Post by realeagle on Oct 20, 2008 14:01:55 GMT -5
Es último con ocho puntos ... Ayer Boca le tiro la camiseta y le volvio a ganar .. je. En verdad el partido fue algo aburridon.
Aca las reacciones.
Boca: un poco de Riquelme alcanzó ante la nada que es River
Por Claudio Mauri De la Redacción de LA NACION
En un clásico de bajo nivel futbolístico, el equipo de Ischia ganó 1 a 0, conservó la ilusión de acercarse a la punta y agravó la decadencia de su rival, que sigue último; Viatri, con un estupendo cabezazo, hizo el gol; Ibarra, expulsado, dejó a los xeneizes con uno menos durante 40 minutos En un clásico chiquito, River se empequeñeció hasta la insignificancia y Boca salió sedado del ataque de nervios que traía. Gran parte del partido le dio razón a lo que indica la tabla de posiciones: River está último porque es un equipo descompuesto, lleno de inseguridades, sin confianza, en caída libre, y Boca se muestra un poco mejor porque al menos está prendido con alfileres; todavía responde a determinados estímulos y reflejos. En el Monumental, ese precario sostén se lo dio un Riquelme que funcionó al 40 por ciento de su potencial y el carácter de Battaglia para esta clase de choques. Entre dos conjuntos inestables, al partido le cabía un rumbo incierto. Lo paradójico fue que cuando parecía que iba en una dirección, tomó la contraria. Todo hacía pensar que Boca se metía en serios problemas desde el momento en que Ibarra se comportó con una irresponsabilidad inadmisible para un jugador de su trayectoria. Se fue expulsado al perder los estribos ante el juez asistente Casas en una jugada intrascendente. Iban 6 minutos de la segunda etapa; quedaba tiempo suficiente para que la mayor movilidad que había evidenciado River en el primer período lastimara a un Boca en inferioridad numérica.
Sin embargo, la situación sirvió para retratar la falta de inteligencia de River, su alarmante desconcierto, la ausencia de jugadores con personalidad y criterio futbolístico. Boca se agrupó mejor y en la adversidad se hizo más fuerte. Achicó los espacios en su campo y aguantó a pie firme las inocuas embestidas de River. El clásico era de vuelo bajo, jugado sin grandeza ni lucidez. En esa oscuridad, la luz de Riquelme, aunque tenue, fue suficiente para alumbrar el triunfo. El N° 10 estuvo mayormente desentendido de la función de organizador. Ubicado como un mediapunta, más cerca del área local que del centro del campo, no se ocupó de la elaboración del juego. No fue el conductor que acostumbra ser, responsabilidad para la cual quizá no tiene el debido sustento físico. En un gran partido y ante un rival más entero, a Riquelme ayer le habría cabido un papel menor. Pero viendo el desierto que era el clásico, Riquelme encontró el resquicio para que su clase y astucia fueran influyentes. Y aunque gran parte de sus compañeros lo mire de reojo por sus actitudes, él no deja de ser un cacique. Lo demostró cuando Boca tuvo un tiro libre a favor apenas unos metros por delante del círculo central. Boca ya no podía apoyarse en la mayor presencia de sus volantes. Debía empezar a sacarles el jugo a otro tipo de jugadas. Riquelme miró hacia atrás y con la mano levantada dio la orden para que los dos zagueros centrales subieran a cabecear un centro largo y frontal. Un movimiento para sacar al equipo de atrás. Su asistencia combada fue conectada por el estupendo anticipo de Viatri, cuyo cabezazo bombeado, a un ángulo, hizo recordar a Palermo.
En ventaja, Boca estuvo sereno y firme para especular con el nerviosismo y la ceguera de River, que ni siquiera muestra la entereza de un campeón. Ya no le queda refugio donde esconderse. El conventillo que se había ventilado en Boca en los 10 días anteriores al clásico les había servido de escudo protector a sus miserias futbolísticas. Simeone, en busca de cohesión y a manera de respaldo para los once titulares, había trabajado durante casi dos semanas con una formación que ayer parecía compuesta por un paisano de cada pueblo. A la crónica falta de juego, ayer le sumó un desentendimiento colectivo que se agravó a medida que avanzó el cotejo. En el primer tiempo, Boca intentó controlar el juego con un nutrido bloque en el medio, al que se sumaban Ibarra y Morel Rodríguez. Pero su juego era muy espeso, sin sorpresa ni profundidad. River quería ser más rápido para encontrar los espacios y resolver a mayor velocidad, con el vértigo al que acostumbra. Claridad no había en ninguno de los dos lados. Tampoco profundidad. Apenas un cabezazo de Falcao y algunos remates de media distancia.
