Post by realeagle on Jul 16, 2009 13:48:02 GMT -5
La 4ta libertadores para el pincha, tienen el doble de algunos que dicen ser los mas grandes... saludos
La Copa es miau!
Estudiantes logró la hazaña en Brasil: con un sacrificio que contagió y un fútbol que conmovió, dio vuelta la final en el Mineirao y se llevó la cuarta Libertadores de su historia. Es imposible. Por más vueltas que se dé, no hay caso, la búsqueda es en vano. Encontrar las palabras justas para explicar tanta alegría, tanta pasión, tanto honor, tanta historia es realmente imposible. Sólo el fútbol, el bendito fútbol, puede lograr que once leones rieguen de sangre y sudor un pasto hostil y eso no sólo les provoque felicidad a los propios. Porque anoche, salvo la obviedad del sentimiento de su histórico rival, todos fuimos Estudiantes. Y eso no se consigue por una simple cuestión de nacionalismo ni de rivalidad eterna contra los brasileños. Ese fuego interior que transmitieron esos muchachos de rojo y blanco a bastones conmovieron a todos. Todos puteamos por ese gol de carambola de Henrique. Todos gritamos el gol de la Gata. Todos gritamos el gol de Boselli. Todos metimos el uhhhhhhh infinito en ese derechazo imposible que reventó uno de los ángulos de Andújar. Todos contamos los segundos ante cada centro de los de azul. Todos habrán querido estar en este Mineirao que revienta con el grito de esos 5.000 privilegiados que podrán contarles a sus nietos que vieron a esos leones que ahora lloran como niños. Es Verón, el símbolo, el heredero que pone todo sus rostro en el césped, que ahora riega con sus lágrimas de felicidad. Las lágrimas de Verón, de Sabella, de Caldera son las lágrimas de todos. Se cuela, entre tanta emoción, el recuerdo al Ruso Prátola, inmortalizado en la memoria y en esas remeras que llevaron debajo de la camiseta. El grito es uno solo, recorre miles de kilómetros, de un país a otro, de una punta a la otra del país. La Plata estalla. La Argentina se enorgullece. Nadie le regaló nada a Estudiantes. Por primera vez, un equipo que arranca en el repechaje se queda con la Copa. El honor fue un compromiso inquebrantable de un grupo de jugadores que volvieron a hacer historia. La filmación que Sabella les pasó antes del partido, en la que se veían a familiares, Alayes y Angeleri mandando sus mensajes de fe también fueron importantes. Todos para uno. Uno, Estudiantes, el campeón.
Ahora vas a ver
Estudiantes necesitó que le metieran un gol para que todo su potencial se desparramara por el Mineirao. Los calificativos ya se leyeron en las páginas anteriores. Y no sobran. Porque lo de Estudiantes fue fabuloso. Empezó controlando, sufrió, emparejó y terminó a toda orquesta: dando cátedra en Brasil. Porque hay que dar vuelta un partido ahí. Y el equipo de Sabella lo hizo... Fue un buen planteo el de Estudiantes al comienzo. Cauteloso, es cierto, pero inteligente. Con Braña moviéndose por delante de la línea de cuatro y con tres hombres, con Verón como jefe (de todo, del juego, de las protestas, de los cruces), más adelantados. La idea de tener la pelota lo más lejos posible de su arco funcionó a la perfección. Pero... le faltó un nueve. Porque Boselli no tuvo la decisión de otras noches. Tuvo dos buenas oportunidades y todavía se está acomodando. En estos casos, no se puede dudar. Y si la tenés, tenés que aprovecharla. Después, claro, habría que comerse estas palabras. Lo que le faltó a Estudiantes en esa buena primera parte lo tuvo recién cuando necesitó ir a meter un gol. Ese zapatazo de Henrique desviado en Desábato y guardado en un rincón de Andújar, en vez de hundir al Pincha, lo provocó. Y Verón, con el orgullo herido, es mucho Verón. Hay que sacarse el sombrero para el pase al vacío que le metió a Cellay. Y eso es justo lo que le faltaba a Estudiantes. No Verón, sino que los laterales también se sumaran al ataque en ocasiones para sorprender. Como lo hizo Cellay: hasta el fondo solito y solo y centro perfecto para que la empujara cualquiera. Fue la Gata, pero era cuestión de soplarla porque la jugada se había gestado tan perfecta que el pase a la red era lo de menos. La goleada brasileña que algunos podían sospechar, Estudiantes la hizo desaparecer en seis minutos. Pero no se quedó sólo en el empate. Se plantó en el Mineirao como se plantan los grandes. El Cruzeiro, que se veía levantando la Copa, de pronto no entendía nada. Porque Estudiantes no lo dejaba. Estaban jugando en Brasil, sí, pero la Libertadores estaba tan cerca de La Plata... Verón puso otro pase magnífico (porque ese córner fue teledirigido) y Boselli se vengó de todo lo que había fallado. Listo. Estudiantes campeón. ¡Gritalo!
