Post by realeagle on Dec 30, 2010 12:33:33 GMT -5
Una de fútbol para terminar el año Marvin Galeas*
Miércoles, 29 de Diciembre de 2010 EDH
El fútbol, como no, forma parte de mis grandes pasiones. No quería terminar el año con balances apocalípticos o, ceño fruncido y cara de circunstancias, haciendo de futurólogo.
Junto a los atardeceres en el mar, los amaneceres en la montaña y las grandes novelas, el fútbol forma parte de las cosas que más me emocionan fuera de Dios y mi familia. Nunca olvidaré la primera vez que mi padre me llevó al estadio. Antes de eso sólo había oído los partidos por radio. Águila fue mi equipo desde niño. Recortaba las fotos de los jugadores y las coleccionaba. No los conocía en persona. De manera que el día que mi papá me llevó al estadio a finales de 1968, fue uno de lo más memorables en mi agitada existencia.
Yo acababa de terminar quinto grado y se jugaba la fecha final del campeonato. Águila llegaba un punto abajo del líder FAS a su último partido contra el Sonsonate. Los tigrillos lo harían contra Alianza en la capital. Toda la semana previa las radioemisoras calentaron el ambiente. El duelo entre occidente y oriente había sido muy cerrado durante las cuatro vueltas. A FAS sólo le bastaba empatar para llevarse la corona. Águila, en cambio, tenía que ganar y esperar que Alianza hiciera el milagro. En todos lados nos se hablaba de otra cosa.
"Alistáte que nos vamos para el estadio", me dijo mi papá y el corazón me dio un vuelco. Hasta entonces me consideraba demasiado pequeño para llevarme. Hicimos cola, compramos los boletos, entramos al estadio, las manos de mi padre en mis hombros, pasamos por debajo de las graderías y de pronto se hizo el vació y un murmullo como de varios ríos asaltó mis oídos. Frente a mí, como por arte de magia, apareció de pronto el verde césped del estadio migueleño, que por ese entonces todavía no llevaba el nombre de Juan Francisco Barraza.
Cuando el Äguila saltó al engramillado estallaron cohetes y aumentó la algarabía. El corazón se me salía del pecho frente a mis héroes. Ese día la gente estaba viendo el partido y oyendo el de San Salvador. Águila comenzó ganando. Pero de nada servía la victoria si FAS hacía lo mismo. En el segundo tiempo cuando ya Águila ganaba 3 a 0, se escuchó en todos los receptores un grito de gol, cuya prolongación sin decir quién había anotado aumentó la angustia de miles de aguiluchos, dentro y fuera del estadio. Cuando Chalío dijo por fin "de Alianza", el estadio, San Miguel, oriente entero estallaron en júbilo. Pocos minutos después vi a mi equipo coronarse campeón.
En los años setenta vi, digo yo, al mejor Águila de todos los tiempos: Barbosa, Castillo, Rivas, Díaz Luco, Regalado, Piño, Polío, González, Cisco, Zapata, Pineda. Ese cuadro fue dos veces campeón nacional, y una de la CONCACAF. El tiempo ha ido pasando y, lamentablemente, el fútbol nacional parecer ir para atrás. Quizá en otro momento opine sobre el tema. Con el fracasado intento de convertir al Águila, un patrimonio nacional, en un instrumento político electorero, mi retiro de los estadios nacionales fue total. Mal consejo le dieron al alcalde de San Miguel.
Pero el fútbol sigue siendo una de mis pasiones y siempre sigo, de alguna manera a mi equipo.. Pero mis hijas y mi esposa, desconozco cómo se hicieron desde hace años fanáticas (y en serio) del Real Madrid (la globalización claro). Por ósmosis yo también. El fútbol como ayer, une a mi familia. Cuando juega el Real Madrid la sala de mi casa se vuelve un palco del Bernabeu…. ¡la tentación del Bernabeu!
El último partido, algunos días después de la tragedia en el Camp Nou y cuando todo parecía que íbamos a empatar contra el Sevilla, Di María, un ángel, cogió un rebote en el área, hizo como si iba para arriba, giró de pronto hacia la raya terminal, se descontroló el arquero y casi sin ángulo sacó un riflazo que pasó justo en el huequito entre el portero y el primer palo para irse derechito a estrellarse a la red. Mi esposa me besó, mis hijas gritaban y yo también. Sólo el segundo gol de la Selecta contra México fue gritado en mi casa con tanta emoción como ese del Madrid. Viva la vida. Viva el fútbol.
