Post by realeagle on May 18, 2010 0:43:31 GMT -5
El semillero del fut argentino, cuna de cracks como diego maradona, fernando redondo, roman riquelme, el mismo borghi, sergio batista, logro despues de 25 años ser campeon...
De cabeza a la historia
Claudio Borghi le sacó lustre a un plantel que sólo contaba con tres futbolistas con experiencia en vueltas olímpicas. Argentinos jamás renunció al toque y mostró coraje para dar vuelta partidos increíbles. Después de 25 años, el Bicho volvió a festejar a nivel local.
Cuenta la leyenda que, hace dos semanas, antes del choque que resultaría determinante contra Independiente, por el triunfo propio y el empate de Estudiantes ante Central, Claudio Borghi se plantó delante del plantel. Y preguntó quiénes ya habían salido campeones. Sólo tres futbolistas levantaron la mano: Calderón, Fede Domínguez y Raymonda...
Borghi heredó un grupo al que supo enriquecer con las llegadas de Peric y Ojeda, y potenciar con toda la vitalidad de José Luis Calderón. Supo tocar y tocar, supo a qué quería jugar y supo, después de dar vuelta los destinos de batallas increíbles como ante San Lorenzo o Independiente, que podía. Que podía ser campeón.
Después de 25 años, los hinchas de Argentinos se abrazaron a un título local. Ahora queda la intriga del futuro inmediato, de qué sucederá con Borghi, de cómo hará el club para no imitar a otros que hipotecaron sus finanzas para armar equipos competitivos con el afán de pelear en dos frentes y... Y aún hoy lo sufren. Argentinos, hoy, no sufre. Argentinos goza. Se tiró de cabeza a la historia. Y había agua...
De Bichito a campeón
fpredazzi@ole.com.ar | 16-05-2010 "Dale campeón, dale campeón...". Sí, sí, Argentinos volvió a gritar después de 25 años. De la mano del Bichi Borghi, el mismo que había dado la vuelta como jugador. En Parque Patricios, le ganó 2-1 a Huracán con goles de Mercier y Coria. La historia de este equipo que dejó segundo al gran Estudiantes y que en el torneo pasado había terminado último. Un equipo se se armó de poco, que apostó al fútbol ofensivo y que mereció este título inolvidable. Ahí está Pablito con toda su familia. Ahí delira Santo, el amigo murguero, con sus nenes. Ahí anda Arielito, quien no lo había visto campeón. Y Peto, que gritó todos y cada uno de los 35 goles de esta conquista. Ahí gozan los hinchas de Argentinos, dueños del cielo, en ese estadio de Huracán del que jamás se irán, porque una parte de ellos ya quedó adherida allí, en esos escalones de cemento, en ese césped en el que los jugadores saltan y Bichi, bien Bicho, sonríe, feliz, campeón.
Ahí se abrazan Ortigoza y Oberman, cuyas cédulas declaran 25 años, la misma distancia entre este título en el Clausura 2010 y aquel Nacional 85, el último festejo del club a nivel local. Antes y ahora, con Claudio Borghi como estandarte. Un equipo que había terminado último en el torneo pasado. Un equipo que se armó con el objetivo de sumar 50 puntos. Un equipo que respetó la historia, que fue digno en el triunfo y en la derrota, que jugó bien, que ganó partidos que ganan los campeones, que jamás se entregó y que soñó sin soñar, para no tener que despertarse. Los goles de Mercier y Coria redondearon una campaña inolvidable. El 2-1 ante Huracán le alcanzó para consagrarse porque la diferencia la había conseguido en la fecha anterior, con ese tremendo 4-3 sobre Independiente. La talla del equipo que le discutió el título hasta el final no hace más que realzar el logro: se trata nada menos que de Estudiantes, el mejor equipo del país y, también, de América. Borghi trajo a Peric y Ojeda. Bancó a Coria y Gentiletti. Convenció a Calderón de que no se retirara. Se bancó las partidas de Hauche y Torrico. Les habló a sus futbolistas sobre aquel Argentinos. Les contó que veía muchas similitudes entre aquél en el que tiraba rabonas y éste en el que veía desde el banco de suplentes cómo ellos tocaban. Con apenas tres futbolistas con experiencia en vueltas olímpicas (Calderón, Fede Domínguez y Raymonda), el Bichi hizo del Bicho un campeón inolvidable.
¡Papá yo quiero!.
Llegó para sumar puntos... Y terminó sumando más que ninguno. Claudio Borghi se bañó en el bronce eterno y festejó el título de Argentinos junto con su hijo Filippo.
"Contento porque se llegó. Muy alegre por haber conseguido este campeonato tan importante para la gente de Argentinos. Vine por el descenso y salí campeón". Claudio Borghi está más que feliz por lo obtenido con el equipo de sus amores. Como técnico es su primer título en Argentina, pero como jugador ya había pegado un par de gritos.