Verón, la figura del campeón de América
Desde su vuelta al club en 2006, la Bruja se convirtió en el capitán y emblema de Estudiantes; consiguió su tercer título en el club "Vamos a ser campeones, tenemos un gran equipo", las palabras de Verón cuando comenzó fueron un presagio para el festejo y la alegría que se desató hoy por la noche, cuando Estudiantes derrotó 2-1 a Cruzeiro y se coronó campeón de la Copa Libertadores por cuarta vez en su historia. Juan Sebastián Verón se convirtió en el emblema y figura del equipo. Verón nació futbolísticamente en Estudiantes, donde en el año 1995 consiguió el ascenso a la primera división y su primer título en el club. La Bruja logró el ascenso con el club en el que había debutado en 1993, y dos años después lo dejaba en primera. Tras jugar en Boca, y estar 10 años jugando en Europa, Verón decidió volver al club de sus amores. En el 2006 volvió a la Argentina, a defender los colores del Pincha. "Quiero ayudar a que el equipo vuelva a ganar un torneo internacional", dijo en su llegada, y sus palabras se hicieron realidad. En el Apertura 2006, con la conducción técnica de Simeone, Estudiantes fue campeón del fútbol argentino, tras derrotar a Boca en el desempate por 2-1. Fue el segundo título de Verón en Estudiantes, y se perfilaba para cumplir con su palábra de volver a darle un torneo internacional. Las palabras de Verón comenzaban a hacerse realidad. El Pincha jugó la Copa Libertadores 2008, donde quedó eliminado tras la zona de grupos, y llegó a la final de la Sudamericana, donde perdió en la final con Internacional de Brasil. En esta Copa, Verón estuvo ausente solamente en dos partidos: con Universitario de Sucre (en el segundo partido de la zona 5) y la segunda semifinal con Nacional de Uruguay. La Bruja jugó diez de los 12 partidos del Pincha en la Copa. Verón cumplió con su palabra, volvió para ser campeón y llevó a Estudiantes a lo más alto de América. Se convirtió en el emblema y el capitán de un equipo que quedará en la historia.
