Post by realeagle on Jan 20, 2010 15:48:06 GMT -5
Africa: Fútbol y Bailarines en la oscuridad Por Ezequiel Fernándes Moores
Los colonizadores belgas y franceses de lo que hoy es República Democrática del Congo y República del Congo autorizaron finalmente a los africanos a jugar al fútbol. Pero descalzos. Los pies, para los africanos, servían ante todo para danzar. Hasta que comenzaron a danzar con una pelota. Los colonizadores ingleses de Rhodesia (hoy Zambia y Zimbabwe) también autorizaron a los africanos a crear su propia Liga. Estaban preocupados por una ola de reclamos obreros y vieron que el fútbol, como ya había sucedido en Sudáfrica, era una buena herramienta de pacificación. Se asustaron cuando advirtieron que la liga fortalecía la unión de los obreros y en 1947 quisieron retomar el control del torneo. Pero los dieciséis clubes hicieron un boicot masivo y la liga siguió en sus manos. Los colonizadores ingleses sufrieron una nueva lección en Nigeria. El líder nacionalista Nmadi Azikiwe ("Zik") usó a su equipo, el Zik´s Athletic Club, para recaudar fondos para la guerra contra la Alemania de Hitler. Zik reunía hasta 20.000 personas en el estadio. Lanzaba arengas contra el racismo, pero también a favor de la independencia de su nación. ¿Por qué si el racismo es inaceptable en Europa debería ser aceptable en Nigeria?, se preguntaba. No pudieron callarlo. El crack argelino Rachid Mekloufi abandonó la selección francesa poco antes del Mundial 58 y viajó secretamente a Túnez para fundar un equipo en línea con el nacionalista Frente de Liberación Nacional (FLN). Francia quedó sorprendida por el gesto. El equipo jugó cuatro años en catorce países, hasta su desintegración. Mekloufi volvió al Saint Ettienne. En 1968 ganó la Copa de Francia y recibió el trofeo de manos del general De Gaulle: "La France, c´est vous" (Francia es usted), le dijo De Gaulle. El fútbol fue siempre un motivo de identificación en Africa. "Nos gobernaron con armas y máquinas. Hombre contra hombre, en el campo de fútbol, les podemos demostrar quién es realmente superior", dijo una vez Ferhat Abbas, primer presidente de la Argelia independiente, en 1962. En la era poscolonial, Kwame Nkrumah, líder ghanés tras la retirada británica, impuso el nombre de Black Stars (Estrellas Negras) a la selección de su país. Le dio fuerte apoyo económico. En 1963, en gira por Europa, igualaron 3-3 con Real Madrid y ganaron 5-2 a Italia. El nacionalista Nkrumah creó un partido político único y un equipo propio, Real Republikans, al que formó sacándole los mejores jugadores a cada uno de los clubes que integraban la Liga. Como el Real Madrid era símbolo del franquismo, el Real Republikans era "embajador del nuevo espíritu del hombre africano". Todo terminó con un golpe militar en 1966. En el Congo, donde el rey Leopoldo de Bélgica impuso uno de los regímenes coloniales más brutales, el poder pasó a manos del dictador general Joseph Desire Mobutu, tras el asesinato del presidente Patrice Lumumba, bajo la complicidad de Occidente. El fútbol había contribuido a la tarea de los colonizadores. Mobutu mantuvo represión y fútbol. Dio todo al equipo TP Englebert. DT húngaro y cracks repatriados de Bélgica. Fue campeón africano de 1967 y 1968. La selección también fue campeona africana y ganó un boleto al Mundial 74. La paliza 9-0 propinada por Yugoslavia el 18 de junio de 1974 en Gelsenkirchen acabó, al menos en el fútbol, con los sueños imperiales de Mobutu. No hay registros oficiales sobre cuándo y dónde comenzaron los africanos a jugar al fútbol. Pero sí números que demuestran que Africa es la mayor cantera actual del fútbol mundial y que allí, según parece, está el futuro. En Africa subsahariana, donde conviven 39 de los 42 países en los que se registra el 90 por ciento de la mortalidad infantil en el mundo, las escuelas de fútbol son controladas hoy por los empresarios libaneses que antes se dedicaban a la explotación de diamantes. Africa siempre fue objeto de rapiña. En Sudáfrica, sede del próximo Mundial, el primer partido de fútbol se jugó en 1866, un año antes que en la Argentina. Y el primer club fue fundado en 1879, once años antes que el Alumni de los hermanos Brown. Pero el desarrollo de
l fútbol en Sudáfrica se vio frenado porque los colonizadores eligieron el rugby. Sudáfrica, no obstante, fue una de las cuatro naciones fundadoras de la Confederación Africana de Fútbol (CAF), creada en 1957, seis años antes que la propia Organización de la Unidad Africana (OUA).