Igual, cree que lo que fueron los Globetrotters es incomparable: "No queremos opacar lo que fueron el 84 y el 85 porque fue extraordinario, sólo compartirlo. Compararnos sería tonto, somos equipo más humilde en cantidad de jugadores, pero vamos a festejar igual".
Al Bichi lo seduce el sueño de quedarse. "Vamos a ver, hoy disfrutar, después vemos. Argentinos hoy juega la Copa Libertadores y tiene que sacar cuentas a ver qué puede hacer. No me interesa que Argentinos haga una buena Copa y quede en la ruina, sacará sus cuentas y verá el equipo que puede formar", dijo.
Sin embargo, y como dijo ya una vez, Boca es un lindo desafío: "Este campeonato me agarra en una etapa de crecimiento de mi vida, lo disfruté muchísimo. De lo de Boca es difícil desmentir o confirmar algo porque no he hablado con nadie. Veremos qué hacemos, Boca es un equipo interesante pero primero que me digan qué es lo que quieren a ver si yo les puedo cumplir". El Bichi, entre tanto festejo, no tira un no rotundo...
Argentinos, la tradición del buen juego lo condujo a la nueva gloria
Venció 2 a 1 a Huracán y se consagró luego de 25 años; fue respetuoso de la genética futbolística que históricamente lo distinguió
Ahora que el fútbol argentino está abierto, que no hay dinastías, equipos hegemónicos ni grandes que impongan condiciones, Argentinos es uno más en encontrar su momento de gloria, su lugar más alto, sus horas más felices. Pero Argentinos no es sólo un oportunista de una competencia muy atomizada en las últimas temporadas. Argentinos no es un desconocido, un cualquiera, y si hay algo que no le falta es estilo e identidad. Tiene muy claro quién es, más allá de las satisfacciones o frustraciones deportivas.
El Bicho tiene una historia muy vinculada con el buen gusto futbolístico, con una fama bien ganada por ser cuna de cracks, de la cual surgen talentos que casi siempre emigran antes de consolidarse en primera. Este campeón es un digno representante de la mejor tradición de Argentinos. Lo demostró a lo largo de la campaña en el Clausura y lo refrendó ayer, con un triunfo indispensable ante Huracán. Una victoria que pudo ser más amplia, pero este Argentinos no se caracteriza por ser pragmático. Es un equipo que al mismo tiempo que es responsable de sus obligaciones intenta disfrutar, pasarla bien dentro de la cancha, sentirse cómodo con la pelota. Es el mensaje con que el Bichi Borghi, que conoce el espíritu del club desde niño, convenció a sus jugadores, muy identificados con su propuesta.
El día de la consagración, Argentinos no estuvo más tenso ni ansioso de lo debido. Fue fiel a su ideario, no se traicionó ni permitió que los nervios le jugaran una mala pasada. Este dato no es menor, ya que de la formación titular sólo Calderón había pasado por la experiencia de ser campeón en primera.
La misión se le vio un tanto facilitada porque Huracán, uno de los tantos conjuntos imprevisibles de este certamen, ofreció su versión más blanda e inofensiva. Hizo falta que ingresara Alan Sánchez en el último cuarto de hora para que hubiera alguien con pimienta para buscar el arco. Apenas entró, un remate de media distancia salió apenas desviado. En la segunda ocasión que tuvo no perdonó: cruzó un zurdazo para el descuento, que fue anecdótico, pero que estableció una diferencia con el juego insustancial de su equipo. Mucho traslado inocuo y pases equivocados tuvo el Globo en los últimos 30 metros. Amenazó bastante y no concretó casi nada.
Argentinos fue rápido para buscar el ataque. Y cuenta con futbolistas de buena técnica para hacer valer la velocidad. A ninguno de sus jugadores les quema la pelota en los pies. A Argentinos no le da lo mismo tener o no la pelota. La necesita para desplegarse, para construir sociedades, para crecer como equipo, para meter en problemas al rival de turno. Casi todo nace en esos dos metrónomos de la zona central, Ortigoza y Mercier, tan útiles para la recuperación y cubrir terreno como para darle salida al equipo.
Sosa fue un estilete. Aceleraba y hacía temblar a la defensa del Globo, sobre todo por el costado derecho. Tampoco le falta gambeta ni picardía, y conoce los caminos que llevan al gol. Está en su mejor momento desde que en Independiente acompañaba a Denis como un proyecto interesante. Ayer no convirtió, pero eso no le restó trascendencia a su aporte, ya que dio la asistencia en el gol de Mercier y un cabezazo suyo que rebotó en un poste llegó a los pies de Coria para el segundo.