La entrada del pibe Díaz procuró darle algo más de creación e inventiva a River. Abajo en el marcador, Simeone buscó más peso en el área con Ríos, que fue quien más cerca estuvo del empate en la primera pelota que tocó. Más lógico hubiera sido el ingreso de Rosales para intentar ensanchar un ataque que se ahogaba en un embudo central. Viatri demostró que es un goleador de fina sensibilidad con una definición de emboquillada que despejó Tuzzio antes de que fuera el segundo gol. A River le pesaban su impotencia y la lógica bronca de sus hinchas. Fue muriendo de muerte natural y facilitó las contadas dosis de Riquelme para la resurrección de Boca.
Lo último no se pierde MARCELO GUERRERO | mguerrero@ole.com.ar (periodista fana de Boca)
Lástima que no llega otro receso. A los futbolistas, en especial a los más trajinados, les permitiría una escapadita a alguna playa cercana (al Caribe va gente millonaria) y a los hinchas les dejaría disfrutar de un triunfo que tiene valores para merecer página doble en el álbum de los clásicos inolvidables. Se logró en una cancha donde Boca llevaba cuatro años sin festejos, desde la derrota en semi de Libertadores 04 que acabó por ser victoria en la serie. Se consiguió con tanto de Viatri, potrillo de Inferiores que ya superó los goles de Hugo Guerra en el club y, como inspirado por el centreforward oriental, definió de cabeza un clásico. Se obtuvo con un jugador menos, debido a la expulsión de Ibarra (está perdonado, pero no se le suma este partido a su ampliamente favorable historial en los súper). Se dio otra vez por 1-0, único caso en el profesionalismo que los dos choques de un año se resuelven así. Se produjo al cabo de un escandoloso varieté que no vivíamos en la institución desde los ya lejanos tiempos de Veira. Eh, muchachos, sobre todo los de mayor experiencia: 'no saben que desde hace una década la contra empuja para que Boca se caiga? No ayuden ustedes.
La gloria de este resultado es para los diseñadores del plan y sus ejecutantes. Vencer a River otorga diploma. Y hay dos que reciben el de honor: Ischia y Battaglia. El DT, al igual que Tabárez en el 91 y Bilardo en el 96, ganó los dos primeros cruces oficiales ante el máximo rival y les sacó ventaja en este rubro a sus predecesores, Russo y La Volpe, de bajos rendimientos en sus visitas al Monumental. El volante, un ejemplo de los jugadores que cualquier hincha pretende para su cuadro, habló bastante menos que Ahumada y jugó muchísimo mejor. Esta vez, Oscar, te hubiera venido bien un poco de silencio.
El clásico más fácil lo regalamos LEO FARINELLA | lfarinella@ole.com.ar (periodista fana de River)
Ultimos. Es toda una calificación. Estamos de última. Jugamos mal. No jugamos en realidad. Y dejamos pasar una gran oportunidad para ganar un clásico que era una papa. Un Boca herido, casi sin espíritu y con restos del fútbol que tuvo hasta no hace mucho, jugó como estaba, pero nosotros somos especialistas en ayudar al prójimo. Era cuestión de salir a jugar con personalidad y pasar por caja, porque era eso, decisión, intención de ganar. Esta vez no se puede culpar a Simeone de complicar las cosas, porque hace mil días viene haciendo practicar al mismo equipo, un 11 bastante normal, con pocas de las obsesiones de las que se acusa, a veces justamente, al técnico. Un 4-3-1-2 o cualquier sistema depende de los jugadores: decir que su rendimiento fue flojo es poco, es un término respetuoso para la inexpresividad de estos futbolistas que son casi los mismos que, hace sólo un año, le dieron a Boca una lección de actitud positiva para afrontar un clásico. Jugaron con la timidez de un chico que entra por primera vez a la salita del jardín y no conoce a nadie. Es increíble. Repito: era el clásico más fácil de los últimos tiempos. Contra un rival que, como en el 2-0 del 99, puso un solo delantero: nos tenía miedo o, para decirlo más suavemente, nos respetaba. Los que tienen orgullo sentirán vergüenza de perder así, en minúscula, regalando por falta de espíritu el partido más importante para esa gente que brindó un espectáculo conmovedor. Fue una agachada, no les respondieron a los hinchas, a Simeone ni a ellos mismos como futbolistas. Una más: a esto se juega con una pelota y también con pelotas.