La FIFA tardó en reconocerla y su presidente, el inglés Stanley Rous, intentó incluso formar una Confederación paralela liderada por Sudáfrica, que había sido excluida de la CAF por su política racista. Fue su tumba. Se la cavó en 1974 el brasileño João Havelange, con el decisivo voto del bloque africano. Brasil ya era tricampeón mundial. El fútbol se rindió a su danza, a su capoeira, a su "mulatismo". Lo dijo Gilberto Freyre, convencido de que el fútbol de Brasil se hizo imbatible cuando incorporó sus raíces africanas. Brasil, último gran país del mundo que abolió la esclavitud, en 1888, recibió a buena parte de los 20 millones de esclavos africanos enviados a América. Se calcula que unos 100 millones de africanos fueron arrancados de sus familias y vendidos como esclavos entre los siglos XVI y XIX para trabajar en plantaciones de azúcar, tabaco, algodón, cacao y minas de oro y plata. Historiadores dicen que todo comenzó en 1441, cuando los portugueses desembarcaron con la espada y con la cruz en lo que hoy sería territorio de Angola, sede de la Copa de fútbol de Africa, que comenzó este domingo, pero que fue noticia por el sangriento ataque a la selección de Togo. El ataque, se sabe, se produjo en Cabinda, un enclave petrolero cuyas riquezas no se reflejan aún en un país pobre, cuya esperanza de vida es de 37 años y que comienza a recuperarse tras casi tres décadas de una guerra civil que mató a medio millón de personas. En Angola, como en toda Africa, el fútbol es mucho más que un deporte. El ministro Virgilio de Fontes Pereira recordó a las "Palancas Negras", como se llama a la selección de Angola, que la Copa se juega "en el mes de los mártires de la represión colonial". Aludió a una salvaje matanza de unas 10.000 personas en 1961, iniciada por una rebelión en la Cuenca de Kassanje, un territorio que manejaban los colonizadores portugueses. "Honren a nuestros héroes", pidió el ministro a los jugadores. El fútbol tiene una deuda con Africa. El mundo también. Los grupos separatistas autores del ataque aseguran ahora que su objetivo no era la selección de Togo, cuyos jugadores, en plena balacera, se despedían telefónicamente de sus familias, temiendo que no salieran vivos, según contó ayer el capitán Emmanuel Adebayor. Lo que fuere, el ataque confirmó que el deporte dejó de ser un mundo de Disneylandia. El deporte ya había sido centro de ataques en los Juegos Olímpicos de Munich 72 y, menos grave, en los de Atlanta 96. Pero el ataque a Togo llega después de un atentado contra la selección de cricket de Sri Lanka en Paquistán, en marzo pasado, que mató a siete personas. Y del más reciente atentado en un estadio de Paquistán, en pleno partido de voleibol, que provocó 80 muertes. El mundo ha cambiado. Cada vez más violento y cada vez más desigual. La FIFA deberá afrontar en junio su decisión de llevar el Mundial al continente más pobre y explotado del planeta. Igual que el Comité Olímpico Internacional (COI). Todos hablan de la Río de Janeiro de las 700 favelas, 300 controladas por el narcotráfico y sus 20 asesinatos diarios, sede de los Juegos de 2016. Pero dicen poco de Londres, que será sede de los Juegos en 2012 y donde no hace más de cinco años murieron 56 personas en ataques terroristas. Un comunicado reciente de la ONU lo puso claro: "El deporte es símbolo de entendimiento y amistad entre los pueblos y los deportistas son el símbolo de ello. Atacarles supone atacar los valores humanos que encarna el deporte" Lejos de Mundiales y Juegos Olímpicos, que hoy atraen negocios, violencia y sueños populares, el fútbol suele tener otras finalidades en Africa. En los años 60 fue un momento de libertad para los 1400 prisioneros de Robben Island, donde estuvo recluido Nelson Mandela, que fundaron una Liga propia, que tuvo como árbitro y jugador a otro prisionero célebre, Jacob Zuma, actual presidente de Sudáfrica. En el dramático genocidio de Ruanda, que en 1994 mató a más de 800.000 tutsis y hutus en apenas 100 días, parte de la reconstrucción, diez años después, se hizo a partir del fútbol. Mientras volvían a levantar viviendas, victimarios y víctimas corrían detrás de una pelota, único momento de placer en uno de los rincones más miserables del planeta.