Cuadro de honor
Y una noche la Brujita fue Bruja. Verón hijo logró lo que Verón padre. Así, la dinastía (y la leyenda) continúa... Ese 9 de marzo era día de clásico platense. Habían pasado más de seis años de la hazaña de Old Trafford, cuando Juan Ramón Verón jugaba ese 3 a 3 y le marcaba otro gol a los Triperos. Supo que había nacido Juan Sebastián recién en el vestuario. Ese pibe, La Brujita, 34 años después, desanda el mismo camino glorioso de su padre, la Bruja. "Cambiaría todos mis logros, todo lo que gané en Europa, por este título", confesó hace pocas horas ante su padre que lo miraba con ternura, cuando la concreción de la cuarta Libertadores se acercaba a la realidad. Realmente fue un acto de amor su regreso. Había pasado una década fuera de casa. Se fue unos meses después de poner el hombro joven para que el León retornara a Primera. Se fue iniciando un periplo celestial. Once títulos en Italia y uno en Inglaterra. La gloria, la fama, el dinero. Lo más parecido a un todo. Pero siempre el amor es más fuerte. Fue tan fuerte que en su primera temporada de vuelta en casa llevó al Pincha a un nuevo título local, en una inolvidable pulseada ante Boca, que lo convirtió en el campeón del Apertura 06. "Cuando volví, no pensaba que podía ganar un torneo tan rápido. Aspiraba a que Estudiantes llegara al lugar donde está hoy: uno de los clubes mejor considerados de Argentina y de América". Volvió y no sólo para ser campeón. Se involucró de cuerpo y alma con su Estudiantes. Puso mucho dinero para fomentar las Inferiores del club, se comprometió con la remodelación de varios sectores del Country de City Bell, su nombre siempre tuvo ascendencia en la política interna, sirvió de factor de unión para la familia pincha, lo convenció a Calderón para que siguiera siendo su aliando un tiempo más. Y siempre fue el verdadero líder dentro de la cancha. En el hall central de la sede de 53 entre 7 y 8 están plantadas las copas de las epopeyas sesentistas en las que la Bruja padre fue escencial. En las paredes de la concentración del Country de City Bell, cuelgan varias imágenes de los equipos que gestaron la mística invulnerable. La Brujita volvió para reproducir y alimentar ese esplendor y para agigantar la gloria. Son las cosas que puede el amor.
Hincha, jugador y campeón copero
La Bruja sigue dando vueltas. Ahora sumó la Libertadores en el club que se formó y del que es fanático. Logró su decimocuarto título y va por más. Idolo, hincha, crack. ¡Cuántos adjetivos hacen falta para describir a este jugador! Pasaron 620 partidos para jugar una final en serio, una final continental. Sí, desde aquel primer juego el 24 de abril de 1994 con la misma camiseta que defendió en Brasil, transcurrieron 15 años en los que la carrera de Juan Sebastián Verón se fue construyendo en base al éxito. Tal vez la Selección sea su única cuenta pendiente, pero en lo que a equipos respecta la Bruja se mareó de tantas vueltas. La primera fue la que logró en 1995, cuando ascendió con el Pincha a Primera. Después en Europa disfrutó de varias ligas, copas domésticas y continentales, aunque sin dudas se quedó con las ganas de levantar una Champions. El máximo torneo de clubes del mundo se le negó en varias ocasiones. Las semifinales con Manchester en 2002 lo dejaron a un paso de la gloria, pero los penales hicieron que Leverkusen enfrentara al Real Madrid y el equipo de Ferguson viera la final por TV. Sin embargo, y con tantas historias en el lomo, recién en este 2009 Verón vivió la sensación de jugar una final copera. Y encima, ganarla. Su corazón pincharrata le permitió emocionarse más de la cuenta y saldar una deuda que su brillante carrera no quería tener. El fútbol de Verón merecía la Libertadores. Estudiantes no jugaba una final de Libertadores desde 1971, cuando no terminó de la mejor manera. Nacional se quedó con la gloria y dejó al plantel de Zubeldía con las ganas de la cuarta Copa. En ese Estudiantes estaba la Bruja Verón, Ramón Verón, el creador del apodo, tan fanático como Juan Sebastián y el mismo que hace una semana le pidió en confidencia a su hijo que vengue "aquella derrota deportiva". Y la Brujita lo vengó consiguiendo su 14° título.
El campeón se arma pieza por pieza...
