Post by realeagle on Apr 3, 2009 22:19:59 GMT -5
Dios ha muerto... prefiero a Maradona
Juan Pablo Varsky
Para LA NACION
Señoras y señores, Dios ha muerto. Entierren las banderas que llenaron el Monumental invocando su nombre. En La Paz, mucho más cerca del cielo, el mito bajó abruptamente a la tierra. Todos sabíamos que esa alusión divina apuntaba a sus hazañas dentro de la cancha. Afuera, ya era sólo un hombre, pero sobre el verde césped seguía siendo Dios. Ni siquiera en su última etapa de futbolista, cuando erró cinco penales consecutivos para Boca, pudo desactivar ese pesadísimo mote.
Pero el miércoles 1° de abril de 2009 ese Dios murió. Nunca antes su figura estuvo tan asociada a errores futboleros. Porque, como seleccionador nacional, es el gran responsable del papelón de La Paz. Se equivocó groseramente en la planificación del partido. Sin tiempo para una preparación más larga, llegar sobre la hora del partido es una condición necesaria pero no suficiente para mitigar los efectos de la altura. No vale reprocharle ahora la formación. Esos mismos futbolistas podrían haber jugado de otra manera. El banco estuvo mal confeccionado, sin un central puro ni un mediocampista de corte para incluir en un desarrollo desfavorable. Pero cuando entraron los suplentes el daño ya estaba hecho.
¿Dónde está la gran responsabilidad del entrenador? En la subestimación de las especialísimas condiciones en las que se jugó el partido. Poner en una cartulina el mensaje de "a la altura no hay que tenerle miedo, hay que enfrentarla, gambetearla y hacerle goles" es una vacía apelación a la míshtica, papá. Es poner a Valeria Lynch cantando "Me das cada día más" en la película Héroes como única motivación antes de un partido. La altura existe y es un factor que influye decisivamente. Una cosa es defender el derecho boliviano de jugar a 3600 metros y otra es no tener en cuenta el efecto que les provoca a los futbolistas que no están acostumbrados a jugar allí.
¿Se pudo haber previsto semejante actuación boliviana? No, al inspirado local le salieron todas. ¿Se podría haber evitado semejante actuación argentina? Definitivamente sí. Quizás hubiera perdido, pero no así, con este humillante resultado. No se puede jugar de la misma manera que en el llano. No se puede presionar sobre la pelota. No se puede dejar tanto espacio sin cubrir. No se puede jugar sin regular energías. No se puede avanzar masivamente si se sabe que no hay manera de retroceder porque te falta el aire. No se puede tener un equipo tan largo. No se puede dejar una franja tan grande entre los medios y los defensores para que los rivales pateen al arco sin oposición. No se puede apostar al pelotazo. De todas maneras, a no "apunarse". La altura es una excepcionalidad. Dentro de dos meses, Ecuador en Quito será buen rival para saber cuánto se ha aprendido de este papelón. Y no sirve sacar conclusiones definitivas de un episodio tan particular como el del miércoles.
Ojalá haya sido la última materia que le faltaba para recibirse de técnico. Me quedo con esa imagen de la conferencia de prensa: humilde y humano, sin excusas. Dios ha muerto. No es una mala noticia. Prefiero, aún con sus errores, a Diego Maradona.
Juan Pablo Varsky
Para LA NACION
Señoras y señores, Dios ha muerto. Entierren las banderas que llenaron el Monumental invocando su nombre. En La Paz, mucho más cerca del cielo, el mito bajó abruptamente a la tierra. Todos sabíamos que esa alusión divina apuntaba a sus hazañas dentro de la cancha. Afuera, ya era sólo un hombre, pero sobre el verde césped seguía siendo Dios. Ni siquiera en su última etapa de futbolista, cuando erró cinco penales consecutivos para Boca, pudo desactivar ese pesadísimo mote.
Pero el miércoles 1° de abril de 2009 ese Dios murió. Nunca antes su figura estuvo tan asociada a errores futboleros. Porque, como seleccionador nacional, es el gran responsable del papelón de La Paz. Se equivocó groseramente en la planificación del partido. Sin tiempo para una preparación más larga, llegar sobre la hora del partido es una condición necesaria pero no suficiente para mitigar los efectos de la altura. No vale reprocharle ahora la formación. Esos mismos futbolistas podrían haber jugado de otra manera. El banco estuvo mal confeccionado, sin un central puro ni un mediocampista de corte para incluir en un desarrollo desfavorable. Pero cuando entraron los suplentes el daño ya estaba hecho.
¿Dónde está la gran responsabilidad del entrenador? En la subestimación de las especialísimas condiciones en las que se jugó el partido. Poner en una cartulina el mensaje de "a la altura no hay que tenerle miedo, hay que enfrentarla, gambetearla y hacerle goles" es una vacía apelación a la míshtica, papá. Es poner a Valeria Lynch cantando "Me das cada día más" en la película Héroes como única motivación antes de un partido. La altura existe y es un factor que influye decisivamente. Una cosa es defender el derecho boliviano de jugar a 3600 metros y otra es no tener en cuenta el efecto que les provoca a los futbolistas que no están acostumbrados a jugar allí.
¿Se pudo haber previsto semejante actuación boliviana? No, al inspirado local le salieron todas. ¿Se podría haber evitado semejante actuación argentina? Definitivamente sí. Quizás hubiera perdido, pero no así, con este humillante resultado. No se puede jugar de la misma manera que en el llano. No se puede presionar sobre la pelota. No se puede dejar tanto espacio sin cubrir. No se puede jugar sin regular energías. No se puede avanzar masivamente si se sabe que no hay manera de retroceder porque te falta el aire. No se puede tener un equipo tan largo. No se puede dejar una franja tan grande entre los medios y los defensores para que los rivales pateen al arco sin oposición. No se puede apostar al pelotazo. De todas maneras, a no "apunarse". La altura es una excepcionalidad. Dentro de dos meses, Ecuador en Quito será buen rival para saber cuánto se ha aprendido de este papelón. Y no sirve sacar conclusiones definitivas de un episodio tan particular como el del miércoles.
Ojalá haya sido la última materia que le faltaba para recibirse de técnico. Me quedo con esa imagen de la conferencia de prensa: humilde y humano, sin excusas. Dios ha muerto. No es una mala noticia. Prefiero, aún con sus errores, a Diego Maradona.