El zurdo Coria tiene toda la estampa de un jugador elegante, coordinado. Es algo discontinuo y todavía no maneja bien los tiempos que requiere la función de enganche, pero tiene muy buena conducción de la pelota y pegada.
Argentinos utiliza el ancho de la cancha para atacar, se ventila muy bien por los costados. Prósperi y Oberman acompañan y amplían las variantes ofensivas. Por lo general, este Argentinos arma no menos de tres muy buenas jugadas por partido, con sentido colectivo y pureza técnica. Ayer transformó al arquero Monzón en una de las figuras del primer tiempo, con cuatro atajadas de mérito ante Sosa, Coria (dos veces) y Oberman. Más sencillo lo había tenido Calderón en un centro pasado de Sosa, pero el veterano delantero se trabó en la definición.
Si algo podía inquietar a Argentinos era la respuesta del juvenil arquero Ojeda, que estuvo a la altura de las circunstancias. Mostró buen control del tiempo y las distancias para salir a cortar centros y los reflejos le respondieron ante un cabezazo de Esmerado.
Argentinos perdió un poco de fluidez en el juego en el segundo tiempo, pero Huracán le simplificó el asunto con la expulsión de Goltz. El Globo avanzaba sin profundidad y quedaba muy expuesto en defensa, en inferioridad numérica. Era cuestión de que Argentinos ajustara las réplicas. Lo consiguió con el excelente pase de Ortigoza, el cabezazo de Sosa y el toque de Coria. Quedaba un cuarto de hora, pero ya había campeón. Lo es merecidamente este Argentinos, que sin ser un clon de los equipos gloriosos de hace un cuarto de siglo comparte con aquellos la genética futbolística.
El inexplicable cosquilleo de sentirse más alto que nadie
Al llanto le siguió la carcajada. Y, menos de un parpadeo, otra vez el llanto con la piel más sensible que nunca. Argentinos, la Paternal, pasó de una sensación a otra como si se tratara de una exquisita morisqueta de alguien que llevaba al Bichito colorado en medio del pecho: el genial Luis Sandrini. Los suspiros no supieron de alivio. Y el alivio se volvió explosión con la vuelta olímpica desde el alma del barrio. Desde Parque Patricios, donde Claudio Borghi y sus muchachos se ganaron un lugar dorado en la historia del club, hasta el remozado estadio de nombre ilustre, Diego Armando Maradona, sede de los festejos, ritos y promesas cumplidas alrededor de un título que le sacó una risotada hasta al de rictus más serio. La celebración fue eterna y seguía anoche, con una comida en La cantina de David, en Colegiales. Todo eso pudo el campeón. ¡Sí, Argentinos campeón!
La rutina dominical se alteró. Los pocos que conciliaron el sueño se despertaron temprano, mucho más temprano de lo que aconseja el día de descanso. Los otros, a los que la vigilia les pareció eterna, agradecieron con el primer rayo del sol. La Paternal programó la agenda sobre una premisa fundamental: el campeonato. El olor a las medialunas calentitas, el mate, aquella camiseta de la cábala, algún tango, los diarios, las formaciones, los ravioles, que... Ortigoza, Mercier y el Chuco Sosa. "¡Que de la mano... de Bichi Borghi..!" ¡Cuánta ansiedad entre la mentada bohemia del barrio!
La gente fue y vino como hormigas: en ómnibus, a pie, en taxi, en remís... como pudo. Valió cualquier forma de traslado para acercarse a la cancha de Huracán, otro punto de encuentro de la nostalgia y de los buenos viejos tiempos de gloria. Algo de preocupación se mezcló en los corazones con aquel madrugador gol de Estudiantes. ¿Y si...? No, nada de eso. El aliento fue un eficaz recurso, el que tenía más a mano, para ahuyentar los malos pensamientos. Estaba claro: para ellos nada podía salir mal. "Nada", repitieron y se convencieron los hinchas de Argentinos. Y tuvieron razón, nomás, el pelado Mercier, el representante del Bicho en la lista de Diego, abrió el camino. Aquellas voces con carraspera celebraron el desgarrador esfuerzo de las cuerdas vocales. Se alzaron los brazos en la tribuna visitante y todos se volvieron uno. Se celebró en el monumento a Pappo, el de aquel viejo blues, en Boyacá y Juan B. Justo. Se gritó en cada punto cardinal en el que latió un corazón colorado y blanco.
Coria empujó a la red un rebote. Se agitaron las banderas. Ahí sí se revolearon las radios. Ya no importaron las noticias de Santa Fe ni la suerte de Estudiantes. Argentinos era campeón por mérito propio y sin fijarse en los demás. Ni aquel gol de Huracán le trajo inquietud.