El desafío de la hermandad SERGIO MAFFEI | smaffei@ole.com.ar
'Y ahora qué? El desafío de esta hermandad concebida en la cancha (y en el triunfo) será llevar este escenario de confraternidad a otros partidos, a otras circunstancias, a otros niveles de compromiso que, se sabe, un clásico suele potenciar. El aquí no ha pasado nada cuando aquí pasó de todo se puede disfrazar una vez: lo complicado es vestirlo en el tiempo. No por este triunfo Cáceres y Riquelme festejarán juntos el día de la madre ni el plantel se mostrará, de la nada, maravillosamente unido. Boca pasó los peores días de la última década y eso no se reconstruye así nomás. No se puede ser hermano adentro sin tener cierto interés por generar una mínima relación afuera. Es como querer ganar siempre, sin buscar jugar bien. En algún momento eso se corta. Para evitarlo, así, serán necesarias varias terapias más.
El día que Simeone deseó tener 1/4 de Riquelme Daniel Arcucci De la Redacción de LA NACION
"Estoy cenando con mis adorados hijos, pensando en el enorme clásico que tengo por delante y muy triste por lo que le pasó a Coco." El periodista, algo inoportuno, tal vez buscando una palabra reveladora sobre el futuro de su interlocutor en el momento en el que todo se había derrumbado alrededor del seleccionado argentino, se encontró en cambio con su voz tajante. Hablaba serio y en serio Diego Simeone sobre su intimidad, por supuesto, pero también sobre su estado de ánimo y, sobre todo, sobre su prioridad absoluta, River. A Simeone le preocupaba, por entonces, que a su equipo le faltara "juego". Pero no imaginaba que, sólo un par de días y 90 minutos superclásicos después, los hinchas le reclamaran que su equipo había tenido otra carencia, que rima con aquella.
¿Qué le faltó, en definitiva, al River de Simeone, el día en el que recibió otro cachetazo monumental? ¿Juego o huevo? ¿Las dos cosas? Más de lo primero que de lo segundo, seguramente. ¿O le faltó, tal vez, un Riquelme? En 1/4 de sus posibilidades, peleado, enojado, cansado, malhumorado, parado, alterado, separado, aislado, Riquelme se las ingenió para ser la figura emocional del partido. Es cierto: técnica, pero más que nada táctica y estratégicamente, Battaglia pudo haber sido la figura de un encuentro chato. Pero resulta imposible apartar la vista de "este muchacho", el número 10, cuando repite la escenita del córner en la Bombonera, pero ahora en un tiro libre y en el Monumental. "Vos andá para allá", "vos ponete acá", "vos correte de ahí", dicho a propios y ajenos antes de ejecutar un pase que va a una cabeza y de allí a un gol.
Y, como ésa, de varias escenas más. Intercaladas entre reiterados lapsos de ausencias, tan suyas, y, por supuesto, potenciadas por todo lo vivido en los días previos, los más controvertidos que recuerde la historia reciente del club, con él en el ojo de la tormenta. Así, mientras Boca navegaba en encrespadas y desconocidas aguas, River descansaba en Aruba. Trabajaba, mejor, con Simeone en la búsqueda de soluciones para esa carencia que tanto lo atormentaba. No encontró en sus jugadores las respuestas que esperaba, eso está claro. Y seguramente tendrá más dudas que nunca sobre si al fin las encontrará, cuando lo que le queda por delante es una única e inmediata oportunidad.
Escuchará Simeone, ahora, el reclamo oportunista por la ausencia de Ortega. No suena justo, aun cuando ayer haya añorado contar con 1/4 de Riquelme entre los suyos. Tal vez se sienta Simeone, por estas horas, como dicen que se sintió Basile, aunque más no sea por su tristeza. El dice que saldrá adelante "con todos aquellos que entiendan el momento".