La intimidad del Pincha revela los secretos de un ganador: la convivencia a plena buena onda en la concentración, los liderazgos y las cábalas, tradición del club. Hay baile en el Mineirao. ¿Samba? ¿O algún otro ritmo de origen africano con predicamento en esta tierra? Qué va... Lo que hacen los jugadores de Estudiantes parece indescifrable, pero media una explicación: el campeón de América goza la conquista y se agota de felicidad. No es muy diferente de lo que pasa día a día en el Pincha... En el último entrenamiento previo a esta final, los famosos botines de Julián Camino aparecieron cortajeados por todas partes. Adelante, atrás, en el empeine... Y despertó la carcajada del plantel, que disfrutó el fin de una cábala. Durante todo este tiempo, al ex lateral le habían hecho las mil y una para que no se pudiera volver a poner esos zapatos que, encima, eran talle 44, tres números más que lo que calza realmente el ayudante de campo de Sabella. Pero como se los puso en el primer picado para bromear y el equipo empezó a ganar... Hay rituales que no se cambian. En estos meses, ese par de botines sufrió todo tipo de boicots. Desde yerba y azúcar en su interior, pasando por crema y dulce de leche, hasta cintas varias para que no pudiera calzarlos. Pero Julián, paciente, siempre se las ingenió para recuperarlos. Contó, en parte, con la complicidad de los mismos jugadores y utileros, que siempre le dieron chance de poder acondicionarlos. Hasta en la previa a este partido con Cruzeiro: cuando a pesar de que igual se los puso para el picado, los cortaron de tal manera que ya no los podrá usar más. Las cábalas, tan propias de la historia de Estudiantes, no faltaron puertas adentro de este plantel que siempre se mostró armónico y hasta sorprendió gratamente al propio Schiavi, visitante temporario, por la buena onda interna. En este grupo que comanda Verón (con Calderón, encargado de encaminar a los más chicos), hubo otros líderes de buena convivencia por el tiempo que llevan juntos y su identificación con los colores. Como en todos los planteles, hay subgrupos de afinidades que sólo se ven puertas adentro del Country: están los pibes, los más nuevos (Cellay, Matías Sánchez, Ré...), la banda con paso por Quilmes (Desábato, Braña, Alayes, Benítez)... Pero no hay conflictos de poder. Como ha reconocido la Bruja, las diferentes personalidades ayudaron a la causa: él, por caso, contó ser de los más enérgicos al decir las cosas; en cambio, el Flaco Alayes, otro histórico, es más de mediar. A partir de ahí puede leerse también el éxito de este equipo. La concentración de City Bell ofrece un rico menú de pasatiempos. No falta la Play Station a cargo de los pibes, que sólo en ocasiones convocan a algunos grandes. Hay ping-pong, pool, cartas, pero sobre todo, muchas horas frente a las computadores personales. Y un divertimento infrecuente en otros planteles. Casi exclusivo: el golf. Lugar de privilegio, Estudiantes tiene en el Country una de las canchas más importantes del país y hay varios que la aprovechan a full: entre ellos, Braña y Alayes, los más aptos con los palos. Y en este último tiempo, el Flaco Schiavi, quien había adoptado este deporte en Boca por su amistad con el Chelo Delgado. El momento en el que más se expone el buen clima en el plantel se da en los picados. Claudio Gugnali, el otro ayudante de Sabella, asume protagonismo. Líder del equipo de los "habilidosos", a pesar de haber sido un fuerte lateral, siempre sufre el ataque premeditado del otro bando, que en algún momento del partido se lanza sobre él. Andújar también se lleva cargadas. El gigante del arco va al medio, donde su altura y su técnica no tan fina con los pies, son motivos de risas cuando hace alguna destreza. El más divertido, en ese sentido, es el Chapu Braña, artífice de todas las bromas del plantel con distintos cómplices según las circunstancias.
El mate tampoco falta en City Bell. Como otra rutina bien propia de Calderón, Verón y Huerta. Cada vez que el equipo juega un domingo, el sábado por la tarde van a ver las Inferiores. Pero el termo debe ser acercado, infaltablemente, por un colaborador. Algo así como aquella rutina que tenía Bilardo como técnico del club, quien desde la concentración, campo adentro por City Bell, se iba con tres o cuatro jugadores a ver pasar un tren a la misma hora y en el mismo lugar. Las épocas pasan, las cábalas persisten...