Caruzzo y Oberman, dos genuinos productos de la cantera, corrieron más que nadie. Como en la cancha, Ortigoza y Mercier manejaron la celebración dentro del vestuario. El Bichi Borghi pareció imperturbable, pero llevó la emoción por dentro. El kinesiólogo Raúl Gismondi, el que estuvo en todos los títulos, no ocultó los ojos vidriosos. Las calles se alborotaron. Se cantó en Gavilán, en Artigas, en San Blas, en Alvarez Jonte, en Camarones, en Donato Alvarez... Los héroes cambiaron de ómnibus a mitad de camino y, con Hugo al volante, el mismo chofer que los llevó en los últimos 15 partidos, se subieron a uno descapotable, vestidos con el cotillón para el apropiado momento. Allí, en su casa, en su estadio, una multitud les armó la fiesta de la gratitud, entre color y luces. Es Argentinos. Es la cuna de grandes talentos, la cantera del mundo, como le gusta definirse. Es la casa "del Diego". Es el recuerdo del entrañable Carlos Carella, que hizo conocer al bichito colorado cada vez que pudo. Bien vale la pena recordarlo por mucho tiempo: es el campeón.
"Estoy orgulloso, es una campaña soñada"
Uno por uno, en el vestuario decorado con champagne, jugos y agua mineral, los jugadores de Argentinos le firmaron la pelota con la que se consagraron campeones, la del triunfo ante Huracán. Claudio Borghi se la quedó, como hace siempre tras una conquista, para regalársela a su hijo Filippo. El Bichi se transformó en una especie de talismán para Argentinos, ya que participó en cuatro de los cinco títulos conseguidos en su historia, ya sea como jugador (los torneos Metropolitano 1984 y Nacional 1985 y la Copa Libertadores 1985), y ahora el Clausura 2010 como DT. Sólo no estuvo para levantar la Copa Interamericana 1985 porque se jugó en diciembre del año siguiente, frente a Defence Force, de Trinidad y Tobago, cuando había sido transferido a Milan. "Hoy es un día muy especial para mí. La primera vez que llegué a Argentinos tenía diez años: me dio de comer, me dio todo como futbolista. Esta es una manera de devolverle todo lo que me dio. Hoy creo que estamos a mano y la deuda está cancelada. Ahora estoy tranquilo con mi conciencia", comentó.
Nunca mostró actitudes tribuneras. Nunca quiso vender una imagen distinta de su forma de ser. Borghi no utiliza gestos ampulosos para conducir. Una de sus frases de cabecera es: "Al jugador hay que convencerlo, no imponerle las cosas. Sólo así se puede mantener un estilo. Cuando yo era jugador había entrenadores que nos convencían de que los rivales eran más importantes que nosotros. Yo intento acrecentar las virtudes, mucho más si son pocas".
El equipo se fue armando sobre la marcha, aunque el técnico fue importante: "Llegamos para pelear el descenso y ahora somos campeones", recuerda Borghi. "Es un orgullo por todo el esfuerzo y la humildad de este equipo. Todos hicieron un sacrificio extraordinario para lograr el objetivo. Estoy orgulloso, es una campaña soñada".
El director técnico suma prestigio luego de un paso irregular por Independiente, aunque él siempre aclaró: "Es cierto que no ganamos mucho, pero tampoco perdimos. El problema en Independiente fue que empatamos mucho y la gente estaba ilusionada con pelear más arriba". Hoy también recuerda cuando se inició como DT, a nivel universitario, y luego cuando se inició profesionalmente en Audax Italiano, en la temporada 2002
03. Muchas imágenes vividas en su trabajo y en el ámbito familiar. No tiene miedo en reconocer: "El equipo de 1985 era mucho mejor que éste, ya sea por nombres y por juego". Algunos dicen que el de hoy es más estratégico en defensa, pero aunque sea "distinto" también logró arrancarle lágrimas de emoción.
Borghi rescató la base del equipo que heredó de otro Claudio (Vivas) y le agregó pinceladas con las proyecciones de Sosa en ataque y el juego aéreo de Gentiletti en defensa, el convencimiento para que José Luis Calderón postergara su retiro. "Fui compañero de él como jugador y la verdad es que en esa época no lo veía como entrenador. Sin embargo, me gustó mucho el trabajo que hizo. Demostró que es un gran técnico, le devolvió la identidad al club. Argentinos jugó con la tranquilidad y la paciencia con las que jugaba él", comentó el Checho Jorge Batista en Radio La Red.
Es el quinto título de Borghi como DT, el primero en el fútbol argentino luego del tetracampeonato conquistado con Colo Colo en Chile, quedándose con los Apertura y Clausura de 2006 y 2007. "Este año pasamos momentos muy difíciles por el terremoto de Chile. Yo me considero cincuenta por ciento chileno y el título lo quiero compartir con la gente de Chile y de Colo Colo, donde me formé", explicó. A los 45 años, el destino no lo encuentra tirando una rabona, pero sí festejando desde otro lugar. No le hizo falta prender un cigarrillo a escondidas en el banco de suplentes. Ayer decidió quedarse sentado, mirar y disfrutar.