Aca las reacciones.
Boca: un poco de Riquelme alcanzó ante la nada que es River
Por Claudio Mauri De la Redacción de LA NACION
En un clásico de bajo nivel futbolístico, el equipo de Ischia ganó 1 a 0, conservó la ilusión de acercarse a la punta y agravó la decadencia de su rival, que sigue último; Viatri, con un estupendo cabezazo, hizo el gol; Ibarra, expulsado, dejó a los xeneizes con uno menos durante 40 minutos En un clásico chiquito, River se empequeñeció hasta la insignificancia y Boca salió sedado del ataque de nervios que traía. Gran parte del partido le dio razón a lo que indica la tabla de posiciones: River está último porque es un equipo descompuesto, lleno de inseguridades, sin confianza, en caída libre, y Boca se muestra un poco mejor porque al menos está prendido con alfileres; todavía responde a determinados estímulos y reflejos. En el Monumental, ese precario sostén se lo dio un Riquelme que funcionó al 40 por ciento de su potencial y el carácter de Battaglia para esta clase de choques. Entre dos conjuntos inestables, al partido le cabía un rumbo incierto. Lo paradójico fue que cuando parecía que iba en una dirección, tomó la contraria. Todo hacía pensar que Boca se metía en serios problemas desde el momento en que Ibarra se comportó con una irresponsabilidad inadmisible para un jugador de su trayectoria. Se fue expulsado al perder los estribos ante el juez asistente Casas en una jugada intrascendente. Iban 6 minutos de la segunda etapa; quedaba tiempo suficiente para que la mayor movilidad que había evidenciado River en el primer período lastimara a un Boca en inferioridad numérica.
Sin embargo, la situación sirvió para retratar la falta de inteligencia de River, su alarmante desconcierto, la ausencia de jugadores con personalidad y criterio futbolístico. Boca se agrupó mejor y en la adversidad se hizo más fuerte. Achicó los espacios en su campo y aguantó a pie firme las inocuas embestidas de River. El clásico era de vuelo bajo, jugado sin grandeza ni lucidez. En esa oscuridad, la luz de Riquelme, aunque tenue, fue suficiente para alumbrar el triunfo. El N° 10 estuvo mayormente desentendido de la función de organizador. Ubicado como un mediapunta, más cerca del área local que del centro del campo, no se ocupó de la elaboración del juego. No fue el conductor que acostumbra ser, responsabilidad para la cual quizá no tiene el debido sustento físico. En un gran partido y ante un rival más entero, a Riquelme ayer le habría cabido un papel menor. Pero viendo el desierto que era el clásico, Riquelme encontró el resquicio para que su clase y astucia fueran influyentes. Y aunque gran parte de sus compañeros lo mire de reojo por sus actitudes, él no deja de ser un cacique. Lo demostró cuando Boca tuvo un tiro libre a favor apenas unos metros por delante del círculo central. Boca ya no podía apoyarse en la mayor presencia de sus volantes. Debía empezar a sacarles el jugo a otro tipo de jugadas. Riquelme miró hacia atrás y con la mano levantada dio la orden para que los dos zagueros centrales subieran a cabecear un centro largo y frontal. Un movimiento para sacar al equipo de atrás. Su asistencia combada fue conectada por el estupendo anticipo de Viatri, cuyo cabezazo bombeado, a un ángulo, hizo recordar a Palermo.
En ventaja, Boca estuvo sereno y firme para especular con el nerviosismo y la ceguera de River, que ni siquiera muestra la entereza de un campeón. Ya no le queda refugio donde esconderse. El conventillo que se había ventilado en Boca en los 10 días anteriores al clásico les había servido de escudo protector a sus miserias futbolísticas. Simeone, en busca de cohesión y a manera de respaldo para los once titulares, había trabajado durante casi dos semanas con una formación que ayer parecía compuesta por un paisano de cada pueblo. A la crónica falta de juego, ayer le sumó un desentendimiento colectivo que se agravó a medida que avanzó el cotejo. En el primer tiempo, Boca intentó controlar el juego con un nutrido bloque en el medio, al que se sumaban Ibarra y Morel Rodríguez. Pero su juego era muy espeso, sin sorpresa ni profundidad. River quería ser más rápido para encontrar los espacios y resolver a mayor velocidad, con el vértigo al que acostumbra. Claridad no había en ninguno de los dos lados. Tampoco profundidad. Apenas un cabezazo de Falcao y algunos remates de media distancia.