Miércoles, 29 de Diciembre de 2010 EDH
El fútbol, como no, forma parte de mis grandes pasiones. No quería terminar el año con balances apocalípticos o, ceño fruncido y cara de circunstancias, haciendo de futurólogo.
Junto a los atardeceres en el mar, los amaneceres en la montaña y las grandes novelas, el fútbol forma parte de las cosas que más me emocionan fuera de Dios y mi familia. Nunca olvidaré la primera vez que mi padre me llevó al estadio. Antes de eso sólo había oído los partidos por radio. Águila fue mi equipo desde niño. Recortaba las fotos de los jugadores y las coleccionaba. No los conocía en persona. De manera que el día que mi papá me llevó al estadio a finales de 1968, fue uno de lo más memorables en mi agitada existencia.
Yo acababa de terminar quinto grado y se jugaba la fecha final del campeonato. Águila llegaba un punto abajo del líder FAS a su último partido contra el Sonsonate. Los tigrillos lo harían contra Alianza en la capital. Toda la semana previa las radioemisoras calentaron el ambiente. El duelo entre occidente y oriente había sido muy cerrado durante las cuatro vueltas. A FAS sólo le bastaba empatar para llevarse la corona. Águila, en cambio, tenía que ganar y esperar que Alianza hiciera el milagro. En todos lados nos se hablaba de otra cosa.
"Alistáte que nos vamos para el estadio", me dijo mi papá y el corazón me dio un vuelco. Hasta entonces me consideraba demasiado pequeño para llevarme. Hicimos cola, compramos los boletos, entramos al estadio, las manos de mi padre en mis hombros, pasamos por debajo de las graderías y de pronto se hizo el vació y un murmullo como de varios ríos asaltó mis oídos. Frente a mí, como por arte de magia, apareció de pronto el verde césped del estadio migueleño, que por ese entonces todavía no llevaba el nombre de Juan Francisco Barraza.
Cuando el Äguila saltó al engramillado estallaron cohetes y aumentó la algarabía. El corazón se me salía del pecho frente a mis héroes. Ese día la gente estaba viendo el partido y oyendo el de San Salvador. Águila comenzó ganando. Pero de nada servía la victoria si FAS hacía lo mismo. En el segundo tiempo cuando ya Águila ganaba 3 a 0, se escuchó en todos los receptores un grito de gol, cuya prolongación sin decir quién había anotado aumentó la angustia de miles de aguiluchos, dentro y fuera del estadio. Cuando Chalío dijo por fin "de Alianza", el estadio, San Miguel, oriente entero estallaron en júbilo. Pocos minutos después vi a mi equipo coronarse campeón.
En los años setenta vi, digo yo, al mejor Águila de todos los tiempos: Barbosa, Castillo, Rivas, Díaz Luco, Regalado, Piño, Polío, González, Cisco, Zapata, Pineda. Ese cuadro fue dos veces campeón nacional, y una de la CONCACAF. El tiempo ha ido pasando y, lamentablemente, el fútbol nacional parecer ir para atrás. Quizá en otro momento opine sobre el tema. Con el fracasado intento de convertir al Águila, un patrimonio nacional, en un instrumento político electorero, mi retiro de los estadios nacionales fue total. Mal consejo le dieron al alcalde de San Miguel.
Pero el fútbol sigue siendo una de mis pasiones y siempre sigo, de alguna manera a mi equipo.. Pero mis hijas y mi esposa, desconozco cómo se hicieron desde hace años fanáticas (y en serio) del Real Madrid (la globalización claro). Por ósmosis yo también. El fútbol como ayer, une a mi familia. Cuando juega el Real Madrid la sala de mi casa se vuelve un palco del Bernabeu…. ¡la tentación del Bernabeu!
El último partido, algunos días después de la tragedia en el Camp Nou y cuando todo parecía que íbamos a empatar contra el Sevilla, Di María, un ángel, cogió un rebote en el área, hizo como si iba para arriba, giró de pronto hacia la raya terminal, se descontroló el arquero y casi sin ángulo sacó un riflazo que pasó justo en el huequito entre el portero y el primer palo para irse derechito a estrellarse a la red. Mi esposa me besó, mis hijas gritaban y yo también. Sólo el segundo gol de la Selecta contra México fue gritado en mi casa con tanta emoción como ese del Madrid. Viva la vida. Viva el fútbol.