De cabeza a la historia
Claudio Borghi le sacó lustre a un plantel que sólo contaba con tres futbolistas con experiencia en vueltas olímpicas. Argentinos jamás renunció al toque y mostró coraje para dar vuelta partidos increíbles. Después de 25 años, el Bicho volvió a festejar a nivel local.
Cuenta la leyenda que, hace dos semanas, antes del choque que resultaría determinante contra Independiente, por el triunfo propio y el empate de Estudiantes ante Central, Claudio Borghi se plantó delante del plantel. Y preguntó quiénes ya habían salido campeones. Sólo tres futbolistas levantaron la mano: Calderón, Fede Domínguez y Raymonda...
Borghi heredó un grupo al que supo enriquecer con las llegadas de Peric y Ojeda, y potenciar con toda la vitalidad de José Luis Calderón. Supo tocar y tocar, supo a qué quería jugar y supo, después de dar vuelta los destinos de batallas increíbles como ante San Lorenzo o Independiente, que podía. Que podía ser campeón.
Después de 25 años, los hinchas de Argentinos se abrazaron a un título local. Ahora queda la intriga del futuro inmediato, de qué sucederá con Borghi, de cómo hará el club para no imitar a otros que hipotecaron sus finanzas para armar equipos competitivos con el afán de pelear en dos frentes y... Y aún hoy lo sufren. Argentinos, hoy, no sufre. Argentinos goza. Se tiró de cabeza a la historia. Y había agua...
De Bichito a campeón
fpredazzi@ole.com.ar | 16-05-2010 "Dale campeón, dale campeón...". Sí, sí, Argentinos volvió a gritar después de 25 años. De la mano del Bichi Borghi, el mismo que había dado la vuelta como jugador. En Parque Patricios, le ganó 2-1 a Huracán con goles de Mercier y Coria. La historia de este equipo que dejó segundo al gran Estudiantes y que en el torneo pasado había terminado último. Un equipo se se armó de poco, que apostó al fútbol ofensivo y que mereció este título inolvidable. Ahí está Pablito con toda su familia. Ahí delira Santo, el amigo murguero, con sus nenes. Ahí anda Arielito, quien no lo había visto campeón. Y Peto, que gritó todos y cada uno de los 35 goles de esta conquista. Ahí gozan los hinchas de Argentinos, dueños del cielo, en ese estadio de Huracán del que jamás se irán, porque una parte de ellos ya quedó adherida allí, en esos escalones de cemento, en ese césped en el que los jugadores saltan y Bichi, bien Bicho, sonríe, feliz, campeón.
Ahí se abrazan Ortigoza y Oberman, cuyas cédulas declaran 25 años, la misma distancia entre este título en el Clausura 2010 y aquel Nacional 85, el último festejo del club a nivel local. Antes y ahora, con Claudio Borghi como estandarte. Un equipo que había terminado último en el torneo pasado. Un equipo que se armó con el objetivo de sumar 50 puntos. Un equipo que respetó la historia, que fue digno en el triunfo y en la derrota, que jugó bien, que ganó partidos que ganan los campeones, que jamás se entregó y que soñó sin soñar, para no tener que despertarse. Los goles de Mercier y Coria redondearon una campaña inolvidable. El 2-1 ante Huracán le alcanzó para consagrarse porque la diferencia la había conseguido en la fecha anterior, con ese tremendo 4-3 sobre Independiente. La talla del equipo que le discutió el título hasta el final no hace más que realzar el logro: se trata nada menos que de Estudiantes, el mejor equipo del país y, también, de América. Borghi trajo a Peric y Ojeda. Bancó a Coria y Gentiletti. Convenció a Calderón de que no se retirara. Se bancó las partidas de Hauche y Torrico. Les habló a sus futbolistas sobre aquel Argentinos. Les contó que veía muchas similitudes entre aquél en el que tiraba rabonas y éste en el que veía desde el banco de suplentes cómo ellos tocaban. Con apenas tres futbolistas con experiencia en vueltas olímpicas (Calderón, Fede Domínguez y Raymonda), el Bichi hizo del Bicho un campeón inolvidable.
¡Papá yo quiero!.
Llegó para sumar puntos... Y terminó sumando más que ninguno. Claudio Borghi se bañó en el bronce eterno y festejó el título de Argentinos junto con su hijo Filippo.
"Contento porque se llegó. Muy alegre por haber conseguido este campeonato tan importante para la gente de Argentinos. Vine por el descenso y salí campeón". Claudio Borghi está más que feliz por lo obtenido con el equipo de sus amores. Como técnico es su primer título en Argentina, pero como jugador ya había pegado un par de gritos.