La Copa es miau!
Estudiantes logró la hazaña en Brasil: con un sacrificio que contagió y un fútbol que conmovió, dio vuelta la final en el Mineirao y se llevó la cuarta Libertadores de su historia. Es imposible. Por más vueltas que se dé, no hay caso, la búsqueda es en vano. Encontrar las palabras justas para explicar tanta alegría, tanta pasión, tanto honor, tanta historia es realmente imposible. Sólo el fútbol, el bendito fútbol, puede lograr que once leones rieguen de sangre y sudor un pasto hostil y eso no sólo les provoque felicidad a los propios. Porque anoche, salvo la obviedad del sentimiento de su histórico rival, todos fuimos Estudiantes. Y eso no se consigue por una simple cuestión de nacionalismo ni de rivalidad eterna contra los brasileños. Ese fuego interior que transmitieron esos muchachos de rojo y blanco a bastones conmovieron a todos. Todos puteamos por ese gol de carambola de Henrique. Todos gritamos el gol de la Gata. Todos gritamos el gol de Boselli. Todos metimos el uhhhhhhh infinito en ese derechazo imposible que reventó uno de los ángulos de Andújar. Todos contamos los segundos ante cada centro de los de azul. Todos habrán querido estar en este Mineirao que revienta con el grito de esos 5.000 privilegiados que podrán contarles a sus nietos que vieron a esos leones que ahora lloran como niños. Es Verón, el símbolo, el heredero que pone todo sus rostro en el césped, que ahora riega con sus lágrimas de felicidad. Las lágrimas de Verón, de Sabella, de Caldera son las lágrimas de todos. Se cuela, entre tanta emoción, el recuerdo al Ruso Prátola, inmortalizado en la memoria y en esas remeras que llevaron debajo de la camiseta. El grito es uno solo, recorre miles de kilómetros, de un país a otro, de una punta a la otra del país. La Plata estalla. La Argentina se enorgullece. Nadie le regaló nada a Estudiantes. Por primera vez, un equipo que arranca en el repechaje se queda con la Copa. El honor fue un compromiso inquebrantable de un grupo de jugadores que volvieron a hacer historia. La filmación que Sabella les pasó antes del partido, en la que se veían a familiares, Alayes y Angeleri mandando sus mensajes de fe también fueron importantes. Todos para uno. Uno, Estudiantes, el campeón.
Ahora vas a ver
Estudiantes necesitó que le metieran un gol para que todo su potencial se desparramara por el Mineirao. Los calificativos ya se leyeron en las páginas anteriores. Y no sobran. Porque lo de Estudiantes fue fabuloso. Empezó controlando, sufrió, emparejó y terminó a toda orquesta: dando cátedra en Brasil. Porque hay que dar vuelta un partido ahí. Y el equipo de Sabella lo hizo... Fue un buen planteo el de Estudiantes al comienzo. Cauteloso, es cierto, pero inteligente. Con Braña moviéndose por delante de la línea de cuatro y con tres hombres, con Verón como jefe (de todo, del juego, de las protestas, de los cruces), más adelantados. La idea de tener la pelota lo más lejos posible de su arco funcionó a la perfección. Pero... le faltó un nueve. Porque Boselli no tuvo la decisión de otras noches. Tuvo dos buenas oportunidades y todavía se está acomodando. En estos casos, no se puede dudar. Y si la tenés, tenés que aprovecharla. Después, claro, habría que comerse estas palabras. Lo que le faltó a Estudiantes en esa buena primera parte lo tuvo recién cuando necesitó ir a meter un gol. Ese zapatazo de Henrique desviado en Desábato y guardado en un rincón de Andújar, en vez de hundir al Pincha, lo provocó. Y Verón, con el orgullo herido, es mucho Verón. Hay que sacarse el sombrero para el pase al vacío que le metió a Cellay. Y eso es justo lo que le faltaba a Estudiantes. No Verón, sino que los laterales también se sumaran al ataque en ocasiones para sorprender. Como lo hizo Cellay: hasta el fondo solito y solo y centro perfecto para que la empujara cualquiera. Fue la Gata, pero era cuestión de soplarla porque la jugada se había gestado tan perfecta que el pase a la red era lo de menos. La goleada brasileña que algunos podían sospechar, Estudiantes la hizo desaparecer en seis minutos. Pero no se quedó sólo en el empate. Se plantó en el Mineirao como se plantan los grandes. El Cruzeiro, que se veía levantando la Copa, de pronto no entendía nada. Porque Estudiantes no lo dejaba. Estaban jugando en Brasil, sí, pero la Libertadores estaba tan cerca de La Plata... Verón puso otro pase magnífico (porque ese córner fue teledirigido) y Boselli se vengó de todo lo que había fallado. Listo. Estudiantes campeón. ¡Gritalo!