Los colonizadores belgas y franceses de lo que hoy es República Democrática del Congo y República del Congo autorizaron finalmente a los africanos a jugar al fútbol. Pero descalzos. Los pies, para los africanos, servían ante todo para danzar. Hasta que comenzaron a danzar con una pelota. Los colonizadores ingleses de Rhodesia (hoy Zambia y Zimbabwe) también autorizaron a los africanos a crear su propia Liga. Estaban preocupados por una ola de reclamos obreros y vieron que el fútbol, como ya había sucedido en Sudáfrica, era una buena herramienta de pacificación. Se asustaron cuando advirtieron que la liga fortalecía la unión de los obreros y en 1947 quisieron retomar el control del torneo. Pero los dieciséis clubes hicieron un boicot masivo y la liga siguió en sus manos. Los colonizadores ingleses sufrieron una nueva lección en Nigeria. El líder nacionalista Nmadi Azikiwe ("Zik") usó a su equipo, el Zik´s Athletic Club, para recaudar fondos para la guerra contra la Alemania de Hitler. Zik reunía hasta 20.000 personas en el estadio. Lanzaba arengas contra el racismo, pero también a favor de la independencia de su nación. ¿Por qué si el racismo es inaceptable en Europa debería ser aceptable en Nigeria?, se preguntaba. No pudieron callarlo. El crack argelino Rachid Mekloufi abandonó la selección francesa poco antes del Mundial 58 y viajó secretamente a Túnez para fundar un equipo en línea con el nacionalista Frente de Liberación Nacional (FLN). Francia quedó sorprendida por el gesto. El equipo jugó cuatro años en catorce países, hasta su desintegración. Mekloufi volvió al Saint Ettienne. En 1968 ganó la Copa de Francia y recibió el trofeo de manos del general De Gaulle: "La France, c´est vous" (Francia es usted), le dijo De Gaulle. El fútbol fue siempre un motivo de identificación en Africa. "Nos gobernaron con armas y máquinas. Hombre contra hombre, en el campo de fútbol, les podemos demostrar quién es realmente superior", dijo una vez Ferhat Abbas, primer presidente de la Argelia independiente, en 1962. En la era poscolonial, Kwame Nkrumah, líder ghanés tras la retirada británica, impuso el nombre de Black Stars (Estrellas Negras) a la selección de su país. Le dio fuerte apoyo económico. En 1963, en gira por Europa, igualaron 3-3 con Real Madrid y ganaron 5-2 a Italia. El nacionalista Nkrumah creó un partido político único y un equipo propio, Real Republikans, al que formó sacándole los mejores jugadores a cada uno de los clubes que integraban la Liga. Como el Real Madrid era símbolo del franquismo, el Real Republikans era "embajador del nuevo espíritu del hombre africano". Todo terminó con un golpe militar en 1966. En el Congo, donde el rey Leopoldo de Bélgica impuso uno de los regímenes coloniales más brutales, el poder pasó a manos del dictador general Joseph Desire Mobutu, tras el asesinato del presidente Patrice Lumumba, bajo la complicidad de Occidente. El fútbol había contribuido a la tarea de los colonizadores. Mobutu mantuvo represión y fútbol. Dio todo al equipo TP Englebert. DT húngaro y cracks repatriados de Bélgica. Fue campeón africano de 1967 y 1968. La selección también fue campeona africana y ganó un boleto al Mundial 74. La paliza 9-0 propinada por Yugoslavia el 18 de junio de 1974 en Gelsenkirchen acabó, al menos en el fútbol, con los sueños imperiales de Mobutu. No hay registros oficiales sobre cuándo y dónde comenzaron los africanos a jugar al fútbol. Pero sí números que demuestran que Africa es la mayor cantera actual del fútbol mundial y que allí, según parece, está el futuro. En Africa subsahariana, donde conviven 39 de los 42 países en los que se registra el 90 por ciento de la mortalidad infantil en el mundo, las escuelas de fútbol son controladas hoy por los empresarios libaneses que antes se dedicaban a la explotación de diamantes. Africa siempre fue objeto de rapiña. En Sudáfrica, sede del próximo Mundial, el primer partido de fútbol se jugó en 1866, un año antes que en la Argentina. Y el primer club fue fundado en 1879, once años antes que el Alumni de los hermanos Brown. Pero el desarrollo de
l fútbol en Sudáfrica se vio frenado porque los colonizadores eligieron el rugby. Sudáfrica, no obstante, fue una de las cuatro naciones fundadoras de la Confederación Africana de Fútbol (CAF), creada en 1957, seis años antes que la propia Organización de la Unidad Africana (OUA).