Igual, cree que lo que fueron los Globetrotters es incomparable: "No queremos opacar lo que fueron el 84 y el 85 porque fue extraordinario, sólo compartirlo. Compararnos sería tonto, somos equipo más humilde en cantidad de jugadores, pero vamos a festejar igual".
Al Bichi lo seduce el sueño de quedarse. "Vamos a ver, hoy disfrutar, después vemos. Argentinos hoy juega la Copa Libertadores y tiene que sacar cuentas a ver qué puede hacer. No me interesa que Argentinos haga una buena Copa y quede en la ruina, sacará sus cuentas y verá el equipo que puede formar", dijo.
Sin embargo, y como dijo ya una vez, Boca es un lindo desafío: "Este campeonato me agarra en una etapa de crecimiento de mi vida, lo disfruté muchísimo. De lo de Boca es difícil desmentir o confirmar algo porque no he hablado con nadie. Veremos qué hacemos, Boca es un equipo interesante pero primero que me digan qué es lo que quieren a ver si yo les puedo cumplir". El Bichi, entre tanto festejo, no tira un no rotundo...
Argentinos, la tradición del buen juego lo condujo a la nueva gloria
Venció 2 a 1 a Huracán y se consagró luego de 25 años; fue respetuoso de la genética futbolística que históricamente lo distinguió
Ahora que el fútbol argentino está abierto, que no hay dinastías, equipos hegemónicos ni grandes que impongan condiciones, Argentinos es uno más en encontrar su momento de gloria, su lugar más alto, sus horas más felices. Pero Argentinos no es sólo un oportunista de una competencia muy atomizada en las últimas temporadas. Argentinos no es un desconocido, un cualquiera, y si hay algo que no le falta es estilo e identidad. Tiene muy claro quién es, más allá de las satisfacciones o frustraciones deportivas.
El Bicho tiene una historia muy vinculada con el buen gusto futbolístico, con una fama bien ganada por ser cuna de cracks, de la cual surgen talentos que casi siempre emigran antes de consolidarse en primera. Este campeón es un digno representante de la mejor tradición de Argentinos. Lo demostró a lo largo de la campaña en el Clausura y lo refrendó ayer, con un triunfo indispensable ante Huracán. Una victoria que pudo ser más amplia, pero este Argentinos no se caracteriza por ser pragmático. Es un equipo que al mismo tiempo que es responsable de sus obligaciones intenta disfrutar, pasarla bien dentro de la cancha, sentirse cómodo con la pelota. Es el mensaje con que el Bichi Borghi, que conoce el espíritu del club desde niño, convenció a sus jugadores, muy identificados con su propuesta.
El día de la consagración, Argentinos no estuvo más tenso ni ansioso de lo debido. Fue fiel a su ideario, no se traicionó ni permitió que los nervios le jugaran una mala pasada. Este dato no es menor, ya que de la formación titular sólo Calderón había pasado por la experiencia de ser campeón en primera.
La misión se le vio un tanto facilitada porque Huracán, uno de los tantos conjuntos imprevisibles de este certamen, ofreció su versión más blanda e inofensiva. Hizo falta que ingresara Alan Sánchez en el último cuarto de hora para que hubiera alguien con pimienta para buscar el arco. Apenas entró, un remate de media distancia salió apenas desviado. En la segunda ocasión que tuvo no perdonó: cruzó un zurdazo para el descuento, que fue anecdótico, pero que estableció una diferencia con el juego insustancial de su equipo. Mucho traslado inocuo y pases equivocados tuvo el Globo en los últimos 30 metros. Amenazó bastante y no concretó casi nada.
Argentinos fue rápido para buscar el ataque. Y cuenta con futbolistas de buena técnica para hacer valer la velocidad. A ninguno de sus jugadores les quema la pelota en los pies. A Argentinos no le da lo mismo tener o no la pelota. La necesita para desplegarse, para construir sociedades, para crecer como equipo, para meter en problemas al rival de turno. Casi todo nace en esos dos metrónomos de la zona central, Ortigoza y Mercier, tan útiles para la recuperación y cubrir terreno como para darle salida al equipo.
Sosa fue un estilete. Aceleraba y hacía temblar a la defensa del Globo, sobre todo por el costado derecho. Tampoco le falta gambeta ni picardía, y conoce los caminos que llevan al gol. Está en su mejor momento desde que en Independiente acompañaba a Denis como un proyecto interesante. Ayer no convirtió, pero eso no le restó trascendencia a su aporte, ya que dio la asistencia en el gol de Mercier y un cabezazo suyo que rebotó en un poste llegó a los pies de Coria para el segundo.
El zurdo Coria tiene toda la estampa de un jugador elegante, coordinado. Es algo discontinuo y todavía no maneja bien los tiempos que requiere la función de enganche, pero tiene muy buena conducción de la pelota y pegada.