Verón, la figura del campeón de América
Desde su vuelta al club en 2006, la Bruja se convirtió en el capitán y emblema de Estudiantes; consiguió su tercer título en el club "Vamos a ser campeones, tenemos un gran equipo", las palabras de Verón cuando comenzó fueron un presagio para el festejo y la alegría que se desató hoy por la noche, cuando Estudiantes derrotó 2-1 a Cruzeiro y se coronó campeón de la Copa Libertadores por cuarta vez en su historia. Juan Sebastián Verón se convirtió en el emblema y figura del equipo. Verón nació futbolísticamente en Estudiantes, donde en el año 1995 consiguió el ascenso a la primera división y su primer título en el club. La Bruja logró el ascenso con el club en el que había debutado en 1993, y dos años después lo dejaba en primera. Tras jugar en Boca, y estar 10 años jugando en Europa, Verón decidió volver al club de sus amores. En el 2006 volvió a la Argentina, a defender los colores del Pincha. "Quiero ayudar a que el equipo vuelva a ganar un torneo internacional", dijo en su llegada, y sus palabras se hicieron realidad. En el Apertura 2006, con la conducción técnica de Simeone, Estudiantes fue campeón del fútbol argentino, tras derrotar a Boca en el desempate por 2-1. Fue el segundo título de Verón en Estudiantes, y se perfilaba para cumplir con su palábra de volver a darle un torneo internacional. Las palabras de Verón comenzaban a hacerse realidad. El Pincha jugó la Copa Libertadores 2008, donde quedó eliminado tras la zona de grupos, y llegó a la final de la Sudamericana, donde perdió en la final con Internacional de Brasil. En esta Copa, Verón estuvo ausente solamente en dos partidos: con Universitario de Sucre (en el segundo partido de la zona 5) y la segunda semifinal con Nacional de Uruguay. La Bruja jugó diez de los 12 partidos del Pincha en la Copa. Verón cumplió con su palabra, volvió para ser campeón y llevó a Estudiantes a lo más alto de América. Se convirtió en el emblema y el capitán de un equipo que quedará en la historia.