La entrada del pibe Díaz procuró darle algo más de creación e inventiva a River. Abajo en el marcador, Simeone buscó más peso en el área con Ríos, que fue quien más cerca estuvo del empate en la primera pelota que tocó. Más lógico hubiera sido el ingreso de Rosales para intentar ensanchar un ataque que se ahogaba en un embudo central. Viatri demostró que es un goleador de fina sensibilidad con una definición de emboquillada que despejó Tuzzio antes de que fuera el segundo gol. A River le pesaban su impotencia y la lógica bronca de sus hinchas. Fue muriendo de muerte natural y facilitó las contadas dosis de Riquelme para la resurrección de Boca.
Lo último no se pierde MARCELO GUERRERO | mguerrero@ole.com.ar (periodista fana de Boca)
Lástima que no llega otro receso. A los futbolistas, en especial a los más trajinados, les permitiría una escapadita a alguna playa cercana (al Caribe va gente millonaria) y a los hinchas les dejaría disfrutar de un triunfo que tiene valores para merecer página doble en el álbum de los clásicos inolvidables. Se logró en una cancha donde Boca llevaba cuatro años sin festejos, desde la derrota en semi de Libertadores 04 que acabó por ser victoria en la serie. Se consiguió con tanto de Viatri, potrillo de Inferiores que ya superó los goles de Hugo Guerra en el club y, como inspirado por el centreforward oriental, definió de cabeza un clásico. Se obtuvo con un jugador menos, debido a la expulsión de Ibarra (está perdonado, pero no se le suma este partido a su ampliamente favorable historial en los súper). Se dio otra vez por 1-0, único caso en el profesionalismo que los dos choques de un año se resuelven así. Se produjo al cabo de un escandoloso varieté que no vivíamos en la institución desde los ya lejanos tiempos de Veira. Eh, muchachos, sobre todo los de mayor experiencia: 'no saben que desde hace una década la contra empuja para que Boca se caiga? No ayuden ustedes.
La gloria de este resultado es para los diseñadores del plan y sus ejecutantes. Vencer a River otorga diploma. Y hay dos que reciben el de honor: Ischia y Battaglia. El DT, al igual que Tabárez en el 91 y Bilardo en el 96, ganó los dos primeros cruces oficiales ante el máximo rival y les sacó ventaja en este rubro a sus predecesores, Russo y La Volpe, de bajos rendimientos en sus visitas al Monumental. El volante, un ejemplo de los jugadores que cualquier hincha pretende para su cuadro, habló bastante menos que Ahumada y jugó muchísimo mejor. Esta vez, Oscar, te hubiera venido bien un poco de silencio.
El clásico más fácil lo regalamos LEO FARINELLA | lfarinella@ole.com.ar (periodista fana de River)
Ultimos. Es toda una calificación. Estamos de última. Jugamos mal. No jugamos en realidad. Y dejamos pasar una gran oportunidad para ganar un clásico que era una papa. Un Boca herido, casi sin espíritu y con restos del fútbol que tuvo hasta no hace mucho, jugó como estaba, pero nosotros somos especialistas en ayudar al prójimo. Era cuestión de salir a jugar con personalidad y pasar por caja, porque era eso, decisión, intención de ganar. Esta vez no se puede culpar a Simeone de complicar las cosas, porque hace mil días viene haciendo practicar al mismo equipo, un 11 bastante normal, con pocas de las obsesiones de las que se acusa, a veces justamente, al técnico. Un 4-3-1-2 o cualquier sistema depende de los jugadores: decir que su rendimiento fue flojo es poco, es un término respetuoso para la inexpresividad de estos futbolistas que son casi los mismos que, hace sólo un año, le dieron a Boca una lección de actitud positiva para afrontar un clásico. Jugaron con la timidez de un chico que entra por primera vez a la salita del jardín y no conoce a nadie. Es increíble. Repito: era el clásico más fácil de los últimos tiempos. Contra un rival que, como en el 2-0 del 99, puso un solo delantero: nos tenía miedo o, para decirlo más suavemente, nos respetaba. Los que tienen orgullo sentirán vergüenza de perder así, en minúscula, regalando por falta de espíritu el partido más importante para esa gente que brindó un espectáculo conmovedor. Fue una agachada, no les respondieron a los hinchas, a Simeone ni a ellos mismos como futbolistas. Una más: a esto se juega con una pelota y también con pelotas.