Argentinos utiliza el ancho de la cancha para atacar, se ventila muy bien por los costados. Prósperi y Oberman acompañan y amplían las variantes ofensivas. Por lo general, este Argentinos arma no menos de tres muy buenas jugadas por partido, con sentido colectivo y pureza técnica. Ayer transformó al arquero Monzón en una de las figuras del primer tiempo, con cuatro atajadas de mérito ante Sosa, Coria (dos veces) y Oberman. Más sencillo lo había tenido Calderón en un centro pasado de Sosa, pero el veterano delantero se trabó en la definición.
Si algo podía inquietar a Argentinos era la respuesta del juvenil arquero Ojeda, que estuvo a la altura de las circunstancias. Mostró buen control del tiempo y las distancias para salir a cortar centros y los reflejos le respondieron ante un cabezazo de Esmerado.
Argentinos perdió un poco de fluidez en el juego en el segundo tiempo, pero Huracán le simplificó el asunto con la expulsión de Goltz. El Globo avanzaba sin profundidad y quedaba muy expuesto en defensa, en inferioridad numérica. Era cuestión de que Argentinos ajustara las réplicas. Lo consiguió con el excelente pase de Ortigoza, el cabezazo de Sosa y el toque de Coria. Quedaba un cuarto de hora, pero ya había campeón. Lo es merecidamente este Argentinos, que sin ser un clon de los equipos gloriosos de hace un cuarto de siglo comparte con aquellos la genética futbolística.
El inexplicable cosquilleo de sentirse más alto que nadie
Al llanto le siguió la carcajada. Y, menos de un parpadeo, otra vez el llanto con la piel más sensible que nunca. Argentinos, la Paternal, pasó de una sensación a otra como si se tratara de una exquisita morisqueta de alguien que llevaba al Bichito colorado en medio del pecho: el genial Luis Sandrini. Los suspiros no supieron de alivio. Y el alivio se volvió explosión con la vuelta olímpica desde el alma del barrio. Desde Parque Patricios, donde Claudio Borghi y sus muchachos se ganaron un lugar dorado en la historia del club, hasta el remozado estadio de nombre ilustre, Diego Armando Maradona, sede de los festejos, ritos y promesas cumplidas alrededor de un título que le sacó una risotada hasta al de rictus más serio. La celebración fue eterna y seguía anoche, con una comida en La cantina de David, en Colegiales. Todo eso pudo el campeón. ¡Sí, Argentinos campeón!
La rutina dominical se alteró. Los pocos que conciliaron el sueño se despertaron temprano, mucho más temprano de lo que aconseja el día de descanso. Los otros, a los que la vigilia les pareció eterna, agradecieron con el primer rayo del sol. La Paternal programó la agenda sobre una premisa fundamental: el campeonato. El olor a las medialunas calentitas, el mate, aquella camiseta de la cábala, algún tango, los diarios, las formaciones, los ravioles, que... Ortigoza, Mercier y el Chuco Sosa. "¡Que de la mano... de Bichi Borghi..!" ¡Cuánta ansiedad entre la mentada bohemia del barrio!
La gente fue y vino como hormigas: en ómnibus, a pie, en taxi, en remís... como pudo. Valió cualquier forma de traslado para acercarse a la cancha de Huracán, otro punto de encuentro de la nostalgia y de los buenos viejos tiempos de gloria. Algo de preocupación se mezcló en los corazones con aquel madrugador gol de Estudiantes. ¿Y si...? No, nada de eso. El aliento fue un eficaz recurso, el que tenía más a mano, para ahuyentar los malos pensamientos. Estaba claro: para ellos nada podía salir mal. "Nada", repitieron y se convencieron los hinchas de Argentinos. Y tuvieron razón, nomás, el pelado Mercier, el representante del Bicho en la lista de Diego, abrió el camino. Aquellas voces con carraspera celebraron el desgarrador esfuerzo de las cuerdas vocales. Se alzaron los brazos en la tribuna visitante y todos se volvieron uno. Se celebró en el monumento a Pappo, el de aquel viejo blues, en Boyacá y Juan B. Justo. Se gritó en cada punto cardinal en el que latió un corazón colorado y blanco.
Coria empujó a la red un rebote. Se agitaron las banderas. Ahí sí se revolearon las radios. Ya no importaron las noticias de Santa Fe ni la suerte de Estudiantes. Argentinos era campeón por mérito propio y sin fijarse en los demás. Ni aquel gol de Huracán le trajo inquietud.