Cuadro de honor
Y una noche la Brujita fue Bruja. Verón hijo logró lo que Verón padre. Así, la dinastía (y la leyenda) continúa... Ese 9 de marzo era día de clásico platense. Habían pasado más de seis años de la hazaña de Old Trafford, cuando Juan Ramón Verón jugaba ese 3 a 3 y le marcaba otro gol a los Triperos. Supo que había nacido Juan Sebastián recién en el vestuario. Ese pibe, La Brujita, 34 años después, desanda el mismo camino glorioso de su padre, la Bruja. "Cambiaría todos mis logros, todo lo que gané en Europa, por este título", confesó hace pocas horas ante su padre que lo miraba con ternura, cuando la concreción de la cuarta Libertadores se acercaba a la realidad. Realmente fue un acto de amor su regreso. Había pasado una década fuera de casa. Se fue unos meses después de poner el hombro joven para que el León retornara a Primera. Se fue iniciando un periplo celestial. Once títulos en Italia y uno en Inglaterra. La gloria, la fama, el dinero. Lo más parecido a un todo. Pero siempre el amor es más fuerte. Fue tan fuerte que en su primera temporada de vuelta en casa llevó al Pincha a un nuevo título local, en una inolvidable pulseada ante Boca, que lo convirtió en el campeón del Apertura 06. "Cuando volví, no pensaba que podía ganar un torneo tan rápido. Aspiraba a que Estudiantes llegara al lugar donde está hoy: uno de los clubes mejor considerados de Argentina y de América". Volvió y no sólo para ser campeón. Se involucró de cuerpo y alma con su Estudiantes. Puso mucho dinero para fomentar las Inferiores del club, se comprometió con la remodelación de varios sectores del Country de City Bell, su nombre siempre tuvo ascendencia en la política interna, sirvió de factor de unión para la familia pincha, lo convenció a Calderón para que siguiera siendo su aliando un tiempo más. Y siempre fue el verdadero líder dentro de la cancha. En el hall central de la sede de 53 entre 7 y 8 están plantadas las copas de las epopeyas sesentistas en las que la Bruja padre fue escencial. En las paredes de la concentración del Country de City Bell, cuelgan varias imágenes de los equipos que gestaron la mística invulnerable. La Brujita volvió para reproducir y alimentar ese esplendor y para agigantar la gloria. Son las cosas que puede el amor.
Hincha, jugador y campeón copero
La Bruja sigue dando vueltas. Ahora sumó la Libertadores en el club que se formó y del que es fanático. Logró su decimocuarto título y va por más. Idolo, hincha, crack. ¡Cuántos adjetivos hacen falta para describir a este jugador! Pasaron 620 partidos para jugar una final en serio, una final continental. Sí, desde aquel primer juego el 24 de abril de 1994 con la misma camiseta que defendió en Brasil, transcurrieron 15 años en los que la carrera de Juan Sebastián Verón se fue construyendo en base al éxito. Tal vez la Selección sea su única cuenta pendiente, pero en lo que a equipos respecta la Bruja se mareó de tantas vueltas. La primera fue la que logró en 1995, cuando ascendió con el Pincha a Primera. Después en Europa disfrutó de varias ligas, copas domésticas y continentales, aunque sin dudas se quedó con las ganas de levantar una Champions. El máximo torneo de clubes del mundo se le negó en varias ocasiones. Las semifinales con Manchester en 2002 lo dejaron a un paso de la gloria, pero los penales hicieron que Leverkusen enfrentara al Real Madrid y el equipo de Ferguson viera la final por TV. Sin embargo, y con tantas historias en el lomo, recién en este 2009 Verón vivió la sensación de jugar una final copera. Y encima, ganarla. Su corazón pincharrata le permitió emocionarse más de la cuenta y saldar una deuda que su brillante carrera no quería tener. El fútbol de Verón merecía la Libertadores. Estudiantes no jugaba una final de Libertadores desde 1971, cuando no terminó de la mejor manera. Nacional se quedó con la gloria y dejó al plantel de Zubeldía con las ganas de la cuarta Copa. En ese Estudiantes estaba la Bruja Verón, Ramón Verón, el creador del apodo, tan fanático como Juan Sebastián y el mismo que hace una semana le pidió en confidencia a su hijo que vengue "aquella derrota deportiva". Y la Brujita lo vengó consiguiendo su 14° título.
El campeón se arma pieza por pieza...