El desafío de la hermandad SERGIO MAFFEI | smaffei@ole.com.ar
'Y ahora qué? El desafío de esta hermandad concebida en la cancha (y en el triunfo) será llevar este escenario de confraternidad a otros partidos, a otras circunstancias, a otros niveles de compromiso que, se sabe, un clásico suele potenciar. El aquí no ha pasado nada cuando aquí pasó de todo se puede disfrazar una vez: lo complicado es vestirlo en el tiempo. No por este triunfo Cáceres y Riquelme festejarán juntos el día de la madre ni el plantel se mostrará, de la nada, maravillosamente unido. Boca pasó los peores días de la última década y eso no se reconstruye así nomás. No se puede ser hermano adentro sin tener cierto interés por generar una mínima relación afuera. Es como querer ganar siempre, sin buscar jugar bien. En algún momento eso se corta. Para evitarlo, así, serán necesarias varias terapias más.
El día que Simeone deseó tener 1/4 de Riquelme Daniel Arcucci De la Redacción de LA NACION
"Estoy cenando con mis adorados hijos, pensando en el enorme clásico que tengo por delante y muy triste por lo que le pasó a Coco." El periodista, algo inoportuno, tal vez buscando una palabra reveladora sobre el futuro de su interlocutor en el momento en el que todo se había derrumbado alrededor del seleccionado argentino, se encontró en cambio con su voz tajante. Hablaba serio y en serio Diego Simeone sobre su intimidad, por supuesto, pero también sobre su estado de ánimo y, sobre todo, sobre su prioridad absoluta, River. A Simeone le preocupaba, por entonces, que a su equipo le faltara "juego". Pero no imaginaba que, sólo un par de días y 90 minutos superclásicos después, los hinchas le reclamaran que su equipo había tenido otra carencia, que rima con aquella.
¿Qué le faltó, en definitiva, al River de Simeone, el día en el que recibió otro cachetazo monumental? ¿Juego o huevo? ¿Las dos cosas? Más de lo primero que de lo segundo, seguramente. ¿O le faltó, tal vez, un Riquelme? En 1/4 de sus posibilidades, peleado, enojado, cansado, malhumorado, parado, alterado, separado, aislado, Riquelme se las ingenió para ser la figura emocional del partido. Es cierto: técnica, pero más que nada táctica y estratégicamente, Battaglia pudo haber sido la figura de un encuentro chato. Pero resulta imposible apartar la vista de "este muchacho", el número 10, cuando repite la escenita del córner en la Bombonera, pero ahora en un tiro libre y en el Monumental. "Vos andá para allá", "vos ponete acá", "vos correte de ahí", dicho a propios y ajenos antes de ejecutar un pase que va a una cabeza y de allí a un gol.
Y, como ésa, de varias escenas más. Intercaladas entre reiterados lapsos de ausencias, tan suyas, y, por supuesto, potenciadas por todo lo vivido en los días previos, los más controvertidos que recuerde la historia reciente del club, con él en el ojo de la tormenta. Así, mientras Boca navegaba en encrespadas y desconocidas aguas, River descansaba en Aruba. Trabajaba, mejor, con Simeone en la búsqueda de soluciones para esa carencia que tanto lo atormentaba. No encontró en sus jugadores las respuestas que esperaba, eso está claro. Y seguramente tendrá más dudas que nunca sobre si al fin las encontrará, cuando lo que le queda por delante es una única e inmediata oportunidad.
Escuchará Simeone, ahora, el reclamo oportunista por la ausencia de Ortega. No suena justo, aun cuando ayer haya añorado contar con 1/4 de Riquelme entre los suyos. Tal vez se sienta Simeone, por estas horas, como dicen que se sintió Basile, aunque más no sea por su tristeza. El dice que saldrá adelante "con todos aquellos que entiendan el momento".