Caruzzo y Oberman, dos genuinos productos de la cantera, corrieron más que nadie. Como en la cancha, Ortigoza y Mercier manejaron la celebración dentro del vestuario. El Bichi Borghi pareció imperturbable, pero llevó la emoción por dentro. El kinesiólogo Raúl Gismondi, el que estuvo en todos los títulos, no ocultó los ojos vidriosos. Las calles se alborotaron. Se cantó en Gavilán, en Artigas, en San Blas, en Alvarez Jonte, en Camarones, en Donato Alvarez... Los héroes cambiaron de ómnibus a mitad de camino y, con Hugo al volante, el mismo chofer que los llevó en los últimos 15 partidos, se subieron a uno descapotable, vestidos con el cotillón para el apropiado momento. Allí, en su casa, en su estadio, una multitud les armó la fiesta de la gratitud, entre color y luces. Es Argentinos. Es la cuna de grandes talentos, la cantera del mundo, como le gusta definirse. Es la casa "del Diego". Es el recuerdo del entrañable Carlos Carella, que hizo conocer al bichito colorado cada vez que pudo. Bien vale la pena recordarlo por mucho tiempo: es el campeón.
"Estoy orgulloso, es una campaña soñada"
Uno por uno, en el vestuario decorado con champagne, jugos y agua mineral, los jugadores de Argentinos le firmaron la pelota con la que se consagraron campeones, la del triunfo ante Huracán. Claudio Borghi se la quedó, como hace siempre tras una conquista, para regalársela a su hijo Filippo. El Bichi se transformó en una especie de talismán para Argentinos, ya que participó en cuatro de los cinco títulos conseguidos en su historia, ya sea como jugador (los torneos Metropolitano 1984 y Nacional 1985 y la Copa Libertadores 1985), y ahora el Clausura 2010 como DT. Sólo no estuvo para levantar la Copa Interamericana 1985 porque se jugó en diciembre del año siguiente, frente a Defence Force, de Trinidad y Tobago, cuando había sido transferido a Milan. "Hoy es un día muy especial para mí. La primera vez que llegué a Argentinos tenía diez años: me dio de comer, me dio todo como futbolista. Esta es una manera de devolverle todo lo que me dio. Hoy creo que estamos a mano y la deuda está cancelada. Ahora estoy tranquilo con mi conciencia", comentó.
Nunca mostró actitudes tribuneras. Nunca quiso vender una imagen distinta de su forma de ser. Borghi no utiliza gestos ampulosos para conducir. Una de sus frases de cabecera es: "Al jugador hay que convencerlo, no imponerle las cosas. Sólo así se puede mantener un estilo. Cuando yo era jugador había entrenadores que nos convencían de que los rivales eran más importantes que nosotros. Yo intento acrecentar las virtudes, mucho más si son pocas".
El equipo se fue armando sobre la marcha, aunque el técnico fue importante: "Llegamos para pelear el descenso y ahora somos campeones", recuerda Borghi. "Es un orgullo por todo el esfuerzo y la humildad de este equipo. Todos hicieron un sacrificio extraordinario para lograr el objetivo. Estoy orgulloso, es una campaña soñada".
El director técnico suma prestigio luego de un paso irregular por Independiente, aunque él siempre aclaró: "Es cierto que no ganamos mucho, pero tampoco perdimos. El problema en Independiente fue que empatamos mucho y la gente estaba ilusionada con pelear más arriba". Hoy también recuerda cuando se inició como DT, a nivel universitario, y luego cuando se inició profesionalmente en Audax Italiano, en la temporada 2002
03. Muchas imágenes vividas en su trabajo y en el ámbito familiar. No tiene miedo en reconocer: "El equipo de 1985 era mucho mejor que éste, ya sea por nombres y por juego". Algunos dicen que el de hoy es más estratégico en defensa, pero aunque sea "distinto" también logró arrancarle lágrimas de emoción.
Borghi rescató la base del equipo que heredó de otro Claudio (Vivas) y le agregó pinceladas con las proyecciones de Sosa en ataque y el juego aéreo de Gentiletti en defensa, el convencimiento para que José Luis Calderón postergara su retiro. "Fui compañero de él como jugador y la verdad es que en esa época no lo veía como entrenador. Sin embargo, me gustó mucho el trabajo que hizo. Demostró que es un gran técnico, le devolvió la identidad al club. Argentinos jugó con la tranquilidad y la paciencia con las que jugaba él", comentó el Checho Jorge Batista en Radio La Red.
Es el quinto título de Borghi como DT, el primero en el fútbol argentino luego del tetracampeonato conquistado con Colo Colo en Chile, quedándose con los Apertura y Clausura de 2006 y 2007. "Este año pasamos momentos muy difíciles por el terremoto de Chile. Yo me considero cincuenta por ciento chileno y el título lo quiero compartir con la gente de Chile y de Colo Colo, donde me formé", explicó. A los 45 años, el destino no lo encuentra tirando una rabona, pero sí festejando desde otro lugar. No le hizo falta prender un cigarrillo a escondidas en el banco de suplentes. Ayer decidió quedarse sentado, mirar y disfrutar.