La intimidad del Pincha revela los secretos de un ganador: la convivencia a plena buena onda en la concentración, los liderazgos y las cábalas, tradición del club. Hay baile en el Mineirao. ¿Samba? ¿O algún otro ritmo de origen africano con predicamento en esta tierra? Qué va... Lo que hacen los jugadores de Estudiantes parece indescifrable, pero media una explicación: el campeón de América goza la conquista y se agota de felicidad. No es muy diferente de lo que pasa día a día en el Pincha... En el último entrenamiento previo a esta final, los famosos botines de Julián Camino aparecieron cortajeados por todas partes. Adelante, atrás, en el empeine... Y despertó la carcajada del plantel, que disfrutó el fin de una cábala. Durante todo este tiempo, al ex lateral le habían hecho las mil y una para que no se pudiera volver a poner esos zapatos que, encima, eran talle 44, tres números más que lo que calza realmente el ayudante de campo de Sabella. Pero como se los puso en el primer picado para bromear y el equipo empezó a ganar... Hay rituales que no se cambian. En estos meses, ese par de botines sufrió todo tipo de boicots. Desde yerba y azúcar en su interior, pasando por crema y dulce de leche, hasta cintas varias para que no pudiera calzarlos. Pero Julián, paciente, siempre se las ingenió para recuperarlos. Contó, en parte, con la complicidad de los mismos jugadores y utileros, que siempre le dieron chance de poder acondicionarlos. Hasta en la previa a este partido con Cruzeiro: cuando a pesar de que igual se los puso para el picado, los cortaron de tal manera que ya no los podrá usar más. Las cábalas, tan propias de la historia de Estudiantes, no faltaron puertas adentro de este plantel que siempre se mostró armónico y hasta sorprendió gratamente al propio Schiavi, visitante temporario, por la buena onda interna. En este grupo que comanda Verón (con Calderón, encargado de encaminar a los más chicos), hubo otros líderes de buena convivencia por el tiempo que llevan juntos y su identificación con los colores. Como en todos los planteles, hay subgrupos de afinidades que sólo se ven puertas adentro del Country: están los pibes, los más nuevos (Cellay, Matías Sánchez, Ré...), la banda con paso por Quilmes (Desábato, Braña, Alayes, Benítez)... Pero no hay conflictos de poder. Como ha reconocido la Bruja, las diferentes personalidades ayudaron a la causa: él, por caso, contó ser de los más enérgicos al decir las cosas; en cambio, el Flaco Alayes, otro histórico, es más de mediar. A partir de ahí puede leerse también el éxito de este equipo. La concentración de City Bell ofrece un rico menú de pasatiempos. No falta la Play Station a cargo de los pibes, que sólo en ocasiones convocan a algunos grandes. Hay ping-pong, pool, cartas, pero sobre todo, muchas horas frente a las computadores personales. Y un divertimento infrecuente en otros planteles. Casi exclusivo: el golf. Lugar de privilegio, Estudiantes tiene en el Country una de las canchas más importantes del país y hay varios que la aprovechan a full: entre ellos, Braña y Alayes, los más aptos con los palos. Y en este último tiempo, el Flaco Schiavi, quien había adoptado este deporte en Boca por su amistad con el Chelo Delgado. El momento en el que más se expone el buen clima en el plantel se da en los picados. Claudio Gugnali, el otro ayudante de Sabella, asume protagonismo. Líder del equipo de los "habilidosos", a pesar de haber sido un fuerte lateral, siempre sufre el ataque premeditado del otro bando, que en algún momento del partido se lanza sobre él. Andújar también se lleva cargadas. El gigante del arco va al medio, donde su altura y su técnica no tan fina con los pies, son motivos de risas cuando hace alguna destreza. El más divertido, en ese sentido, es el Chapu Braña, artífice de todas las bromas del plantel con distintos cómplices según las circunstancias.
El mate tampoco falta en City Bell. Como otra rutina bien propia de Calderón, Verón y Huerta. Cada vez que el equipo juega un domingo, el sábado por la tarde van a ver las Inferiores. Pero el termo debe ser acercado, infaltablemente, por un colaborador. Algo así como aquella rutina que tenía Bilardo como técnico del club, quien desde la concentración, campo adentro por City Bell, se iba con tres o cuatro jugadores a ver pasar un tren a la misma hora y en el mismo lugar. Las épocas pasan, las cábalas persisten...