache. Y entre tanta pregunta mediática, él metió la suya: "¿Y Boca?", le consultó a este enviado. Otra sonrisa grande se le dibujó al conocer el 3-0 a Atlas.
Lo dicho, Tevez jugó un partido aparte. Incluso a la salida de la manga ya se lo veía distinto al resto. Mientras todos iban de la mano de un gurrumín, él lo llevaba abrazado. Al experiente Wes Brown lo insultó por tirar pelotazos. Lo mismo a Evra. Y más de una vez les gritó a todos que salieran del fondo cuando el Chelsea arremetía y él se quedaba muy alejado. Sin contar el penal ni el festejo final, en tres momentos lo ovacionaron desde la tribuna del United, siempre por su entrega, por su garra inagotable. No se achicó en ninguna. Y mientras ¡siete! jugadores curaban calambres al mismo tiempo y pedían penales, el ex Boca fue a jugarla rápido. Quería ganar. Siempre quiso. Porque es un ganador. Porque hizo doblete en su primer año en el Manchester. Porque... "No me quiero quedar con estos diez títulos. Ahora voy por más", le tira a Olé antes de subirse al micro. Y por cómo viene cumpliendo, habrá que agrandar la vitrina