La FIFA tardó en reconocerla y su presidente, el inglés Stanley Rous, intentó incluso formar una Confederación paralela liderada por Sudáfrica, que había sido excluida de la CAF por su política racista. Fue su tumba. Se la cavó en 1974 el brasileño João Havelange, con el decisivo voto del bloque africano. Brasil ya era tricampeón mundial. El fútbol se rindió a su danza, a su capoeira, a su "mulatismo". Lo dijo Gilberto Freyre, convencido de que el fútbol de Brasil se hizo imbatible cuando incorporó sus raíces africanas. Brasil, último gran país del mundo que abolió la esclavitud, en 1888, recibió a buena parte de los 20 millones de esclavos africanos enviados a América. Se calcula que unos 100 millones de africanos fueron arrancados de sus familias y vendidos como esclavos entre los siglos XVI y XIX para trabajar en plantaciones de azúcar, tabaco, algodón, cacao y minas de oro y plata. Historiadores dicen que todo comenzó en 1441, cuando los portugueses desembarcaron con la espada y con la cruz en lo que hoy sería territorio de Angola, sede de la Copa de fútbol de Africa, que comenzó este domingo, pero que fue noticia por el sangriento ataque a la selección de Togo. El ataque, se sabe, se produjo en Cabinda, un enclave petrolero cuyas riquezas no se reflejan aún en un país pobre, cuya esperanza de vida es de 37 años y que comienza a recuperarse tras casi tres décadas de una guerra civil que mató a medio millón de personas. En Angola, como en toda Africa, el fútbol es mucho más que un deporte. El ministro Virgilio de Fontes Pereira recordó a las "Palancas Negras", como se llama a la selección de Angola, que la Copa se juega "en el mes de los mártires de la represión colonial". Aludió a una salvaje matanza de unas 10.000 personas en 1961, iniciada por una rebelión en la Cuenca de Kassanje, un territorio que manejaban los colonizadores portugueses. "Honren a nuestros héroes", pidió el ministro a los jugadores. El fútbol tiene una deuda con Africa. El mundo también. Los grupos separatistas autores del ataque aseguran ahora que su objetivo no era la selección de Togo, cuyos jugadores, en plena balacera, se despedían telefónicamente de sus familias, temiendo que no salieran vivos, según contó ayer el capitán Emmanuel Adebayor. Lo que fuere, el ataque confirmó que el deporte dejó de ser un mundo de Disneylandia. El deporte ya había sido centro de ataques en los Juegos Olímpicos de Munich 72 y, menos grave, en los de Atlanta 96. Pero el ataque a Togo llega después de un atentado contra la selección de cricket de Sri Lanka en Paquistán, en marzo pasado, que mató a siete personas. Y del más reciente atentado en un estadio de Paquistán, en pleno partido de voleibol, que provocó 80 muertes. El mundo ha cambiado. Cada vez más violento y cada vez más desigual. La FIFA deberá afrontar en junio su decisión de llevar el Mundial al continente más pobre y explotado del planeta. Igual que el Comité Olímpico Internacional (COI). Todos hablan de la Río de Janeiro de las 700 favelas, 300 controladas por el narcotráfico y sus 20 asesinatos diarios, sede de los Juegos de 2016. Pero dicen poco de Londres, que será sede de los Juegos en 2012 y donde no hace más de cinco años murieron 56 personas en ataques terroristas. Un comunicado reciente de la ONU lo puso claro: "El deporte es símbolo de entendimiento y amistad entre los pueblos y los deportistas son el símbolo de ello. Atacarles supone atacar los valores humanos que encarna el deporte" Lejos de Mundiales y Juegos Olímpicos, que hoy atraen negocios, violencia y sueños populares, el fútbol suele tener otras finalidades en Africa. En los años 60 fue un momento de libertad para los 1400 prisioneros de Robben Island, donde estuvo recluido Nelson Mandela, que fundaron una Liga propia, que tuvo como árbitro y jugador a otro prisionero célebre, Jacob Zuma, actual presidente de Sudáfrica. En el dramático genocidio de Ruanda, que en 1994 mató a más de 800.000 tutsis y hutus en apenas 100 días, parte de la reconstrucción, diez años después, se hizo a partir del fútbol. Mientras volvían a levantar viviendas, victimarios y víctimas corrían detrás de una pelota, único momento de placer en uno de los rincones más miserables del planeta.